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Cuando los primeros rayos de sol se cuelan entre las cortinas, la luz me arranca poco a poco de los brazos del sueño y parpadeo para acostumbrarme a ella

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Cuando los primeros rayos de sol se cuelan entre las cortinas, la luz me arranca poco a poco de los brazos del sueño y parpadeo para acostumbrarme a ella. Junto a mí, tumbado sobre la cama con una bandeja repleta de incontables dulces y dos tazas de café, está Charles, que se ve increíblemente sexy recién despierto.

—Buenos días, ma chérie. ¿Quieres un cruasán con Nutella? ¿O un donut? He pedido todo lo que se me ha ocurrido —dice Charles, inclinándose para posar un beso sobre mis labios—. Hoy es la última carrera antes de las vacaciones y necesitas energía para ver ganar a tu hombre.

Yo me incorporo y acepto una de las tazas de café y un donut, dándole otro beso. La perspectiva de pasar mis primeras vacaciones con Charles desata la bandada de mariposas en mi estómago, aunque todavía estamos en julio y el mes de libertad como tal es agosto. De hecho, antes de eso tenemos un compromiso que revoluciona todavía más mi interior y me pinta una sonrisa traviesa en el rostro.

—Gracias, amor, ¿pero qué hora es? ¿No deberías estar ya con el equipo? Y ya sabes cómo vamos a pasar lo que queda de julio, ¿verdad?

—Todavía son las ocho, así que tengo algo de tiempo —explica, acercando el donuts a mi boca para que le dé un mordisco—. Claro que sé cómo pasaremos el resto del mes; vamos a estar tranquilitos en la grada viendo los partidos de las selecciones de España y Francia...

—¿Cómo que Francia? —interrumpo con el donut a medio masticar, alzando una ceja con expresión seria—. ¿Quieres ver a la selección francesa?

Charles se queda con el brazo sujetando el dulce suspendido en el aire y su sonrisa empieza a flaquear a medida que la confusión se abre camino en su rostro. Yo me limito a fruncir los labios, esperando a que él mismo se dé cuenta del error en lo que acaba de decir, pero cada vez se ve más extrañado. A juzgar por su expresión, se ve que, aunque no tiene ni idea de qué está pasando, quiere hacer control de daños al ver mi seriedad.

—Bueno, eh... sí, es como si fuera mi segunda selección. Como Mónaco no tiene, siempre he ido con Francia.

—O sea que pretendes llevar a tu novia española a apoyar a la selección francesa en la Eurocopa —repito lentamente, haciendo énfasis en las nacionalidades.

Él abre la boca para responder, aún sin pensar en lo que estoy diciendo, pero de repente, su expresión parece paralizarse apenas un segundo y el entendimiento cruza sus facciones. Cuando alza las manos y empieza a boquear, suelto un bufido dramático y me cruzo de brazos, como si estuviera terriblemente enfadada.

—¡Ah, no, no, o sea... sí y no! No hace falta que los animes, pero si vamos a ver los partidos de la Eurocopa, tendremos que ver los de tu selección y los de la mía, ¿no?

—¡Pues sí, si tu selección no fuese una mierda como la catedral de Notre Dame de grande! ¿Cómo voy a ver los partidos de los franceses? ¡¿Quieres que me quede sin nacionalidad y me veten la entrada a Madrid cuando intente volver o qué?!

Todo al rojo {Charles Leclerc}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora