Cap. 7

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No, esto no está sucediendo. Gun miraba a través de las puertas del vestíbulo mientras Off guardaba sus maletas en su auto. A pesar de que cada célula de su cuerpo le estaba diciendo que corriera al exterior y lo besara, que lo convenciera de quedarse un día más para que pudiera decidirse, sabía que no sería justo para él. Se merecía algo mejor que un chico con unos antecedentes emocionales complicados. Pero más que eso, esto no era justo para Tay. Comenzar una nueva relación cuando el todavía no había terminado su luto por Tay sería parecido a glasear un pastel antes de que incluso hubiese terminado de enfriarse; sólo terminarías con una masa pegajosa.
Su cerebro podría darle sentido a la situación, pero de todas formas le dolía el corazón. Era como si la verdad sobre la cirugía de Off le hiciese perder a Tay de nuevo. Pensaba que Tay lo había encontrado y estaba de regreso en su vida.
Pensaba que había sido un golpe de suerte que el corazón de Tay hubiese sido trasplantado a alguien tan bondadoso, y, aunque Off tenía sus fallas, era maravilloso y honesto. Pensaba que por fin había encontrado al hombre perfecto.
Pensaba, pensaba, pensaba... y finalmente decidió que no podía pensar en nada más.
Empacar el resto de las pertenencias de Tay pasó rápidamente cuando el sólo lanzó todo en las bolsas de donación. Al final tenía varias bolsas para donar y una caja para enviar a los padres de él en Chicago. Todo lo demás fue dejado al amigo de New, quien estaba recibiendo un buen trato con un apartamento lleno de cosas gratis. New había ofrecido pagar, pero el no podía aceptar un pago por algo que no le pertenecía.
―De todos modos creo que Tay sería más feliz si a sus cosas les fuese dado un buen uso, en lugar de ser vendidas ―dijo el mientras echaba un último vistazo a la cáscara vacía del apartamento. Parecía tan normal, como si alguien más hubiera vivido allí en vez del hombre al que había amado... y fue entonces cuando supo que había logrado su cometido en Colorado.
―Cuídate, Gun ―dijo New, dándole uno de sus grandes abrazos de oso que el había conocido durante sus tiempos más felices―. Espero que las cosas vayan bien para ti.
―Tú también ―dijo el, sabiendo que era la última vez que se verían―.
Buena suerte en las próximas pruebas. Sé que Tay estará allí para animarte.
New se echó hacia atrás y sonrió.

—Por supuesto. Él estará a mi lado, diciéndome que apresure mi trasero cuesta abajo.
—Suena bien —dijo el con una sonrisa triste—. Cuídate.
Ocho horas más tarde, estaba de regreso en su apartamento de Lakeview, Chicago, exhausto tanto física como emocionalmente. De camino a su dormitorio, notó el contestador automático parpadeando con cinco mensajes. Aunque estaba a punto de quedarse dormido de pie, presionó el botón de reproducción.
Los primeros eran de sus hermanas, Lisa y Jolene, pidiéndole que le devolviera las llamadas tan pronto como llegara a casa. Uno era de su amigo, Chris, queriendo hablar sobre un pastel con el que sorprender a su novio. El último mensaje fue una completa sorpresa porque el nunca le había dado su número.
Sin embargo, la profunda voz de Off llenó el pequeño apartamento.
―Hola, Gun, soy yo. Espero que no te importe que te llame aquí. Llamé a tu panadería y tu hermana, Jolene, me dio tu número —decía él en un tono apagado.
En el fondo, podía oír el estruendo de la vida moviéndose a su alrededor―. Así que sólo estoy sentado aquí en el aeropuerto, esperando mi vuelo, que por cierto está retrasado. Vaya suerte la mía, ¿eh? Pero estoy bastante seguro de que nadie estará sentado a mi lado en la primera clase. Pensé que apreciarías eso.
Gun sonrió, imaginando al candidato perfecto al Salón de la Fama de Imbéciles, que había conocido en el avión. Cuán rápidamente le había demostrado que estaba equivocado.
El mensaje continuaba:
―Así que tuve mucho tiempo para pensar mientras conducía hasta Denver, y a pesar de que era una situación bastante jodida en la que nos encontrábamos, no podía evitar  extrañarte. Incluso aunque estes confundido en este momento y obviamente todavía enamorado de Tay, sigo pensando que eres asombroso. No quería irme sin decirte eso.
Gun sintió el escozor de las lágrimas una vez más y supo que si no estuviese tan agotado, estaría llorando de nuevo por enésima vez ese día.
―Así que, fue un placer pasar estos días contigo. Y, por cierto, lo siento por el comentario del suéter. Cuídate, Gun.
La máquina emitió bip indicando el final de los mensajes. Gun colocó una mano sobre sus ojos, cansado y en carne viva más allá de toda comparación.
Esperaba que dormir un poco y un nuevo día le traería un poco de claridad altamente necesaria a su confuso cerebro.
―¿Por qué no me llamaste? ―preguntó Lisa, su hermana, en cuanto Gun entró por la puerta trasera de su panadería―. Podría haberte recogido en el aeropuerto.

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