CAPÍTULO 9.

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11 de diciembre, 2016

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11 de diciembre, 2016.

Despierto en una cama que no es la mía pero que reconozco. Es la segunda vez que estoy aquí. Mi cabeza ya no duele y me encuentro bien, como si nada hubiera pasado. Juraría que todo fue un sueño si no fuera por el lugar en el que me encuentro.

Me incorporo y me doy cuenta de que huelo a Nash. No llevo mi vestido, en cambio, llevo una camiseta, sólo una camiseta y mi ropa interior.  Y no eran precisamente unas bragas recataditas con lacitos, la verdad.

Entre vomitar los zapatos de un desconocido y llevar un tanga de neón, no podía ir nada a peor.

Me levanto de la cama y busco en los cajones, encontrando más camisas impregnadas con su olor, pantalones y ropa interior. Por inercia llevo la ropa a mi nariz.

¿Qué coño estoy haciendo?

Localizo mi bolso y me pongo a buscar por los demás cajones mi móvil.

Una vez lo he encontrado totalmente cargado, dejo el Nash en la mesilla de noche. Yo no he sido tan amable.

Apagado, sin cobertura y con 0% de batería.

Decido ponerme unos calzoncillos suyos, los pantalones me quedarían grandes.

Hay un espejo y me miro en él, estoy hecha un asco con el pelo completamente alborotado y el maquillaje aún en mi piel.

Me recojo el pelo en un moño improvisado. Llevar una coleta en la muñeca siempre era una buena idea.

La camiseta es preciosa, he de admitirlo. Es azul y tiene estampado dos lobos en ella, como si estuvieran aullando a la luna cerca de un lago.

Enigmático.

—Te queda mejor que a mí —Me sobresalto al escuchar su voz. Se apoya en el marco de la puerta y me mira con una sonrisa. Acaba de salir de la ducha y lo sé debido a su cabello húmedo y su torso desnudo. Al menos lleva un pantalón de deporte—. La camiseta.

—Gracias por aclararlo —Le devuelvo la sonrisa y me subo un poco la tela—. Pensaba que te referías a los calzoncillos.

—También —Cierra la puerta y se acerca, colocándose detrás y comenzando a masajear un poco mis hombros—. ¿Te encuentras mejor?

—Algo cansada, pero sí.

Me pongo de puntillas y se sorprende al verme en una posición de bailarina. Bajo enseguida porque no llevo el calzado adecuado y me puedo hacer muchísimo daño en los dedos de los pies.

—¿Cuánto mides? —Me enderezo y alzo la barbilla—. Es la primera vez que me siento tan pequeña.

—No llego al 1.90. Y tú no eres minúscula, de hecho, eres bastante alta.

—Bueno —Coloca sus manos en mi cintura y me sobresalto al sentir su toque—. ¿De casualidad tienes algún cepillo de dientes sin estrenar?

—Sí, lo usé ayer para lavártelos.

Wild life.Where stories live. Discover now