Capítulo 38 | La visita.

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Capítulo 38 | La visita.


Por fin había llegado el día en el que iba a visitar a Marisa y a los demás. Tenía muchísimas ganas de verlos, ya me sabía mal que siempre fueran ellos los que tuvieran que venir a verme a mí. Claro está que por aquel tiempo no tenía una estabilidad emocional muy buena que digamos, por ello cuando me recuperé lo primero que pensé fue en ir a verlos y pasear de nuevo por las calles neoyorkinas.

Las calles seguían tal y como las recordaba, en esta ciudad nunca se hacía el silencio, pero con lo cual, es algo que siempre agradecía. Miraba de un lado a otro los edificios como si se tratase de la primera vez, y la nostalgia se apoderó de mí.

Mi objetivo era disfrutar y pasarlo bien. Me quedaría unos días, tres específicamente. Ya había mirado un hotel y tenía dinero de sobra para comprar unos souvenirs allí. Me encontraba a punto de aterrizar y, por lo tanto, coger un taxi que me llevara a casa de nuevo.

Casa.

Una palabra que no puedes llamar a cualquier sitio. Nueva York era casa. El piso en el que vivían Marisa y Ryan era casa. Un lugar en el que uno se siente seguro. Eso es Nueva York para mí.

Bajé dando pasos firmes y dirigiéndome al taxi que había llegado y me monté en él para llegar a mi destino.

Había felicitado a Marisa por la noche, a las doce, pero le había dicho que mi regalo llegaría al día siguiente a casa. Lo que no sabía, por supuesto, era que el regalo era yo.

En mi cabeza sonaba mejor.

Como Ryan lo sabía dejaría que Marisa abriera la puerta y se encontrara conmigo de lleno.

Unas cuadras más y ya estaré en casa.

Ryan me había contado que Jake llegaría el lunes por la noche para pasar unos días con ellos también. El lunes por la noche yo ya me habría ido y todo volvería a la normalidad.

Salí del taxi nerviosa y llamé al timbre.

— ¡SORPRESA! –exclamé emocionada.

Marisa se quedó perpleja contemplándome de arriba abajo y tocándome el hombro comprobando que era de carne y hueso.

— ¿Me vas a dejar pasar o tengo que morirme de calor? –bromeé.

— ¡EMMA! ¡AH! ¡ESTÁS AQUÍ! –dijo haciéndose a un lado para que pasara.

— He venido a darte una sorpresa, espero que te hayas sorprendido, aunque por tu cara yo diría que sí. –dije contemplando todo–. Todo está exactamente igual.

— ¿Cuánto te quedarás? –preguntó Ryan.

Ese pequeño detalle no lo había comentado.

— Unos días. Me marcho el domingo. –me senté en uno de los sofás.

Ellos se miraron expectantes.

— Por la tarde, me marcho por la tarde.

Suspiraron al unísono.

— Podéis decir su nombre, está más que superado. Hay alguien que me espera en casa.

— Es que Jake vendrá el domingo. Pero por la noche. –aclaró Marisa.

— Bueno, no nos veremos. –dije restándole importancia–. ¿Esperáis a alguien más?

— Sí. Ryan va a alucinar cuando te vean. –añadió Marisa sentándose a mi lado.

Todo Lo Que Nunca Te DijeWhere stories live. Discover now