Capítulo 48

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DIANA

Gracias a la propuesta de Consta, estaban atravesando las puertas de un casino de Atenas. El tatuado ingresó al final de las salas de juegos en donde un ascensor los esperaba. 
 
—Diana De Luca, Constantino Berlusconi. —indicó el de ojos azules.

El guardia de la entrada les dio acceso sin agregar palabra alguna.

El lujoso ascensor de vidrio brindaba una vista maravillosa del patio de juegos en donde ludópatas pujaban hasta lo que no tenían por el morbo de ganar.

En la planta superior un nuevo mundo se abría ante sus ojos.  

Los sujetos de trajes abandonaron la atención a su partida cuando ella puso un pie adentro. El personal de seguridad le indicó un lugar especial con la dulzura de un caramelo.

Los sillones rojos de terciopelo aguardaban por ella como los hombres presentes. Tomó asiento en el centro, observando el interés de varios jugadores de mesas alejadas en los que entre ellos seguramente se encontraban los que buscaban provecho.

—Esperaba un hombre cuando dijeron que vendría un De Luca. —dijo un hombre mayor analizándola. —No una mujer en traje y tacones altos.

La castaña sonrió.

—No sabía que mi aspecto importara a la hora de hacer negocios.

—La elegancia es una virtud.

—Aunque no vale nada cuando se les dispara o cuando son inútiles para los negocios. —afirmó elevando una copa de vino a sus labios. El mayor se removió en sus pies sin tomar asiento.
Los ojos mieles del sujeto la estudiaban fríamente.

—Lo siento mucho, señorita. Mi padre aún no comprende que los tiempos cambian, Odiseo Makris para servirle. —dijo un hombre risueño anteponiéndose en la situación. Señaló al mayor. —Y él es mi padre Quinn Makris.

El mayor movió de su sitio a su hijo para posarse frente a Diana que había estrechado la mano con el griego.

—Me caes bien niña. —afirmó con una sonrisa ladina.

—El gusto es totalmente mío, señor Makris. Les invito a hacerme compañía si gustan.

Sin muchos protocolos los griegos ocuparon los espacios vacíos de la mesa junto a Constantino. 

—¿Le gusta las apuestas? —cuestionó el Makris menor.

—No clasifico en esos niveles.

—¿Y si comienzas por una suma pequeña?

Diana lanzó una sonrisa ladina.

—Necesito saber el nivel de riesgo, de lo contrario me mantendré al margen.

Los hombres rieron.

—Hueso difícil de roer ¿Eh?

—Puede decirse que sí.

—Nivel de riesgo, difícil. —dijo seriamente el mayor.

Ella asintió analizándolo con atención.
 
—¿Robaron la comida de algún perro grande?

𝐕𝐞𝐧𝐝𝐞𝐭𝐭𝐚 𝐃𝐞 𝐋𝐮𝐜𝐚 (+𝟐𝟏) Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora