Capítulo 2: ¿Quién camina en el bosque oscuro sin hacer ruido? || Parte 2

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—Diablos, es demasiado tarde ya. Nos ha tomado más de lo que pensé —maldijo entrecortándose por la carrera. 

—Creo que no debimos hacer esto, Agito —se lamentaba el que corría a su lado al mismo ritmo.

Agito se detuvo para coger aire. Tuvo que respirar hondo para calmar su acelerada respiración.

—¿A qué te refieres? Se lo merecía, Inari. 

Inari había apoyado las manos sobre las rodillas. Tragó saliva con algo de esfuerzo e imitando a su amigo, normalizó su respiración. 

—Nos hemos pasado Agito, debe de estar herida —dijo Inari algo preocupado. Aunque si era cierto que recordaba el bochorno del día anterior. 

—Pensé que sólo la íbamos a asustar un poco —cuestionó irguiéndose y taladrando a su amigo con una mirada acusadora. 

—Y lo hemos conseguido, ¿o no? —respondió Agito orgulloso, arqueando una ceja y esbozando media sonrisa. 

—Hey no me mires así, tú también estuviste de acuerdo —se apresuró a aclarar cuando sintió la mirada acusadora de Inari en sus ojos grises. 

—Vale vale, quizás sí que nos hemos pasado un poco —admitió a regañadientes. Los chicos se habían detenido algo alejados de donde dejaron a Mana, pero no tanto. Planeaban ir a buscarla una vez hubiese "aprendido la lección". Desde donde estaban se podía escuchar la voz desesperada de la chica. 

Agito rió por lo bajo.

—Me muero de ganas de ver su cara cuando descubra que fuimos nosotros.

Inari forzó media sonrisa. A él no le hacía tanta gracia. Había pasado la mayor parte de su infancia junto a su hermano y ella, eran muy cercanos. Elia incluso le cuidaba cada vez que Igro salía de cacería, cuando se enterase seguramente se decepcionaría mucho de él. Era la única que conocía como figura materna, pues sus padres murieron desde que era muy pequeño. 

—Creo que ya ha sido suficiente, deberíamos ir a por ella, está anocheciendo —pidió Inari. El arrepentimiento asomaba por cada parte de su cuerpo. 

Agito juntó sus cejas oscuras un par de tonos más que su piel. Era tarde para arrepentirse y por como hablaba su amigo parecía que él fuese el único culpable. Agarró la camisa blanca de Inari y la apretó en sus puños. 

—Esta actitud de ahora no me gusta para nada, Inari. Yo decido cuando es suficiente —sentenció con aires de superioridad, como si su autoridad fuera la máxima. 

Se hubiesen enzarzado en una discusión si no hubiese sido por el movimiento que captaron por el rabillo del ojo, cortándoles al instante. 

En el bosque oscuro cualquier cosa podría matarte en un parpadeo y ya era algo tarde. Habían cometido un grave error adentrándose tanto. Sus cuerpos se paralizaron a la vez como si estuviesen compitiendo a ver quién aguantaba más sin mover un solo músculo. 

Ambos se giraron, primero sus ojos lentamente y luego su cabeza. Tragaron saliva casi a la vez. Recorrieron el cuerpo del ser frente ellos desde su abdomen cuadriculado, cubierto de diminutas escamas más claras que las que seguían a su pecho, azules marino. Estas llegaban hasta la mandíbula y luego cambiaban por otras más pequeñas, como de serpiente. Hasta que se detuvieron en sus ojos, flotando en la oscuridad como dos piedras del azul más brillante.

Tenía que medir al menos el doble que ellos, era enorme y robusto. Las garras que descansaban a ambos lados destilaban puro peligro. Todas sus alarmas saltaron cuando las pupilas del ser se dilataron por un momento, era la criatura que vieron en el Lago Verde. De noche su aspecto era incluso más impactante. 

El Dios de la Arboleda                           #premiosadam2024 / #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora