Capítulo 7 | Palabras afiladas y espadas desafiantes

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—¿Acaso no lo entiendes, Anastasia? —inquiere el Duque Davenport furioso—. ¡Hemos terminado!, no me interesas, eres una horrible persona, deja en paz a Lady Sofía.

"Es cierto lo que dice el Duque Sebastián"

"Lady Ashford es una horrible persona"

"Caprichosa, manipuladora, agresiva"

"Pobre la Princesa Sofía"

—No hay nada más vergonzoso que una mujer que no se da a valorar —interviene otra voz, Idina, la madre de Sofía y concubina del Rey de Eris.

—¡Ay callese señora! —exclama Anastasia—. Usted lleva como veinte años siendo la concubina del Rey de Eris y ni un apellido le han dado.

Se escucha una exclamación al unísono por parte de los nobles presentes. La cara de Idina se transforma por la rabia. Sofía que tenía el rostro enterrado en el pecho de Sebastián, también dejó de lucir una expresión lamentable y la pura ira se apoderaba de sus rasgos, pero nadie se dio cuenta.

Aun así, Anastasia siguió ridiculizando a la concubina del Rey.

—Y esa ropa tan ridícula y de mal gusto que trae, diga la verdad, ¿esa es la ropa pasada de moda que la Reina Amelia tira a la basura? —inquiere Anastasia con burla mientras tapa su boca con su abanico.

—¡Basta Anastasia! —exclama Sebastián.

La princesa ducal simplemente se encoge de hombros y da la vuelta dispuesta a seguir su camino, cuando escucha a la concubina murmurar:

—Maldita bastarda.

Anastasia gira su cabeza a una velocidad sobre natural.

—¿Bastarda yo? —se señala a sí misma—. Bastarda su hija, señora, yo nací dentro del matrimonio, soy la hija legítima y la única, de los pies a la cabeza soy una princesa, sangre noble es lo único que corre por mis venas, no puedo decir lo mismo de otras —da una mirada despectiva a Sofía—. Deberían besar el suelo por donde paso, plebe.

Idina tenía tanta rabia que apenas podía controlarse, se abalanzó contra Anastasia, pero su paso fue bloqueado por un gran cuerpo.

—Cuidado con lo que hace señora, Lady Anastasia Lianet Ashford, es la futura Princesa Heredera y una agresión verbal o física, puede costarle la cabeza —declaró Adriano con un tono severo que hizo a Idina congelarse en su lugar.

—Pri-principe —tartamudea la mujer al ver como el Príncipe Heredero se colocó delante de ella de manera amenazante y dos afiladas espadas sostenidas por el Segundo Príncipe y el Joven Duque Valtor apuntan a su cuello.

Todos los nobles presentes ahogaron exclamación, sabían que el Príncipe Heredero estaba perdidamente enamorado de lady Anastasia, pero ella solo tenía ojos para el Duque Davenport, no es posible que haya aceptado casarse con el Príncipe fácilmente.

—¿Qué? —inquirió Sebastián con el rostro deformado por la confusión.

—Así como lo han escuchado —dijo Adriano mirando a todos los presentes por encima del hombro—. Lady Ashford será mi esposa y quien se atreva a siquiera respirar en su dirección será reprendido severamente.

—Su alteza...

—Vámonos —Adriano paso un brazo por encima de los hombros de Anastasia y ambos se dieron la vuelta para irse de ahí, dejando al Duque Davenport con la palabra en la boca.

Idina volvió a respirar cuando Ángel y Lucius guardaron sus espadas y se retiraron junto a Anastasia, Adriano, Sech y las doncellas de la pelirroja.

Pero por dentro la ira caliente era lo único que circulaba por sus venas, nunca antes había sido tan humillada, ni siquiera por La Reina Amelia que la trataba como a un insecto molesto. Nada de esto hubiera pasado si su majestad le diera el lugar que le corresponde como madre de su única hija. Pero eso cambiará, jura que eso cambiará.

(...)

—¿Dónde están tus guardias? —le pregunta Adriano a Anastasia cuando ya estuvieron lejos de la escena.

—Afuera custodiando el carruaje —responde lady Ashford casualmente mientras abre su sombrilla de encaje.

—¿Por qué no estaban contigo?, si yo no hubiera llegado, esa mujer te hubiera atacado como un perro rabioso.

—Que suerte que estuvieras, te lo agradezco y todo, pero sigo molesta contigo, aunque hayas inventado esa enorme mentira para protegerme.

—No es una mentira, Anastasia —asegura el pelinegro.

—¿Qué? —inquiere Anastasia perpleja.

—No es una mentira, realmente nos vamos a casar.

—¿Qué...  No... ¿Cómo... ¿Cómo es eso posible?, nunca accedí a casarme contigo.

—Pregúntale al Gran Duque y de paso, mándale mis saludos —y después de decir eso, se retiró dejando a Anastasia ahí parada como una piedra.

(...)

—¡Mi lady!

—¡Señorita Anastasia!

—¡Joven Dama!

Exclamaron tres doncellas al unísono, Lady Anastasia acababa de saltar del carruaje sin que este se detuviera realmente. Si a la Princesa Ashford le pasaba algo, el Gran Duque las torturaría de la peor manera posible para luego acabar con sus vidas sin remordimientos.

Habían escuchado las historias sobre "El temible titán del campo de batalla", el Gran Duque, Calixto Ashford, era el hombre más sanguinario del Imperio, antes de que pestañearas él ya había terminado de eliminar a todo un batallón. Él fue quien lideró la guerra contra el Reino de Eris antes de que fuera anexado al Imperio. Torturó a los traidores de formas tan creativas que hacían temblar hasta al mismísimo Satanás.

Afortunadamente, la Princesa Ashford cayó de pie, cual gato de siete vidas y entro corriendo a la mansión llamando a su padre.

—¡Papá! —gritaba la pelirroja a todo pulmón—. ¡Papá!

—Mi lady —le llamó el mayordomo.

—¿¡Dónde está mi padre Will? —pregunto alterada.

—Su excelencia, el Gran Duque se encuentra en el campo de entrenamiento, mi...

Antes de que Will terminara de hablar, Anastasia salió disparada al lugar donde se encontraba su padre, sus 6 doncellas corrían tras ella, preocupadas de que se lastimara.

Lady Ashford corría demasiado rápido por los intrincados atajos que la llevaban al campo de entrenamiento donde se encontraba el Gran Duque, considerando los altos e incómodos tacones que traía, ella los manejaba como si fueran otra extensión de su cuerpo.

(...)

Calixto ya estaba retirado del ejército, pero todavía se dedicaba a enseñar a sus caballeros, era un entrenamiento para él, aunque mientras él se divertía, sus aprendices sufrían, pero de que aprendían, aprendían.

La tensión en el aire se podía cortar con un de las espadas que los dos luchadores que se encontraban en el centro blandían.

Hoy era la prueba definitiva, Calixto peleaba contra su mejor caballero, se había dedicado a entrenarlo y pulirlo intensamente para ser el caballero de Anastasia. Ahora iba a necesitarlo más que nunca porque será la futura Emperatriz, Calixto no quería pensar en eso, pero era inevitable, no se podía posponer más.

El Gran Duque vació su mente y se concentró en su oponente, estaba dando todo lo que tenía, si Sir Edward no podía pasar esta prueba, será degradado de su puesto en las tropas del Gran Ducado.

Las espadas chocaban entre sí produciendo una melodía inquietante e intensa, hasta que fue interrumpida por una voz chillona que gritó a todo pulmón:

—¡Papá!

Eso bastó para desconcentrar al Gran Duque, en cuanto miro en dirección a su hija, Edward aprovechó el momento y derribó a Calixto con un solo movimiento.

Adriano Where stories live. Discover now