En el reino oculto, donde destinos son tejidos por fuerzas invisibles, TaeHyung, un heredero inadvertido, se encuentra con un artefacto enigmático que desentraña un tapiz cósmico. Este descubrimiento, sin saberlo, lo envuelve en una red de intriga y...
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CAPÍTULO 8: ¿QUÉ SIGNIFICA TODO ESTO?
Las puertas de cristal se abrieron de par en par, dentro ya se encontraba una mujer delgada de un porte impresionante, de cabello negro y lacio, largo hasta la cintura, con una expresión estoica que no cambió en ningún momento, además estaba vestida de manera que parecía que aquel atuendo había sido elegido con sumo cuidado por los mejores estilistas.
—La sala de juntas esta lista para su reunión de las nueve— anunció la pelinegra, entregándole una carpeta de cuero —El joven Jeon viene en camino.
—¿Joven Jeon? — preguntó el mayor sin siquiera mirar a la mujer.
Ella había comenzado a caminar detrás de su jefe, sus tacones de aguja resonando sobre el mármol del piso.
—Trabajo para la compañía Huimang, usted es la cabeza de la familia y el único señor, sus hijos no representan para mí el mismo nivel de respeto que usted
Las respuestas de la mujer parecían automatizadas, pero parecían mantener contento a su superior pues una sonrisa socarrona se dibujó en sus labios; pocas personas hacían sonreír a Jeon JaeHo y su secretaria, Karina, era una de ellas.
—Ni siquiera conoces a mis demás hijos— comentó con gracia, entrando en el elevador —Me atrevería a decir que tu renuencia únicamente se inclina hacia JaeHyuk.
—El joven Jeon tiene su propio estilo de liderazgo y eso nos costó bastante cuando decidió nombrarlo vicepresidente— el rostro de la pelinegra se mantenía impasible —Y hasta donde sé, para la familia Kim es considerado una persona non grata, lo cual es curioso siendo que la familia del grupo Haetsal es de sus mayores aliados.
JaeHo no dijo nada más, pero una pequeña sonrisa se instaló en sus labios, una que mostraba que la chica no adularía a JaeHyuk simplemente por el hecho de ser su hijo; en una época donde encontrar lealtad parecía una tarea imposible, Karina era un milagro.
Pensando en lealtad JaeHo no podía evitar que sus pensamientos vagaran hasta el joven que alguna vez había salvado y que desde entonces no había hecho más que agradecerle de una y mil formas; hacía semanas que no sabía nada de él y aquello era bastante inusual pues al menos una vez al mes este lo llamaba para juntarse a comer.
—¿Te ha llamado Nam DongSoo? — preguntó de pronto, la mirada de Karina se iluminó por un segundo, pero hizo lo mejor por mantener la compostura
—No recientemente, señor— habló la mujer, frunciendo ligeramente el ceño ¿entonces DongSoo no la estaba ignorando solamente a ella?
—Contacta a su secretario y dile que venga a verme lo más pronto posible.
—Lo haré cuanto antes.
Las puertas del elevador se abrieron de par en par y Jeon JaeHo avanzó con paso firme, seguido de cerca por Karina. El pasillo que conectaba con la sala de juntas estaba decorado con obras de arte modernas y muebles minimalistas que resaltaban la opulencia y el poder de la Compañía Huimang. La luz natural se filtraba a través de los enormes ventanales, proyectando sombras geométricas en el suelo de mármol.
