III

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“Todas las noches, miraba la luna deseando que nuestros caminos se cruzaran en un para siempre.”

—Tiene una reunión en media hora.

Aviso mi secretaria, Angeles.

—Prepara la sala de reuniones y los documentos.

—Si señora.

Sin más salió de mi oficina. En los últimos cuatro años no había pasado demasiado, me enfoque en las metas que quería cumplir y heme aquí, tenía mi propia empresa, marca personal y el negocio familiar se había convertido en una cadena importante de restaurantes de comida tradicional, mi siguiente paso era invertir en el mundo de la tecnología y hoteles. Desde nuestro encuentro en Tijuana no volví a querer algo relacionado con el maldito amor, porque después de todos estos años no me había buscado y por mi orgullo yo tampoco, pero eso no quiere decir que mi obsesión no me siga carcomiendo el cerebro y corazón. Porque por mas que quiero soltarlo no puedo, no sé que fue lo que Logan me hizo que por mas que pase el tiempo no puedo dejarlo ir, y con cada segundo que pasa me vuelvo loca, pierdo la poca cordura que tengo y trato de distraerme con mas trabajo, pero nada sirve para que sus jodidos ojos oscuros dejen de invadir mi mente.

—Sra. Bayori.

Pestañee repetidas veces mientras salía de mi pequeño trance.

—Si, pido una disculpa, como decía, el departamento de marketing se está quedando atrás con las nuevas tendencias, tenemos que estar más actualizados que las demás empresas, y saben que la tecnología está revolucionando en el mercado hoy en día, por favor necesito nuevos modelos para la campaña de promoción de octubre. Si los porcentajes no suben en un mínimo del veinte por ciento, habrá limpieza de personal. Eso es todo, gracias.

Sin más me levante decidida, Ángeles venía detrás de mí, junto a los directivos quienes traían portafolios para proyectos y cosas importantes sobre la empresa que debía verificar con detenimiento, nadie nunca me dijo que ser empresaria seria en efecto sofocante. Pero claro, desde chiquita supe que la vida en sí, era sofocante. Tuve que madurar a temprana edad y sonará cliché, porque todos tenemos problemas como para venir y decir los míos, todos vivimos nuestro propio infierno y peleamos día a día contra nuestros propios demonios, porque todos hemos tenido una vida difícil en diferentes aspectos, pero estoy agradecida de al menos haber nacido sana… o bueno, en parte. Porque al igual que cualquier otro ser humano en este planeta, tenia secretos que nadie podía saber. 

Desde pequeña papá nos abandonó, mi mamá me inculcó el trabajo duro, y gracias a sus regaños y a su falta de empatía para criarme crecí estando consciente que todo lo bueno, cuesta, porque si no fuera difícil, todo el mundo viviría bien, pero no, existe la pobreza, la desigualdad, el racismo, la falta de empleo, y no todo es culpa de la vida en la que nacimos sino también nuestra, porque la mayoría de las personas se quedan estancadas en sus problemas, no buscan soluciones y solo que se quejan por tener esos problemas. Y lo digo, porque en toda mi infancia el principal problema de mi familia, fue el dinero.

—Hice la reservación que me pidió Sra. ¿Gusta que llame a su chofer?

Eran cerca de las nueve de la noche, la jornada de Ángeles ya había terminado, pero como mi secretaria era su deber quedarse hasta que yo me fuera, sin embargo, eso era un abuso de mi parte porque ella también tenía una vida fuera del trabajo.

—Angeles.

La chica de piel morena y cabello afro rubio me miro mientras acomodaba sus gafas.

—Si Sra.

—Gracias, por favor, te he dicho muchas veces que cuando tu jornada laboral termine solo me mandes una lista de mis pendientes.

Le sonreí, Ángeles me devolvió la sonrisa y asintió.

Entre Peonias Carmesí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora