Capítulo 5.

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Una vez más los llantos de un recién nacido resonaron en la silenciosa residencia, rompiendo la calma de la noche

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Una vez más los llantos de un recién nacido resonaron en la silenciosa residencia, rompiendo la calma de la noche. Sus gritos eran agudos y desesperados, un sonido que penetraban las paredes y llenaban el aire con una intensidad abrumadora. Cada gemido y sollozo del bebé parecían reflejar el tumulto que lo rodeaba desde el momento de su nacimiento.

Rei, estaba sentada al borde de la cama, exhausta tanto física como mentalmente. Sus ojos, enrojecidos por la falta de sueño, intentaban enfocarse en el pequeño ser que acunaba en sus brazos. Sus manos temblaban de fatiga mientras trataba de calmar a Shoto, susurros suaves y caricias tiernas apenas lograban apaciguar los lloros del bebé. Cada llanto de Shoto era una aguja en su corazón, intensificando el agotamiento que sentía desde hacía meses.

En la penumbra, Enji observaba a su hijo recién nacido con una mirada fija y cargada de una ambición voraz. Los cabellos de Shoto, mitad rojos como el fuego y mitad blancos como la nieve, eran el signo innegable de que este pequeño tenía ambos quirks que él tanto había anhelado. Sus otros hijos no habían mostrado esa combinación perfecta; solo Shoto parecía ser la culminación de sus esfuerzos y sacrificios.

Enji se acercó a Rei y Shoto, sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y obsesión — Finalmente — dijo en voz baja, aunque cargada de emoción contenida ─ Nuestro hijo es perfecto.

Rei, agotada, apenas pudo levantar la vista hacia su esposo. Su cuerpo estaba débil, sus fuerzas menguadas por el parto y los cuidados constantes del recién nacido. El peso de las expectativas de Enji la aplastaban, y aunque amaba a Shoto con todo su ser, temía por el futuro que les aguardaba a ambos bajo la sombra de la ambición de Enji.

En la puerta, Toya observaba la escena con el corazón pesado. Sus manos apretadas en puños, sus ojos reflejando una mezcla de consternación y tristeza. Sabía que con la llegada de Shoto, todo cambiaría. Durante años, había soportado los duros entrenamientos de su padre, tratando de cumplir con sus expectativas imposibles. Ahora, veía claramente que Shoto, con su quirk dual, estaba destinado a tomar su lugar.

— Toya, ven aquí — le pidió Enji sin apartar la vista de Shoto.

El pequeño se acercó lentamente, su corazón latía con fuerza en su pecho. Miró a su hermano menor, cuyos lloros parecían menguar bajo la atenta mirada de su padre.

— Este es Shoto — mencionó el hombre con una firmeza que hacía evidente su satisfacción — Él cumplirá con el destino que tú no pudiste.

Esas palabras perforaron el alma de Toya. Sentía una mezcla de envidia y tristeza, pero también una profunda preocupación por su hermano menor. A pesar de todo, no podía odiar a Shoto. Era solo un bebé, ajeno a la pesada carga que ya se cernía sobre él.

Rei levantó la vista hacia Toya, sus ojos reflejando el dolor y la preocupación que sentía por todos sus hijos. Toya, a su vez, le devolvió la mirada con una promesa silenciosa: aunque Shoto ahora sería el centro de la atención de su padre, él estaría allí para protegerlo, para ser el hermano mayor que necesitaba en medio de la tormenta de ambiciones y expectativas que Enji había creado.

Así, en esa noche marcada por el llanto de un recién nacido y las miradas cargadas de emociones encontradas, la familia Todoroki enfrentaba un nuevo capítulo en su complicada historia. Shoto, con su cabello mitad rojo y mitad blanco, se convertiría en el foco de las esperanzas y frustraciones de su padre, mientras Toya y Rei llevaban en sus corazones el peso del pasado y el temor por el futuro.

Toya salió corriendo de la sala, dejando a Fuyumi y Natsuo en una esquina, sus rostros llenos de preocupación y miedo. Sin pensarlo, corriste tras él, tus pies apenas tocando el suelo mientras atravesaba los pasillos de la casa. Llegaste a la habitación de Toya y lo encontraste sentado en el suelo, con la cabeza entre las manos, llorando.

Te acercaste lentamente, tu corazón latiendo con fuerza — Toya — susurraste, arrodillándote a su lado — Estoy aquí.

Él levantó la cabeza, sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas. Sin decir una palabra, lo tomaste de la cara, tratando de calmarlo con un toque suave. Sus sollozos comenzaron a disminuir, y sus ojos se encontraron con los tuyos, buscando consuelo y comprensión.

— No quiero ser reemplazado — dijo Toya con voz temblorosa — Quiero... Complacer a nuestro padre, volverme un héroe y que su orgullo este contigo.

Sentiste una oleada de tristeza y empatía por tu hermano mayor. Sabías cuánto había sufrido y cuánto temía por que sus esfuerzos fueran todos en vano — No serás reemplazado — dijiste con firmeza — Eres importante para mí, para todos nosotros.

Toya te miró con una intensidad abrumadora, sus emociones se desbordaban de su corazón. En un impulso repentino, sin saber cómo expresar todo lo que sentía en ese momento, se inclinó hacia ti y te dio un beso en los labios. Te quedaste paralizada por un instante, sorprendida por su acción. Sin embargo, en ese momento, entendiste que era su manera de demostrar su amor y su desesperación por no saberse controlar.

Sin decir ni una palabra, le devolviste el beso, sus lágrimas mezclándose en el proceso. Era una forma inusual de mostrar su amor fraternal, pero en ese instante, ambos entraron consuelo en el otro con contacto físico y no en el emocional, como siempre había sido.

Toya sonrió débilmente, sus ojos aún brillando con lágrimas — Gracias ─ murmuró — Gracias por estar aquí, conmigo... Por ser mi hermana.

Le acariciaste la mejilla, tratando de transmitirle toda la fuerza y el amor que sentías por él — Siempre estaré aquí, Toya. Siempre.

Ambos se abrazaron en el suelo de la habitación, encontrando un breve respiro en medio del caos que los rodeaba. Los dos sabían que sus vidas no iban hacer fáciles, que las expectativas y la ambición de Enji seguirían pesando sobre ustedes. Pero en ese momento, bajo la luz tenua de la habitación, se sentían más unidos que nunca, dispuestos a enfrentar cualquier desafío juntos.

El beso que compartieron no era solo una muestra de amor fraternal, sino también una promesa silenciosa de apoyo y protección mutua. Aunque la relación que ambos querían tener iba hacer complicada, tenían que dejarla a un lado, pero ambos sabían que siempre iban a tener al otro. Y eso, en medio de todo el dolor y la confusión, les daba la fuerza para seguir adelante.

Prohibido | Toya TodorokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora