Dix-Huit.

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La profesora Umbrige disfrutaba visiblemente del efecto de sus palabras en la mujer enfrente suyo

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La profesora Umbrige disfrutaba visiblemente del efecto de sus palabras en la mujer enfrente suyo. Fue una noticia muy grande y difícil de digerir.

—Solo digo lo que muy posiblemente sea la solución al conflicto interno en Narnia.— se levantó de donde estaba sentada con ella, sirviendo otra taza de té para sí misma. —Y bueno, yo hubiera preferido que tome la mano de una dama de la alta casta...—seguiría hablando si no hubiera sido interrumpida abruptamente.

—¡Yo también lo hubiera preferido! — gritó Aldara sin querer. Y aunque su corazón siempre dolía al pensar que Peter tomaría a otra dama en matrimonio, no sabía si, que tomara su mano, era mejor.

—¡Señorita! —la enojó levemente. —Una futura reina jamás gritaría de esa manera. Tendremos que retomar las clases de etiqueta. Y siendo sincera, pensé mucho en la idea que usted sea la reina de Narnia. El Rey Peter es un gran líder, sabio y valiente. Junto a usted, con sus magníficos poderes, seremos una nación invencible y magnífica. Y un rey siempre sacrifica todo por su reino. —articuló con una emoción extraña la anciana; mientras tomaba la mano herida de Aldara.

Sin decir una palabra más, extrañada, la pelinegra salió de aquella habitación, su mente hecha un torbellino. Caminó rápidamente por los pasillos del castillo, sintiendo que las paredes se cerraban sobre ella. Necesitaba tiempo para pensar, para procesar lo que acababa de escuchar. Se dirigió a su habitación, esperando encontrar un respiro.

Al llegar a la puerta de su habitación, se encontró con Peter y el Sr. Tumnus, que ordenaba a las dríadas, decorar la habitación de la ojimarron, con la más frescas, aromáticas y bellas flores del reino. Los ojos azules de Peter se iluminaron al verla, pero inmediatamente se oscurecieron al notar su expresión.

—Aldara, quería hablar contigo. —comenzó Peter, su voz era grave, pero serena. —Traje estas flores para ti. —y señaló a la habitación de la morena, y ella no sabía cómo reaccionar. Su alcoba estaba repleta de todo tipo de flores, desde tulipanes, rosas hasta crisantemos.

Aldara, todavía abrumada por las palabras de Umbridge, intentó mantener la compostura pero no pudo contener su enojo. —¿Porqué crees que querría esto? ¡Puedo hacer crecer flores por mi misma! — arrancó una de las rosas, que ardió en la palma de su mano. Y las demás flores se marchitaron.

La escena se volvió sombría, Peter hizo un gesto para que las dríadas y e, Sr. Tumnus salieran del lugar, dejándolos solos. Las dríadas no dejaban de cuchichear, y el fauno salió de la escena preocupado.

—¿Es cierto, Peter?— espetó, su voz cargada de sarcasmo y rabia contenida. Al ver la cara de confusión del rubio, continuo. —¿Es cierto que estás considerando casarte conmigo solo por el bien del reino, porque soy la hija de Jadis? Y ese no es el problema, ¡el problema es que sea en contra de mi voluntad!—

Peter se quedó helado por un momento, sorprendido por su confrontación. —¿Quién te dijo eso?— preguntó, su voz llena de incredulidad.

—Umbridge,— respondió Aldara, cruzándose de brazos y fulminándolo con la mirada. —Ella me lo dijo. Dijo que tu matrimonio conmigo sería un sacrificio político, nada más—.

The Last She |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora