Capitulo 28

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Al subir por el ascensor, Ava, nerviosa, sentía su corazón latir cada vez con más intensidad

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Al subir por el ascensor, Ava, nerviosa, sentía su corazón latir cada vez con más intensidad. Miraba su reflejo en las paredes grises del ascensor, notando cómo la luz fría del fluorescente acentuaba su pálido rostro.
El zumbido constante del motor resonaba en sus oídos, amplificando la sensación de encierro. Aunque Marlen le hablaba constantemente, solo había silencio en su mente. Esa sensación de ansiedad hacía que sus manos sudorosas se aferraran con fuerza a la barandilla. En esos escasos segundos, el aire parecía volverse más denso a cada momento. Por primera vez, comprendió lo que debía sentirse la claustrofobia.

El sonido de las puertas al abrirse la hizo reaccionar y notó de pronto cómo un hombre cargado de pañales subía, pidiéndoles por favor que presionaran el botón del número siete.

—Gracias —expresó cansado aquel hombre mientras dejaba las bolsas sobre sus pies y tronaba los dedos de sus manos.

—De nada —soltó Marlen con una sonrisa.
Con una pequeña sonrisa forzada, Ava simplemente observó la puerta del ascensor, ansiosa por llegar a su destino.

Curioso, aquel hombre con una pequeña barba la miró de reojo y exclamó—Tú, eres Ava, ¿verdad? —la señaló con su dedo.

Una vez más, Ava perdió el foco y, extraña, miró a Marlen y luego se dirigió a él—Sí, soy yo.

—Perdón, soy Jonathan —exaltado aclaró—, soy el esposo de Elena.

—¿Elena? Ah, Elena —su rostro, antes pálido, al fin mostró una verdadera sonrisa y el peso en sus hombros se liberó— Ya, ¿ya nació la bebé?

—Lentamente aún no; dijeron que esperan que nazca en unas semanas o tendrían que intervenir —expresó un poco apagado y nervioso.

—¿Elena? —confundida, Marlen expresó.

—Ah, sí, recuerda a la mujer que ayudamos la otra vez.

—¿Te refieres a la embarazada? Pero, ¿no vivía en el sexto piso?

—No, no —expresó el hombre—. La verdad es que mi primo vivía ahí, pero por cuestiones laborales nos lo dejó a su cuidado.

—Ahora entiendo. Aquella vez le ayudamos a llevar unas bolsas, pero creí que el bebé ya había nacido

.—Lamentablemente, no.

La puerta del ascensor se abrió.

—Ah, querida, ya debemos bajar —expresó Marlen.

—Sí, ya voy —nuevamente su rostro volvió a ser tenue—. Ojalá se recupere y el bebé llegue sano.

—Gracias. Le diré a mi esposa que te vi; estaba preocupada porque no te había visto últimamente —antes de que se cerraran las puertas, rápidamente expresó—. Por cierto, según las vecinas, parece que hubo algunos ruidos ayer en el departamento; estaban preocupadas.
Finalmente, las puertas del ascensor se cerraron, pero aquellas últimas palabras dejaron a ambas mujeres un poco angustiadas.

CARESS THE  HEARTWhere stories live. Discover now