Sandra:

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Cuando se despertó a la mañana siguiente para el desayuno, Ava había recuperado la calma y el dominio. Estaba determinada a afrontar el terror que le provocaba el hospital y sus integrantes, e intentó aferrarse a su antigua amiga como el único salvavidas que podía ofrecerle su encierro. En el comedor buscó a Gema con la mirada, sin embargo no logró hallarla allí. Más tarde, antes de la terapia de grupo a la que debían incorporarla uno de esos días según una enfermera, la buscó por el jardín y los dormitorios. Por qué aún no se reunía con las demás pacientes para ella era obvio, Marfil no quería que hablara. Ava no comprendía por qué se tomaba tanta molestia, los primeros días nadie le había creído que estaba allí a la fuerza y menos que habían secuestrado a su hija.

La joven pasaba por delante de una de las ventanas del salón que se destinaba a las reuniones, cuando miró a todas las personas allí reunidas. No halló a Gema, pero se quedó observando todas las caras. ¿Alguno saldría de allí alguna vez? Una joven mujer hablaba, mientras aferraba una muñeca rubia. Ella y la muñeca estaban vestidas con el mismo traje y sus rulos castaños eran casi iguales. Parecía y actuaba como una niña, pero tendría ya más de veinticinco años. ¿Alguien podría ayudarla? Pensó, o el pasado estaba demasiado metido en su mente como para distorsionar su realidad para toda la vida.

—Disculpe, ¿quiere venir a ver una película? —le dijo una enfermera, de la que no recordaba el nombre, pero sí su rostro. Un enfermera joven y sin experiencia, aunque a esa altura ya debía tener bastante.

—¡Oh! —titubeó Ava. Era amable y solo quería interesarla, el temor que tuvo al principio se disolvió.

—Andrea quiere ver La sirenita, pero hemos logrado que acepte otra película más... —dejó la frase en suspenso.

La mujer no sentía ganas de ver nada y deseaba encontrar a su antigua amiga.

—Estaba buscando a mi amiga... Se llama Gema, pero no puedo hallarla —replicó y se la describió minuciosamente.

—¡Ah! Ya sé de quién me habla —dijo, mientras miraba sobre su hombro, parecía indecisa y apenada—. Creo que uno de los doctores debiera explicarle "eso", yo... yo no estoy autorizada.

Ava comenzó a alarmarse.

—¿Le pasó algo? Parecía bien anoche.

—¿Anoche?... No es posible, ella... ella falleció hará unos meses —replicó, con el ceño fruncido y una expresión de disculpa en su rostro.

—¡Oh!

Estuvo a punto de contradecirla, de decirle que la había visto... ¿Pero la había visto? Un temor real la invadió de nuevo. No, no estaba loca... ¿A quién había visto? La enfermera la miraba como titubeando entre dos decisiones, Ava leyó en su rostro... "Otra vez alucinaciones". Temerosa dijo:

—Seguro lo soñé. Ella me recuerda mucho este lugar. Sería lindo ir a ver esa película.

Luego siguió a la enfermera a la sala de la televisión, donde una discusión entre dos pacientes distrajo a la jovencita y se olvidó de Ava. La película elegida fue una clásica de romance, que le pareció aburrida y predecible. No se emocionó como las demás e incluso le causó risa. Una de las pacientes se enojó con ella por sus burlas y tuvo que huir a los jardines para que la mujer se calmara, perdiéndose el final. Habría sido mejor ver La sirenita, pensó desanimada.

Ava se introdujo por un camino lateral que llevaba a un banco bien oculto de las miradas de cualquiera que pasara por allí. Le gustaba ese lugar, su privacidad se había reducido a la nada y le costaba habituarse luego de estar viviendo tanto tiempo en soledad. Pensó en Ángela y en lo cerca que había estado de encontrarla, luego en Manuel... ¿Lo habían atrapado como a ella? Pensó en lo peor, en una tumba desconocida en el campo, pero desechó con fuerza la idea antes de que las lágrimas acudieran a la llamada de sus ojos. Extrañaba mucho su compañía, sus palabras de consuelo y la calma que siempre la rodeaba cuando estaba cerca. Con él se sentía segura y el valor del que siempre había carecido, volvía a ella. Con Manuel era fuerte, era valiente, era intocable. Se preguntó si él no se había convertido en algo más en su corazón, que quien era su roca, su mejor amigo. Buscó en la aguas de su alma, muy profundo, pero el lodo y el fango no dejaron que hallara esa respuesta. Tenía miedo, pero no sabía de qué.

Ecos de la memoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora