‧₊˚Extra 2༉‧₊˚.

983 187 73
                                    

♪ ˖ ⊹ ♬˚₊‧

"No sé si alguna vez podré mirarte a los ojos y decirte todo lo que siento sin que se me quiebre la voz, sin que el eco de mi silencio te arrastre al abismo de mi dolor".

-Alejandra Pizarnik.

JENNIE KIM.

Desperté. Pero no lo hice en mi cama, en un lugar que lo haría habitualmente todas las mañanas. Esto era diferente, no reconocía el lugar, pero me llenaba de una paz inmensa. El cielo era de un azul profundo y el aire estaba cargado de una calma que jamás había experimentado. Miré a mi alrededor, maravillada por la belleza que me rodeaba. Las flores brillaban con colores vibrantes.

El canto de los pájaros parecía una melodía celestial.

Le levanté lentamente, sintiendo la suavidad del césped bajo mis pies. Comencé a caminar sin rumbo disfrutando de cada paso, hasta que de un momento a otro, la vi. Lalisa estaba allí, de pie frente a mí, con una sonrisa serena en el rostro. Su presencia me dejó sin aliento.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté, sin poder ocultar mi asombro.

—Vine a visitarte, solo por un tiempo —respondió con tranquilidad— Bueno, la que vino a visitarme fuiste tú.

Sentí esa inmensa alegría en mi pecho junto a esa tristeza que siempre se mantuvo ahí desde su partida. Lalisa estaba muerta, y yo sabía que esto no era más que un sueño. Una visita fugaz a su mundo.

Lalisa me tendió su mano, —Vamos a dar un paseo rápido.

La tomé sin dudarlo, y así, comencé a caminar de su mano. Yo estaba observando todo a mi alrededor, veía nuestras manos unidas, y estaba caminando junto a ella, como de esas tantas citas, que por más que disfruté, nunca pude ver, nunca pude verdaderamente disfrutar de su linda sonrisa, así como ahora.

—Puedes hacerme cualquier pregunta que desees —ofreció Lalisa con una sonrisa.

—¿No extrañas el mundo? —le pregunté, la curiosidad consumiéndome.

—No, no lo extraño —respondió con firmeza—. Aquí no hay dolor, no hay enfermedades. Me siento libre y en paz. Lo único qué extraño eres tú.

Por más que quería llorar, aquí parecía ser extraño hacerlo, sentí un nudo en mi garganta, a pesar de la calma del lugar, sentía una punzada de tristeza en mi pecho.

—También te extraño —le dije—. ¿Por qué no me llevas contigo?, ¿por qué no dejas que tome tu mano y me quede aquí?

Lalisa me miró con ternura.

—No puedo hacerlo, Jennie. Tienes metas que cumplir, cosas que hacer... pronto es tu boda. Debes seguir adelante. Aunque aquí sientas una paz inmensa, aún tienes una vida por vivir con el verdadero amor de tu vida.

—A veces me pregunto si algún día encontraré esa paz en el mundo —suspiré.

—La encontrarás, pero debes ser paciente —me aseguró Lalisa—. Ahora, ¿quieres bailar?

Me mordí el labio inferior con una sonrisa y asentí. Lalisa sostuvo mi cadera con una de sus manos, mientras con la otra agarró mi mano, sosteniéndole en el aire. Entonces ella me guio, como la primera vez que bailamos, Lalisa seguía guiando mis pasos, esta vez yo la podía ver, podía mirar fijamente a sus ojos y saber lo que pasaba por ellos.

El cómo me miraba, lo lento que iba y el cómo sonreía al verme, la sensación tan agradable que dejaba en mí. Sonreí reteniendo las lágrimas y bailando a su propio paso sin perder el mío. Lalisa me giró sobre mis talones y me regresé a ella, moviéndonos por todo el suave césped sin lastimarnos los pies. Ella me sostenía.

If You Let Me Stay. (Jenlisa).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora