Becky. Tocada y hundida

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—Cualquiera diría que te ha atropellado un camión. Dos veces.

—No estoy de humor, Engfa.

—Venga, tampoco es para tanto.

—¿Que no es para tanto? Le pedí que dijera que me quería, ¡se lo pedí! ¿Se puede ser más patética?

—Pues...

—Joder Engfa, estábamos bailando medio desnudas, era un momento especial, íntimo, uno de esos instantes en los que dices cualquier cosa, se lo pedí susurrando en su oído y... nada.

—Tal vez sintiera miedo.

—Deja ya de intentar consolarme, tus consejos están siendo una mierda. Tengo que asumir que para ella solo soy una aventura y punto. Me follará hasta hartarse y luego me dará el portazo y volverá con el imbécil de su marido.

—Vaya, tu vocabulario baja bastante de nivel cuando estás deprimida.

Si las miradas matasen, Engfa estaría a estas alturas criando malvas. Sé que su intención es buena, pero hoy ni siquiera su irónico sentido del humor consigue aliviarme. Nunca había tenido esta sensación de humillante derrota y nunca había sido la parte débil de una relación, tal vez a partir de este momento sea más comprensiva cuando vea aparecer una lagrimita de desamor en mis futuras conquistas. Porque está claro que no puedo seguir viendo a Freen. Me hace daño, mequita las energías y mi habitual optimismo. He quemado mis naves, aposté y perdí: después de lo sucedido, ni en mil años seré capaz de volver a ser yo laque dé el primer paso, un nuevo rechazo sería demasiado para mí.

Fue un infierno pasar el domingo haciendo el amor con ella, esforzándome por aparentar buen humor, fingiendo que mi torpe patinazo sentimental de la noche anterior había sido fruto del vino y del encanto de la situación, y no de un anhelo que salía de lo más profundo de mi interior. Sí, había puesto todo mi empeño en tratar de calmar a Fre y dejar claro que no estaba confundiendo nuestra relación y que sabía perfectamente lo que era: una aventura muy satisfactoria pero sin ningún tipo de profundidad. Y ahora estoy aquí, con Engfa.

Ha pasado casi una semana y Freen y yo no hemos tenido el menor contacto, ni siquiera a través del WhatsApp. Ninguna de las posibles explicaciones me consuela; o bien mi cruel doctora se ha asustado y sospecha mi enamoramiento, o bien simplemente empieza a cansarse de una relación que ha estado basada en la novedad sexual, novedad que por fuerza tiene que ir desapareciendo poco a poco. En cuanto a mí, ya he dicho que me he jurado a mí misma no volver a ser la que tome la iniciativa, ¡ojalá no me hubiera dejado llevar por el embrujo del momento!

—¿Salimos a tomar algo?

—No me apetece. Pero puedes salir tú, no me importa quedarme sola.

—Hostia tía, te ha dejado para el arrastre. ¿Quieres que echemos un polvo, a ver si te animas?

—Eso va contra la regla número uno: nada de sexo entre compañeras de piso.

—Joder, ésa sí que te la has aprendido. 

Llevo una racha desastrosa, ¡yo sí que debería estar deprimida! Al final, Engfa ha conseguido arrancarme media sonrisa sincera. Realmente, su apoyo está siendo muy importante para mí en esta extraña etapa de mi vida. Poniéndome en pie, cojo mi bolso y le agradezco a mi nueva amiga todo su apoyo con un prolongado abrazo. Luego, acepto su primera propuesta y las dos juntas salimos por ahí a tomar una cerveza. 

Poker Face // FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora