Capítulo veinte: temperatura

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Isabel

Descendemos en una colinas alejadas del reino, lo único que vemos es tierra, piedras y unos árboles a lo lejos. Solo somos el rey, los dragones y yo.

—No debería irme— habla de pronto con una furia en su voz que me hace mirarlo. Está sudado, se ve cansado y furioso— debo luchar por mi corona, lo voy a desollar vivo.

—¿Y que harás? No tienes hombres, no tienes nada.

—Tengo dragones.

—Eres un rey, es muy precipitado lo que quieres hacer. Debemos ir al reino tierra y hacer alianzas.

El asiente.

—¿Que puedo ofrecer como alianza? No tengo nada.

—Lo resolveremos— continuo caminando por el camino de tierra. El sol está fuerte y tengo gotas de sudor por el cuerpo —Ahora dime la verdad.

—¿Que verdad?— me detengo y lo observo. Se ve furioso y eso no le quita el atractivo que tiene.

—Sobre ese que se hace llamar el nuevo rey, de como te hace llamar a ti usurpador. Es obvio que tú no lo eres— continuo el camino adentrándonos en el bosque, los árboles son enormes y los dragones sobre vuelan hasta el otro lado.

Se queda callado — vamos a pasar mucho tiempo juntos, somos fugitivos y si voy a respaldarte tengo derecho a saber.

—Es el hijo bastardo de mi padre— confiesa y no me sorprende. La reputación de su padre era muy promiscuas y sin cuidados— el hijo de una golfa a los que mi padre dejó con vida por mi piedad o al menos eso creo. Es dos años menor que yo e inocentemente le pedí a mi padre que quería que él se quedara. Lo hizo, durante años. Luego me enviaron a mi con unos ancianos lejos del pueblo, me hicieron llevar una vida común cuando la guerra acechaba nuestras puertas, esos ancianos me cuidaron y tenían un hijo mayor, un ladrón que me enseñó cosas de las calles, como robar una pulsera con solo tocar la mano de una mujer. Me había olvidado que era un legítimo príncipe. Mientras él me llevó a mi con los ancianos para protegerme descubrió que su amante se acostaba con uno de sus guardias, los mató a ambos frente a Carlos, supongo que desde entonces  nos odia. Carlos creció en lujos por mi padre pero luego de la traición de su madre, mi padre dudó si de verdad era su hijo y lo exilió.

—¿Que pensaba tu madre?— me atrevo a preguntar mientras observo a unas mariposas volar a mi alrededor.

—A mi madre nunca le importó las amantes de mi padre, no tenía dignidad y decía que al final mi padre volvía a su cama.

Hago una mueca.

—¿Que opinas tú de eso?— me dice y lo observo deteniendo mis pasos. Ya llevamos horas de camino y no estoy acostumbrada me duelen las piernas y siento un hormigueo en ellas.

—Odio eso. Por eso no quiero casarme nunca o tener un esposo. Los matrimonios arreglados llevan a futuras infidelidades por parte de ambos, no podría aceptar que el hombre que decidió decir sus votos frente a los dioses termine teniendo amantes. Los hombres siguen con su reputación en alto de todas formas, las mujeres no.

—Estamos de acuerdo en eso— se acomoda el cabello y mira alrededor— soy un rey, y lo que me hace un rey es mi lealtad y mi fidelidad con el pueblo. Pero también con la mujer que pondré a mi lado.

—Eres viudo y aún así tenías monturas.

—Si, la tenía. Soy hombre y tengo necesidades que deben ser atendidas, sin una esposa tengo el derecho de tener tantas mujeres como quiera.

—¿Y eras feliz? ¿Eras feliz teniendo a ese montón de mujeres y riquezas?

—No. Mi felicidad murió la noche que mataron a mi esposa con mi hijo en su vientre.

Corona de Lágrimas ✨Nueva Versión ✨Where stories live. Discover now