24. Silencio Sagrado

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Hoch no puede comunicarse con Jason Miller.

Y está siendo cada vez más difícil ocultar su inquietud ante sus compañeros, que desde que ha vuelto a la sala lo vigilan activamente.

—Perdimos la cámara —informa Cleo y por primera vez ve una emoción reconocible en su rostro: está furiosa.

Ella se encarga de llevar los contactos internacionales, confiados personalmente por Geralt. Gracias a ella, habían obtenido la grabación del helicóptero hace algunas semanas y ahora obtenían las cámaras del subterráneo donde parecía haber ocurrido algo grande que podría implicar a su fugitiva.

—¿Tenemos las grabaciones? —pregunta Dakota, luce preocupada.

Cleo teclea en la computadora. Está el proyector encendido nuevamente y todas las persianas de la sala abajo, incluidas las que dan al pasillo. Parecía como una auténtica sala de cine.

A su hermana Amelia le habría encantado.

—Aún no. Están intentando enviar las grabaciones a mi correo, pero con el caos y la gente... tardará un rato.

Ryan deja de mover el lápiz contra su cuaderno.

—Entonces sólo tenemos esto.

El teléfono de Hoch vibra y su corazón da un vuelco esperanzador. Por la oscuridad de la sala, el brillo de su teléfono le da directamente en la cara y nubla su visión.

Contesta la llamada entrante, con una petición silenciosa de que Jason Miller haya procedido correctamente.

—¿Hola? —dice, apenas escucha movimiento del otro lado. Quiere preguntarle directamente e insistir su nombre, pero no puede hacerlo frente a todos sus compañeros—. ¿Hola?

Cuando sale al pasillo, la voz habla y cae en cuenta que no se trata del agente catorce, nunca lo ha sido.

Despega su oído de la pantalla y lee el nombre del contacto con el que ha pasado un minuto y medio en llamada.

María Hoch.

Su madre, en otras palabras.

Aquella con la que no entabla conversación en al menos tres meses y es tan distante su relación como lo es con un desconocido.

Vuelve el teléfono a su oído.

—Madre.

Esta vez, ella replica, con su típico tono gélido que sólo utilizaba con él.

Johnny.

Odiaba que lo llamara así. Porque así apodaban a su padre antes de fallecer y el recuerdo era demasiado doloroso para soportar.

—Estoy trabajando, ¿vale? Le diré a Amelia que te llame más tarde.

El celular vibra contra su oído, pero está demasiado inmerso en la llamada para darse cuenta.

Ah, respecto a mi hija. Johnny, quiero que venga por la temporada a Atlanta.

Alza las cejas.

—¿Atlanta? —repite, incrédulo.

Sí, necesita pasar tiempo con su madre... después de todo lo que ha pasado.

Gira hacia los cristales cubiertos de la sala de reuniones, en silencio por un momento mientras piensa en ello.

—No lo sé, madre. Te llamo luego.

Ella no acepta un no, como de costumbre. Pero Hoch está demasiado cansado para importarle.

John-

Cuelga la llamada.

Las notificaciones pendientes lo desconciertan y cuando abre la mensajería siente que el mundo se agita con demasiada brusquedad.

Mensajes de Jason Miller. Al menos trece de ellos.

En los primeros le confirma que el alboroto del subterráneo es obra de ellos y que se mantendrán tan ocultos como puedan ante las cámaras.

El último mensaje dice:

"Lo siento, Hoch. Desde aquí, haré las cosas a mi manera."

Aunque es arriesgado y sabe con demasía que no debería, Hoch llama al número del agente catorce y espera pacientemente cuando los tonos se vuelven demasiados hasta enviarlo al buzón de voz.

Aprieta los puños con rabia.

Volvía a estar sin nada. Volvía a sentirse un inútil.

Hoch entra a la sala, con algo de suerte las cámaras del lugar resolverían el rompecabezas que está hecha su cabeza.

Nina: La fugitivaWhere stories live. Discover now