Mendacia Capítulo 13

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La injusticia al final produce independencia.

Voltaire


Lauren

Estoy medio dormida cuando siento un cuerpo deslizándose sobre el mío y unos labios acariciando mi mejilla. Al principio, me quedo ahí tumbada, sintiendo el calor de la otra persona pero luego mis ojos se abren y mi mano sale disparada, lista para golpear contra...

Mis ojos se abren ampliamente cuando Camila me agarra la muñeca con un agarre más fuerte de lo que creía que era capaz y echa la cabeza hacia atrás, sus ojos se abren en shock cuando apenas esquiva mi golpe.

—¡Joder! —grito, sentándome de un tirón mientras ella se acomoda en mi regazo—. ¡Lo siento mucho! ¿Qué demonios? Yo no...

Comienza a reírse, confundiéndome como el infierno.

—Supongo que fue una forma estúpida de despertarte cuando te acostaste sin mí —dice, ahora sonriendo mientras me deja caer la muñeca y me rodea el cuello con sus brazos.

Casi me estremezco al ver lo cerca que estuve de golpearla. Gracias a Dios que tiene buenos reflejos.

—Maldición, Camila, lo siento mucho.

—No lo estés —dice, sonriendo mientras roza sus labios con los míos—. Al menos no tengo que preocuparme de que otra mujer te seduzca cuando estoy lejos.

Gimo, devolviéndole el beso mientras mi cuerpo sigue temblando.

—Nunca tendrías que preocuparte por eso de todos modos. Te dije que no amo fácilmente —murmuro en sus labios.

Me besa más fuerte, sus dedos pasan a través de mi cabello. Justo cuando empieza a presionarse contra mí, la puerta se abre y una maldición femenina es pronunciada.

—¡Perdón! —la voz de Keana es como una manta húmeda sobre nuestras libidos.

—Seguro —refunfuña Camila, mirando por encima del hombro mientras suspiro y la abrazo. Ni siquiera hace un movimiento para alejarse, lo cual está bien para mí.

—¿Qué? —le pregunto a Keana, que tiene la gracia de parecer avergonzada.

—De verdad, lo siento. No sabía que Camila estaba aquí.

—¿Entonces está bien que entres en la habitación de mi novia sin llamar si no estoy aquí? —Camila le pregunta en un tono inquietantemente frío.

Frunzo el ceño, mirando la cara de Camila. Está desprovista de toda emoción, y es como si ocultara la ira que siente con demasiada facilidad. ¿Qué demonios?

Keana llama mi atención cuando echa los hombros hacia atrás, una sonrisa burlona en sus labios.

Ah, maldición.

—Supongo que los viejos hábitos son difíciles de erradicar, considerando que solía entrar en su habitación todo el tiempo. A veces olvidamos que ya no estamos juntas.

Maldita mierda inmadura.

—Nunca lo olvido —decido señalar, sólo para evitar que Camila piense lo contrario, porque debería saber honestamente que nunca haría nada con Keana.

Camila no se mueve, su postura nunca cambia y por alguna razón, una sonrisa retorcida tira de una esquina de su boca.

—¿Lo haces ahora? —Camila pregunta en voz baja—. Supongo que podría recordártelo alguna vez.

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