Capítulo 5

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Max vio a Sergio salir del ascensor. Estaba tan increíblemente guapo que se quedó sin aliento pero frunció el ceño cuando se dio cuenta que no era el único que admiraba al sexy hombre provocando en él un raro sentimiento de posesividad.

Sergio se quedó sin respiración al ver a Max al otro lado del vestíbulo, observándolo. Era muy guapo, sexy y masculino. Tragó saliva y notó que se ponía a sudar y que se le erizaba el vello de la nuca.

–El coche nos está esperando fuera– anunció él.

Y los cuatro hombres que ya habían estado en casa de Sergio los rodearon y les abrieron la puerta de salida, escoltándolos hasta la limusina.

–¿Son tus guardaespaldas?– le preguntó Sergio mientras se sentaba en el asiento de piel e intentaba no mostrar su asombro por el lujo de todo lo que la rodeaba.

–Da... Sí– le confirmó Mikhail.

–Háblame– le pidió–. Cuéntame por qué te hiciste responsable de tus hermanastros.

Sergio ya se había imaginado que Max sabría muchas cosas de su vida, pero la pregunta le molestó.

–Estoy segura de que en realidad no te interesa el tema.

–Si no me interesase, no te lo preguntaría.

–No sé– respondió él–. Es muy sencillo. Mi madre no podía con mis hermanos, así que los dejó en una casa de acogida. Enseguida me di cuenta de que no eran felices allí y quise ayudarlos, era la única persona que podía hacerlo.

–Fue muy generoso por tu parte. Eras muy joven y sacrificaste tu libertad...

–La libertad está sobrevalorada. Para mí es más importante la familia, algo que nunca tuve de niño. También quería que mis hermanos supiesen que me importaban– admitió a regañadientes.

Él siguió mirándolo fijamente.

–¿Por qué tienes que llevarme siempre la contraria?

–¿Quieres que te responda con sinceridad? –le preguntó Sergio.

–Da– le confirmó él con voz ronca, que en esos momentos estaba con la cabeza en otra parte, imaginándoselo adornado solo con perlas. No, perlas no, rubíes o esmeraldas que realzasen su piel.

–Estás tan seguro de ti mismo y eres tan arrogante que me pones enfermo– confesó Sergio, haciendo una mueca al mismo tiempo.

Max se puso tenso porque solo podía pensar en morderle los generosos labios, pero, por primera vez en su vida, se contuvo con un hombre. No podía abalanzarse sobre él, tenía que ser capaz de contenerse.

–No entiendo que te moleste que un hombre actúe como un hombre– le contestó divertido–. Salvo que te gusten los tipos blandos... en cuyo caso jamás te gustaré yo.

Sergio lo estudió involuntariamente con la mirada y no pudo evitar esbozar una sonrisa.

–¿Eres consciente de que te vas a cansar de mí?– le advirtió.

–¿Cómo me voy a cansar de ti si eres distinto a todos los hombres que he conocido en mi vida?– la contradijo Max–. Nunca sé qué es lo siguiente que vas a decir, milaya moya.

Sergio se quedó callado al oír aquello, ya que no consideraba que le hubiese dicho nunca nada fuera de lo normal. La limusina se detuvo en una calle tranquila, salieron del coche y Max lo agarró porl a cadera. Sergio tuvo que hacer un esfuerzo para no apartarse de él, ya que sabía que eso no le gustaría.

El despiadado ruso || Chestappen ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora