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Estar sentada en la mesa rodeada de toda la familia me llenaba de un sentimiento confortable Eran tan cálidos, tan graciosos, tan… unidos. Sin darme cuenta una lagrima cayo por mi mejilla, extrañaba a mi familia. Pero no me arrepentía de tener a mi bebe, desvié el rostro para secar esa lagrima y me encontré con un mirar curioso y preocupado.

Le regale una sonrisa

-Chuchu mato a le guagua… –escuche reir a Michael.

Todo el mundo soltó una genuina carcajada. Realmente no puse atención al chiste desde el principio, pero su manera de contarlo y como termino hablando al final fue lo que me hizo reir.

-Papá, ese chiste es malísimo –comento Félix sujetando su barriga por la risa.

-Sí, pero siempre te hace reir –se defendió el mayor.

Taylor la hermana menor tenia quince años. Largo cabello, jugadora de voleibol, labios lindos y mejillas rosas, mirada cálida como la de Chris. Hermano mediano, diecisiete años, jugador de futbol americano, buen cuerpo, cabello corto, sonrisa coqueta al igual que Félix. Mi ángel personal.

Michael era los tres en uno solo. Risueño, alegre, simpático, directo, centrado, un padre ejemplar. Y Clara, bueno, Clara era ella.

Todos me tratan como si fuera parte de la familia haciendo que un nudo se forme en mi garganta cada tanto al pensar en lo diferente que son de la mía. Me siento cómoda con ellos, son tan fáciles de llevar.

-Ok, poniéndonos un poco serios –hablo Michael – ¿Cuándo fue la última vez que viste al doctor? –trague seco.

-Yo… -no salían las palabras de mi boca –No he ido desde que me entere –baje la mirada.

Se creó un silencio incómodo para mí, mientras sentía todas las miradas sobre mí. Me sentía pequeña, cinco pares de ojos me atravesaban por completo. Mis mejillas se sonrojaron a cotas insospechables, o al menos eso parecía.

-Samantha –era la voz de Clara –levanta el rostro corazón –me hablo dulce, hice lo que me pido –Debes ir al doctor, estas embarazada, deben checar si todo va bien con el bebe –ahogue un sollozo

-No puedo –apenas logre hablar.

-¿Por qué? –la voz de Félix sonó preocupada.

-Mis padres me dejaron sin seguro en cuanto se enteraron –más lagrimas caían.

-No te preocupes, solucionaremos eso –levante el rostro rápidamente

-No… no puedo permitir que se involucren más –alegue contra Mike.

-¿Por qué no? –Se cruzó de brazos –Samantha, eres una chica buena, puedo notarlo. Nosotros queremos apoyarte lo más que podamos, no estás sola, por favor –sonrió cálidamente, recordándome a Félix.

-Yo… no tengo como pagarles lo que están haciendo por mi –sentía ese nudo de nuevo.

-Samantha… -escuche a Félix –No tienes que pagar nada.

-Buscare un trabajo y apoyare aquí en lo que consigo otro lugar para no incomodarlos –prometí.

-Señorita Rivera, ¿cierto? –Pregunto Michael, asentí –Queremos apoyarte, sin compromisos. Estas embarazada, tienes diecisiete años, no será fácil de ahora en adelante, a veces sentirás frustración, otras tal vez odio, pero tienes que recordar que ese bebe que esperas no tiene la culpa de nada –a estas alturas las lágrimas ya caían por mis mejillas sin control –él o ella vendrán a tu vida para hacerla mejor, un hijo es una bendición… eso nunca lo olvides –vi como una lagrima caía por su mejilla también.

Caminos Cruzados (riverduccion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora