Capítulo 12

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Pov Olivia:

Despierto a la mañana siguiente. La pantalla de mi móvil marca que son las siete de la mañana y Anna todavía no ha llegado. Me levanto de la cama y salgo de la habitación sin cambiarme antes.

Freno en seco al descubrir a Anna y a Ken tumbados en el sofá del salón, abrazados en cucharita, tapados con una manta. Sonrío enternecida y continúo caminando escaleras abajo hasta llegar a la cocina. Me sirvo un café y un par de tostadas con mermelada de fresa. La casa está en silencio y no llega a mis oídos el sonido de un teclado incesante. Tal vez Mason siga dormido.

Como si lo hubiera llamado con el pensamiento, la puerta del baño se abre en ese momento y Mason aparece con solo una toalla envolviendo su cintura. Casi me cae la tostada de la impresión y aparto la mirada rápidamente, pero no lo suficiente como para que no haya visto mi reacción. Levanta una ceja y una de las comisuras de su boca se eleva más que la otra. Después suelta una risa sarcástica y desaparece escaleras arriba.


Pov Mason:

Hoy por fin he conseguido recuperar mi horario habitual, y aún así, sigo sin poder escribir. Estoy intentando tomarme la situación como unas vacaciones para no volverme loco, a pesar de que jamás me he tomado unas vacaciones. Me río en voz alta al recordar la cara de Olivia hace un momento. Seguro que me ha comparado con algún personaje de sus libros. No me sorprendería nada haberla inspirado.

Me pongo un bañador. Nada más que eso. Y vuelvo a bajar las escaleras. Olivia sigue ahí, desayunando con el Kindle en la mano. Cuando me acerco me mira de reojo, fingiendo indiferencia.

—¿Se te ha olvidado meter camisetas en la maleta? —Pregunta en tono de burla.

—Por lo encantada que parecías antes, no quería fastidiarte las vistas. —Contrataco.

—Solo me asustaste. Imbécil.

—Sí, ya lo vi. Tenías mucha cara de susto. —Me río mientras preparo mi segundo café del día y un par de tostadas. —¿Has visto dónde han dormido esos dos?

—Sí, claro que lo he visto. —Responde sin apartar la vista de la pantalla.

—Bueno, Olivia. —Agarro la taza con una mano y el plato de tostadas con la otra. —Me voy al escritorio. Ya sabes, a escribir.

Veo como tuerce la boca y como sus puños se aprietan contra el Kindle y me esfuerzo por aguantar la risa, pero como tampoco me importa, dejo que se me escape, lo que la enfada todavía más.

—Antes de eso, deberías ir a ducharte otra vez. —Sonríe de forma forzada y falsamente dulce.

—¿Y eso por qué?

De pronto, estoy empapado de arriba a abajo. De café. Frío, para mi alivio. Pero café.

—Pues por eso.

Ahora sí que tengo que esforzarme por no reaccionar. Y más que nada, para no tirarla por la ventana en dirección a la piscina.

—Sabía que llevabas todo este tiempo fingiendo que te gustaba el café. Si preferías un Cola-cao no hacía falta que buscases la peor excusa para no beberlo.

Sus mejillas arden del enfado y parece que va a explotar en cualquier momento.

—De verdad. No te soporto.

Se levanta de un salto dejando su desayuno a medias.

—No me digas. ¿En serio? No te preocupes. Es mutuo.

Me meto en el baño sin poder evitar dar un portazo y me miro al espejo, resoplando.

Maldita niña de los cojones. Esta me la va a pagar.


Pov Olivia:

Anna ni siquiera se esfuerza por intentar aguantar la risa cuando le cuento lo sucedido. Choca su palma con la mía.

—Mucho has aguantado. Todavía no me puedo creer que yo le haya dado una bofetada antes que tú.

—Yo tampoco. Y eso que no me han faltado ganas.

Estamos solas en la habitación, ya que estamos buscando que ponernos para el plan que ha propuesto Ken: Bajar a la playa. Y no a la que tenemos enfrente, no. Si no una que está a unos minutos en coche, en la que Ken ha asegurado unas diez veces que nunca hay nadie, y que bajo ningún concepto podemos llevar algo que no sean zapatillas.

Al bajar del coche entiendo al momento porque no podíamos llevar chanclas. Pues para llegar a la playa, hay que pasar por un sendero similar a la jungla. Y no exagero. Pues está lleno de eucaliptos que apartar mientras caminas.

Ken se adelanta agarrando a Anna de la mano. Le aparta cada planta y pisa las que tienen pinchos para que Anna no se haga ni un solo rasguño. Enseguida me arrepiento de haberle tirado el café a Mason por encima, justamente hoy.

—Las damas primero. —Me dedica una sonrisa cargada de veneno.

—Muchas gracias. —Disimulo que no me da pánico su venganza en un lugar como este.

Me adelanto fingiendo seguridad. Apartando las hojas de eucalipto y pisando cada planta con pinchos, como le he visto hacer a Ken. A medida que avanzo, el camino va subiendo de dificultad, convirtiéndose en una pendiente. No hay ni rastro de Anna y Ken. Pero puedo escuchar sus risas con total claridad. Cambio de posición, poniéndome de lado para poder apoyar los pies lo mejor que puedo, pero el terreno empieza a resbalar y mis tobillos están sufriendo.

—¡MASON, ESPERO QUE ESTÉS AYUDANDO A OLIVIA!

La voz de Ken llega a nuestros oídos y nuestras miradas chocan en ese momento.

—No necesito tu ayuda.

—Tampoco es que te la haya ofrecido.

—Tampoco es que la necesite. —Como si el universo quisiera mostrar cuanto me equivoco, resbalo cayendo de culo contra el suelo.

Mason, por supuesto, se descojona mientras aprovecha para adelantarme.

—Sí, sí, ya lo veo.

Cuando me levanto, descubro una cuerda a unos pocos metros. Mi salvación. En cuanto la alcanzo, me agarro a ella como si mi vida dependiera de ello. De hecho, puede que lo haga.

Centro la mirada en Mason, quién parece que se esté acordando de todos sus familiares muertos. Se nota que se esfuerza por aparentar que lo tiene todo controlado. Sus venas se marcan en sus brazos y manos mientras agarra la cuerda empleando toda su fuerza y trata de no resbalar con el barro y pisar los pinchos al mismo tiempo.

Casi me río. Casi. De no ser porque como lo haga, voy a perder el equilibrio.

Guerra de egosWhere stories live. Discover now