Cap 72 Necesito una luna

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POV de Bryce

Ace y yo llegamos al Bunny Club y parece que el bar está lleno.
Será difícil que Erica esté sola en una noche tan concurrida como esta.
Me giro y miro a Ace. —Quizá deberíamos volver otra noche—.
Intento escabullirme del motivo por el que estamos aquí.
—No—, Ace me fulmina con la mirada. -Vas a entrar ahí para rechazarla. No puedes quedarte con una compañera-.
—Amber no es una compañera—, gruño por lo bajo. -—Va a ser mi
Luna—•
Ace pone los ojos en blanco antes de salir del coche. —Da igual—, murmura en voz baja.
Sin mirar atrás, Ace entra en el Bunny Club y cierra la puerta tras de sí. Respiro hondo varias veces, salgo del coche y entro en el bar.
El aire huele a aceite de coco, sudor y lujuria, pero,el olor a lavanda es el más fuerte de todos.

Ace está de pie justo detrás de la puerta con los ojos clavados en la barra. Sigo su mirada y entonces la veo. Por primera vez en varias semanas, Erica está de pie a pocos metros de mí. Es como si volviera a verla por primera vez.
Lleva el pelo rubio recogido en un moño desordenado sobre la cabeza, con varios pelos sueltos que le enmarcan la cara. Sólo lleva puesto un sujetador rojo brillante y una falda corta de cuero.
Su sonrisa ilumina el bar mientras atiende a los clientes. Lo único que deseo es correr hacia la barra y cubrir su cuerpo de las miradas del resto de los clientes. De repente, me doy cuenta de que no puedo hacer lo que he venido a hacer.
Agarro a Ace por el hombro e intento sacarlo del bar. No quiero seguir aquí. —Tenemos que irnos—, le susurro al oído, pero Ace sólo me fulmina con la mirada.
—No te vas a librar tan fácilmente—, grita Ace por encima de la música. Me arranca el hombro de la mano y empieza a caminar hacia el bar.
No se me escapa cómo se tensa el cuerpo de Erica cuando levanta la nariz al aire y capta nuestro olor. En lugar de salir corriendo de la barra como la última vez, se dibuja una sonrisa falsa en la cara y coloca dos servilletas delante de nosotros.
—¿Qué os pongo de beber?—. Pregunta, fingiendo que no nos conoce.
—A elección del camarero—, dice Ace como si llevara toda la vida bebiendo en bares.
Erica pone los ojos en blanco y vuelve con una botella de whisky.
Vierte el whisky en los vasos y los desliza hacia nosotros antes de darse la vuelta y alejarse para ayudar a otra persona.
—Erica—, la llamo, y todo su cuerpo se paraliza.
Erica se da la vuelta y me mira fijamente. —Me llamo Jasmine—.
Asiento con la cabeza en señal de comprensión, quiere permanecer en el anonimato. —Jazmín—, digo vacilante. —¿Puedo hablar contigo un momento?—
Erica respira hondo antes de mirar en mi dirección. —No tengo nada que decirte—.
—Por favor, Zorrita—, le ruego. —Sólo necesito explicarme.
—No puedes llamarme asi—, gruñe.
Se vuelve hacia mí y golpea la botella de whisky contra la barra, que se rompe por la fuerza. El líquido marrón cubre la barra y Erica maldice en voz baja.
Erica limpia el vaso y el whisky de la barra. Mientras limpia la barra, un trozo de cristal le alcanza un dedo y empieza a sangrar.
-Joder—, sisea mientras intenta presionar la herida.
Ace se acerca inmediatamente a la barra y toma su mano herida entre las suyas. Inspecciona cuidadosamente el corte de la mano de Erica. Con delicadeza, le saca un trozo de cristal de la mano antes de envolverle el dedo en la servilleta que había dejado sobre la barra.
—Así que no has sido tú—, la mirada de Erica se suaviza al mirar a
Ace.
—No fui yo—, dice Ace mientras deposita un beso en su mano herida.
—Eh, Lynne—, grita Erica por encima del hombro. —Necesito una venda—.
La pelirroja de la otra noche se da la vuelta y ve el desastre que hay por todo el bar. Me mira y luego vuelve a mirar a Erica.
—¿Por qué no te tomas un descanso?—, dice Lynne mientras camina hacia donde está Erica. -Yo limpiaré esto—.
Erica asiente secamente a Lynne y me mira con una expresión de dolor en la cara. -Puedes venir conmigo-, dice.
Erica desaparece en la trastienda del bar y Lynne abre la barra para que pueda seguirla. Abro la puerta de la trastienda y enseguida tengo que apartar la vista del suelo. Las bailarinas están de pie, en topless, charlando entre ellas. En cuanto me ven, la sala se queda en silencio y todas me miran. Supongo que Erica les ha contado todo lo que ha pasado.
Erica saca un botiquín de un estante superior y empieza a limpiarse la herida. Intento ayudarla, pero me aparta los brazos.
—No me toques—, le siseo.
—¿Hay algún sitio donde podamos hablar que sea más privado que este?—. le pregunto mientras recorro la sala con la mirada.
Todas las bailarinas me miran.
—O me hablas aquí o no me hablas—, me gruñe Erica.
Me aclaro la garganta torpemente y la miro. —He venido a disculparme—, empiezo. —Creía que lo de la traición del vínculo de pareja era sólo un mito—.
—Así que pensaste que nunca lo descubriría—, Erica se ríe sarcásticamente.
—Nos dejaste y necesito una Luna—, intento explicarle.
—Lo entiendo—, dice Erica mientras me mira con lágrimas en ios ojos. —Entonces, ¿quieres hacerlo tú o quieres que lo haga yo?—.

Maldecida con los trillizos alfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora