capítulo 3

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La pena de mis padres por posesión de droga fue de un año, o pagar una multa de diez mil dólares. Dinero que en ese momento no tenía.

El oficial que trato el caso de mis padres me dijo que si el comportamiento de ellos era bueno posiblemente que en ocho meses los dejaría salir.

Suspiré, al menos ocho meses tendría de paz en mi casa, con el dinero que iba a ganar podría sobrevivir bien.

Estaba lista para irme al trabajo, arregle mi mochila con mis cosas y salí de la casa.

—Oh, hola— me detuve al ver en la calle a Merle.

—Pense que podrías necesitar un aventón— se encogió de hombros.

—¿Tu crees?— sonreí.

—Bueno, estaba por el barrio y yo...— lo interrumpí.

—Gracias Merle, me ayudaría mucho un aventón— rodó los ojos y me pasó un casco.

—¿Y esto?— él no traía casco.

—Por la seguridad... Y esas mierdas— se hizo el desentendido.

Sentía como algo cálido se iba formando en mi pecho. Y sonreí.

Merle se aclaro la garganta.

—Sube o me iré sin ti— acate su petición y emprendimos el camino hacía el bar.

Me dejó una cuadra antes de llegar al bar.

—¿Pasó algo?— pregunté refiriéndome a la moto.

—No— contestó con un tono brusco.

—Vamos, ¿Por qué llegamos solo hasta aquí?. No me mal entiendas te agradezco que te hayas traído, pero ¿dejarme una cuadra antes?— lo cuestione.

—Se lo que hablan de mi y mi familia en el pueblo, no creo que quieras llegar en la moto de un Dixon— hizo una mueca.

—¿Hablas en serio?— lo mire seria.

—O dime qué no has escuchado nada— me cuestionó.

—Pero son puras mierdas, tu me lo demostraste, nadie ayer me iba a ayudar pero tú no lo dudaste, ¿por qué te crees toda la mierda de este jodido pueblo?— trate de razonar con él.

—Me dirás que tú no lo crees, no crees que sea un drogadicto, una mala persona, ¿En serio?, eres la única persona de este pueblo de mierda que tiene una opinión diferente de mi.

—Antes solo sabía tu apellido, Merle, así que puedes darte una idea de lo poco que me importa la mierda que se hablaba de ti o tu familia. ¿Por qué es tan difícil para ti creer?. — le dije ya un poco enojada.

—Por qué es imposible— antes de poderle contestar prendió su moto y arranco, dejándome con la palabra en la boca.

Enojada camine hacia el trabajo, tenía muchas cosas en la mente. ¿Por qué Merle era amable y luego un idiota?, hombre tenía que ser.

El trabajo se pasó lento, me dedicaba a limpiar las mesas y servir a los clientes.

Al parecer que mis padres estaban en prisión era noticia en el bar.

—¡Hey, cariño!, traeme otra cerveza— me encamine hacia la mesa del hombre.

—Aqui tiene, ¿Algo más?— pregunté por cortesía.

—Un beso— hice una mueca.

—No creo que ese sea su trabajo, consíguete  una vida, hombre— alguien hablo a mis espaldas.

—A los Dixon les gusta meterse en conversaciones ajenas— hablo otro hombre.

—Y a ustedes les gusta tocarnos los cojones, déjala trabajar tranquila — al dar la vuelta me tope con un chico con ojos azules y cabello un poco castaño.

—¿Tú me puedes atender?— abrí mis ojos.

—Si claro, ven, te daré una mesa.— el hombre me siguió sin decir nada más. — Puedes tomar esta mesa, ¿Qué te puedo servir?.

—Solo una cerveza— si él era familiar de Merle eran totalmente opuestos, Merle se la pasaba hablando y coqueteando. Pero el hombre que estaba enfrente de mi era callado y muy serio.

—En un momento la traigo— me dí la vuelta y me fui directamente a la barra.

Al regresar una pregunta me estaba carcomiendo la mente.

No pude soportar la intriga.—¿Eres hermano de Merle?.

—Así que tú eres Odile— abrí mis ojos.

—Si, soy yo— tropecé un poco con mis palabras. —Pero no me contestaste mi pregunta.

—Si, soy el hermano de Merle. Daryl Dixon—se presento.

—Mucho gusto, Dary. Soy Odile Pero eso ya lo sabías— trate de bromear Pero el solo asintió con la cabeza.

—¿Sabes dónde está mi hermano?, él dijo que nos veríamos aquí pero no lo encuentro— me cuestionó.

—Bueno... Lo ví hace unas horas, pero, no sé, creo que se molestó y se fue— me encogí de hombros.

—Vaya mierda, si lo ves dile que vine a buscarlo— se levantó y salió del bar.

Al menos dejo pagada su cerveza.

Mi jornada terminó sin la presencia del mayor de los Dixon.

Así que me dirigí a mi casa. Cuarenta minutos hice del trabajo a mi hogar, no era mucho, Pero, joder. Me dolían mis piernas.

Los días pasaron rápido y se comenzó a ser una rutina, limpiaba, iba a mi trabajo y regresaba.

Cada vez me sentía más agusto en mi trabajo, los hermanos Dixon no volvieron al bar en esos días.

—Oye, hoy llegaste más temprano— dijo Marcel, mi compañera de trabajo.

—Si, hoy no tenía muchas ganas de estar en casa sola, es mejor estar aquí— sonreí.

—Tienes razón, aquí al menos nos podemos acompañar— terminamos de ponernos el uniforme y salimos directamente a limpiar.

—¿Tú eres amiga de Merle?— me sorprendió la pregunta de Axel el chico que estaba en la barra.

—¿Por qué la pregunta?— lo mire.

—Bueno, te defendió y la vez pasada llegaste en su moto, ¿No?— rasco su nuca nervioso.

Me quedé sin palabras.

—Vamos, cuéntanos— me animo Rodrigo.

—Bueno... Amigos no lo sé, pero me cae bien. Es una buena persona— me encogí de hombros.

Axel soltó una carcajada. —¿Buena persona?, por favor Odile. No mientas.

—Tu me preguntaste y yo te contesté, no mentiría con eso— aseguré.

Todos tenían una clara mueca de incomodidad.

—Aparte, ¿Por qué juzgar a una persona que claramente no conocen?.— exclame un tanto enojada. —Ni siquiera lo atienden, porque debería guiarme de sus palabras cuando ustedes no tienen ni el más mínimo interés de conocerlo.

Suspiré pesadamente. Al voltear pude ver a Merle detrás de mi, con una mueca de satisfacción reflejada en todo su rostro, haciendo que mis mejillas se tornaran de un tono rosado.

Este sería un día largo.


Nadie como tú |Merle Dixon| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora