Cap. 4

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Gun tenía que admitirlo: tener a Off dando vueltas por el apartamento era beneficioso, y ni cerca tan incómodo como había temido. Era capaz de darle un punto de vista objetivo, y a menudo le daría su opinión en cuanto a qué objetos debería quedarse y cuáles necesitaba tirar. Sin la ayuda de Off, simplemente podría haberlos tirado sin darle una segunda consideración, pero él le recordaba que algunas cosas valían la pena quedárselas.
—Realmente deberías quedarte con eso —dijo justo cuando la mano de Gun estaba posicionada para tirar un reloj a la caja de donaciones.
Gun le dio una segunda mirada —un reloj de marca Fossil original con una ancha correa de cuero—, y finalmente lo reconoció como uno de los regalos de la abuela de Tay. Tras años de comprarle a su nieto ridículos regalos —como un par de bóxer con el logo del conejito Playboy por todos lados—, la abuelita Kate finalmente había buscado la ayuda de Gun y, ese año, le había dado a Tay un regalo que en realidad podía utilizar.
El recuerdo llenó a Gun de un calor agridulce; la anciana siempre había hecho que Gun se sintiera como una parte natural de la familia. Gun suspiró, sentándose en el piso mientras miraba el reloj.
—Tienes razón.
Justo cuando Gun estaba por sucumbir ante otro acceso de desesperación, Off dijo—: Además, apuesto a que puede valer algo de dinero. Diez dólares como mínimo.
Gun resopló, la oscura nube sobre su cabeza, de pronto disolviéndose, y levantó la mirada a Off con gratitud.
—Gracias. Eres realmente útil. —Depositó el reloj en la caja para los padres de Tay—. Creo que su primo probablemente podría usarlo.
Entonces llegó el momento de enfrentarse al pequeño armario de Tay que, si su memoria no le fallaba, debía estar todo desordenado y lleno. ¿Quién sabe que encontraría en ese infinito pozo de recuerdos.
—¿Qué pasa? —le preguntó Off mientras Gun se quedaba quieto frente a la puerta blanca, su espalda tan tensa como sus labios. Se paró junto a el y deslizó su mano sobre la de el—. ¿Tal vez sería un buen momento para que me vaya a buscar mi súper temprano almuerzo? —preguntó apretándole la mano.
Gun asintió.

—Eso sería una gran idea.
Después de oír la puerta de enfrente cerrarse detrás de Off, Gun lentamente abrió el armario y de inmediato sintió la embestida de la presencia de Tay. Había estado manteniendo sus emociones fuertemente suprimidas toda la mañana, y fue como si el abrir ese armario de pronto produjera una avalancha.
Sus ojos se humedecieron de inmediato, pero se sobrepuso y dio un paso dentro. Este era el último sitio que tenía que limpiar, así que mientras más pronto lo terminara, más pronto terminaría este tortuoso viaje a través de los recuerdos.
Comenzó con la ropa en el piso metiendo cada prenda en la pila de donaciones, ya no importándole si estaba limpia o no. Aquellas que estaban en perchas fueron las siguientes y buscó superficialmente aquellas que pudieran ser caras o especiales, salvando sólo una chaqueta de cuero antes de tomar un enorme montón y metiéndolas directamente en la pila de donaciones. Sus padres no querían nada de su ropa, sólo le habían pedido a Gun que apartara aquellas cosas que parecieran demasiado sentimentales para ser tiradas.
Después de un rato, entró en una especie de ritmo mientras vaciaba sección por sección, la parte de su cerebro encargada de procesar las emociones, apagada la mayor parte del tiempo. Con un suave gruñido, se arrodilló para alcanzar un par de pantalones caqui enrollados en la esquina más lejana. Cuando lo sacudió, algo salió volando por la puerta del armario, un borrón negro que hizo que su corazón se saltara un latido.
Mientras miraba hacia afuera de la puerta con sus ojos como platos, un par de enorme botas de escalar aparecieron a la vista.
—Esto salió del armario… —Off se quedó callado al ver la expresión de Gun.
Miró a la pequeña caja forrada en seda negra en sus manos—. Oh. Mierda.
Off tomó a Gun y lo sacó hacia el balcón en búsqueda de aire fresco.
—Oye, di algo —dijo desde algún lugar lejano, pero Gun no podía enfocarse en otra cosa que no fuera la caja abierta y el anillo que ésta guardaba. Girándola en sus manos, dejó que la luz del sol atrapara las facetas del fino corte del diamante, llenando las paredes del balcón con brillo.
—¿Gun?
El sintió una mano en su brazo y, por un momento, miró los largos dedos pretendiendo que pertenecían a alguien más. Cerró los ojos, deseando con todo su ser tener el poder de regresar el tiempo atrás, y tal vez entonces sería la mano de Tay la que lo estaría tocando ahora mismo.
Con sus labios temblando, sacó el anillo de la almohada y lo deslizó en su dedo; encajaba perfecto.
Un sollozo se levantó por su garganta, pero lo cortó tragando. El anillo era hermoso, justo del tipo que hubiera querido recibir de su novio de tanto tiempo.
—Gun, te estás torturando a ti mismo —dijo Off.

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