Capítulo III.

63 7 0
                                    

- Así… - susurró apegándome un poco más a su cuerpo sin dejar de moverse un solo segundo, y tragué saliva cuando nuestros pechos desnudos se conectaron.

Jesús…

- ¿E-Eldwin estará allí? – cuestioné luego de recordar los primeros roces con él.

- Sí, te cayó bien, ¿verdad? Los vi en la fiesta – mi corazón se detuvo. – hablando muy animados antes de… bueno, de embriagarme. – continuó sin apartar la vista del camino y de alguna forma, el alma me volvió al cuerpo.

- Tienes una sonrisa muy hermosa… Bill. – murmuró peligrosamente cerca de mi rostro, aún sin apartar su mano de mi barbilla, y clisó su mirada en mis labios.

- ¿Nene? – repitió ante mi crudo silencio.

- Sí, claro. Él… él me ha caído muy bien. – respondí con cierto nerviosismo, intentando no ser delatado por el puto sudor que comenzaba a caer por mi sien.

- Además me han dicho que le fascinó haberte conocido. – agregó y fue como si un palazo hubiese dado justo en mi nuca.

Un brazo rodeó mi estrecha cintura, enderezando mi postura y así quedar más a ‘su alcance’.

- ¿Eso te dijeron? ¿Quién te lo dijo? – interrogué con cierta desconfianza de cuál podría llegar a ser su contestación.

- El mismo Eldwin, Nene.

Choqué contra algo duro y frío, entonces supe que habíamos dado con la pared. Comenzó a abrir y cerrar sus labios en torno a los míos y no supe qué hacer.

- Ohh… comprendo

- Y dime, ¿de qué han hablado?

Llevé ambas manos a su nuca y solo me dejé guiar por lo que sentí en el momento.

- Nada importante. – respondí tragando grueso, pero con disimulo.

- ¿Como qué? – preguntó con una curiosidad que me aterraba. Hacía ya mucho tiempo que había dejado de interrogar lo que yo hacía o dejaba de hacer, ¿por qué había vuelto a empezar? - ¿Le has hablado de nosotros?

Sus manos se posaron a cada lado de mi rostro, ejerciendo una leve presión contra el suyo, pero no demasiada. Era como si solo desease saborearme con lentitud, sin apuros, pausadamente…

- ¿Qué dices? – cuestioné saliendo completamente de mis pensamientos. ¿Me preguntaba si le había hablado acerca de nosotros? ¿Me creía imbécil? ¡Por supuesto que no! Mucho menos luego de lo que había sucedido.

Le dejaste completamente descolocado; te apartaste de él sin siquiera darle la mínima explicación, ¿por qué te fuiste así? De seguro te hubiere entendido si le decías: ‘No, Eld. No puedo hacer esto, porque estoy saliendo con mi hermano.’ Eso es. Él te habría comprendido.

¿Otra vez tú? ¡¿Qué mierda haces en mi cabeza todavía?! ¡¿No te cansas de que te eche continuamente?! ¡¿No te agota el hecho de joderme la vida a cada segundo?! ¡¿Cuándo dejarás de entrometerte en mis cosas?!

¡JAMÁS! ¡Me has ignorado miles de veces! Ese fue tu mayor error, Bill Kaulitz. Oh sí… nunca debiste haberme ignorado, pasarme por alto, etc. ¿Por qué? Porque yo solo deseo hacerte abrir esos putos ojos que pareciera que te los han pegado con pegamento, ¡porque sigues con la absurda idea metida en la cabeza de que tu gemelo te ama! Ahora lo pagarás. No hoy, ni mañana. Pero algún día me las cobraré, y tú caerás. Claro que sí… caerás realmente bajo, tanto, que ni los perros te querrán.

- ¿Por qué no? – cuestionó posando su mano derecha sobre mi muslo izquierdo. – Ya te he dicho que quiero decirle al mundo qué papel cumples realmente en mi vida, Nene.

Peligrosa Obsesión Where stories live. Discover now