—Vale, jovencita, antes de que se preparen para la salida... ¿Te importaría contarme por qué has aparecido por el vestíbulo del hotel con pelos de electroduende y cara de haberte fumado tres porros antes de desayunar?
Bibiana me mira con una sonrisa inocente y los ojos llenos de travesura, revelando sin necesidad de palabras que todo eso tiene un motivo y está deseando contármela. En cuanto la he visto aparecer por los ascensores del hotel, sonriendo como si acabase de tocarle la lotería, me he imaginado lo que hizo ayer por la noche. Mi mejor amiga es incapaz de guardar sus propios secretos y casi se le escapa de camino al circuito en cuanto le he preguntado un par de veces solo para reírme de las ganas que tenía de contármelo todo. No he querido presionarla más porque sé que no habría aguantado más de diez minutos en contármelo con pelos y señales delante del chófer, así que he decidido esperar a estar sentadas a solas en nuestra salita para ver la carrera.
—¡Bueno, vale, te lo dire...! —suspira Bibiana como si llevase insistiéndole tres horas sin descanso. Inmediatamente después, adopta esa misma sonrisa traviesa y se echa un mechón de pelo hacia atrás—. Digamos que, desde ayer, no eres la única que ha montado en un Ferrari.
No tengo que fingir la sorpresa o emoción a pesar de haberlo deducido ya, y mi chillido se une al de Bibiana mientras nos abrazamos. Estaba deseando que Carlos y ella por fin resolvieran esa tensión sexual que cualquiera podría palpar entre ellos.
—¡Lo sabía, te juro que lo sabía! ¡Cuando has aparecido esta mañana con esa cara es lo primero que he pensado! ¡Ya estás contándomelo todo, vamos!
—Pues mira, ayer Carlos me sorprendió llamando a mi puerta por la noche todo bien vestido con un ramo precioso de rosas que casi me caigo de culo al verle —empieza a contar, agarrándome del brazo como si fuese a escaparme—. Resulta que había preparado una cena en el balcón de su propia habitación, lo cual a mí me venía divino porque así, cuando llegase la hora del postre, me lo podía comer directamente...
Bibiana y yo rompemos a reír y me cubro la boca con una mano, sabiendo que, si Carlos estuviera aquí presente, pasaría mucha más vergüenza que mi amiga al relatarme lo que ocurrió anoche con tantos detalles.
—¡¿Y qué pasó después?! O sea, además de montar el Ferrari, ¿hablasteis... algo?
—A ver, justo después de cenar, tenía la boca demasiado ocupada comiéndome todo su postre —explica con una sonrisita pícara—. Tía, Carlos es mucho mejor amante de lo que jamás habría podido imaginar, ¡te lo juro! Perdí la cuenta de todas las veces que me corrí y casi no hemos dormido porque además de hacerlo en todas las posturas imaginables, esta mañana me ha despertado comiéndomelo todo antes de irse. De verdad, si alguna vez pruebo a cualquier otro hombre, me va a parecer un inútil en comparación.
—¡Míralos, ¿pero quién lo iba a decir?! Con lo modosito que es Carlos, jamás me habría imaginado que de puertas para adentro sería tan marrano como tú —bromeo, riendo con ella—. ¿Así que habéis empezado algo? Porque te conozco y sé que no estás dispuesta a dejar escapar a un hombre como él después de ayer.
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Todo al rojo {Charles Leclerc}
FanfictionAtenea ha sido fan de la Fórmula 1 desde que tiene uso de razón. Su pasión por este deporte fue contagiada por su padrastro, así como su apoyo incondicional por un piloto en particular: Fernando Alonso. Tras años siguiendo las carreras desde el saló...