Capítulo IX.

115 11 2
                                    

-¿De qué hablas, Tom? – cuestionó Georg logrando que la vista fija en mi que mantenía mi hermano, se desviara en dirección a él dándole un poco de atención.

Mierda, podría jurar que las veces que se me queda viendo de esa forma, hasta se me hace porque está flipado conmigo, pero eso solo era producto de mi gran deseo de que él realmente sintiese algo por mi. ¿Qué me ha dicho hace un par de semanas allá en la casa? Haced memoria, por favor, de solo recordarlo, se me aguan los ojos.

-Jugaremos un juego que hace mucho no jugamos, Geo… - habló mi gemelo pasando uno de sus brazos por la nuca del susodicho y comenzó a caminar. Por un momento pensé que iba a matarlo.

Caminé tras ellos, no deseaba estar solo allí, mucho menos extraviarme al haberme quedado en pie sin hacer nada mientras les veía alejarse, y me quedé en silencio. Maldita sea, necesitaba la protección de Thomas.

Al cabo de unos largos minutos caminando en (para mi, ya que no conocía ni un cuarto de ese lugar) una dirección desconocida, finalmente nos detuvimos. Tom comenzó a hablar incoherencias, como si estuviera drogado, cosa que si yo no viviera las 24 horas del día, junto a él, hubiese creído de inmediato. Listing empezó a mirarme de una forma un tanto extraña, ¿por qué? No lo sé, lo único que sé, es que mientras caminaban, mi gemelo iba diciéndole ciertas cosas en voz baja, como… murmurando para que yo no les oyera, lo cual logró, porque ahora me encontraba más perdido que antes.

-¿Qué miras? – me animé a preguntar con toda la mala leche, debido a lo incómodo que me sentí en esos momentos. – Tengo monos en la cara, ¿o qué?

Alzó ambas cejas hasta el cielo en una expresión de asombro. Yo jamás le hablaba mal a él, siempre nos hemos llevado de lo más guay, pero allí, los nervios se instalaron en mi mente y me fue imposible disimularlo, por lo que los transformé de alguna forma, en cabreo.

-No sabía que te iban los tíos, Bill. – y se me cayó la mandíbula hasta más abajo del suelo. ¿Q-qué me acababa de preguntar? – Ahora entiendo por qué te habías encerrado en tu casa. – tragué saliva aún sin creérmela, con la típica expresión de poker plantada en mi rostro y me le quedé viendo incrédulo.

No podía ser cierto… no…

-¿Qué mierdas dices? – cuestioné con los ojos muy abiertos, todo lo que dieron.

-Lo que oyes. Tom me lo acaba de decir. – desvié mi vista a la de mi gemelo, fulminándole con ella. ¡¿CÓMO QUE LE HABÍA DICHO SEMEJANTE CHORRADA?! ¡A mi no me gustan los tíos!

¡ESPERAD! ¡No me ataquéis de ese modo, joder! Es cierto, me gusta o al menos… me gustaba que mi gemelo me diera por culo, pero eso no significa que me atraigan los chavales. No, ni de coña. El único que tenía esa clase de acceso a mi cuerpo, era única y exclusivamente mi hermano, Thomas. Pero ahora empezaba a pensármelo dos veces. ¿Por qué? Porque si no me daba una buena explicación acerca de la gilipollez que se acababa de mandar, no volvería a tocarme un puto pelo.

¿Pero qué digo, coño? No puedo contra él.

Entrecerré mis ojos sin apartar la mirada de la suya y él sonrió de lado. ¡Se me estaba burlando en la cara! Lo que había dicho era una gran mentira, pero yo le mataría, esa era una gran verdad.

-¡¿Qué coño estás diciéndome?! – pregunté cabreado, totalmente salido de mis casillas.

-No te pongas así, joder. Quédate tranquilo, no diré nada. – cerré los ojos con fuerza. No podía ser que esté diciéndome eso. Cuando los abrí, se encontraba frente a mi, más… más cerca que antes; tal vez diría… demasiado cerca.

-¿Q-qué haces? – cuestioné retrocediendo un poco, ¿qué es lo que estaba haciendo? Miré a Tom, el cual estaba de espaldas fumando un cigarro. ¡Justo en ese momento, se había puesto de espaldas a nosotros!

Peligrosa Obsesión Where stories live. Discover now