Ruidjerd Superdia

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Antes de la guerra, éramos una pacífica tribu demoníaca, que vivía al norte del continente demoniaco en la región de Babinosu, cerca de Biegoya.
Nuestra vida era pacífica, cazando Tortugas gigantes, monstruos y cultivando verduras en nuestras pequeñas huertas.
Éramos vecinos de la tribu Migurd. Mi bisabuelo me contó alguna vez cuando aun era un niño que ellos fueron expulsados del continente Milis y se les dio Refugio en esta provincia por la propia emperatriz Kishirika.
Nuestras casas era de caparazón de tortuga gigante, y yo vivía pacíficamente, de hecho estaba casado y no hace mucho mi esposa Luwelia, quien era mayor que yo, y antes de que se nos uniera como matrimonio , solo la veía como mi hermana mayor, había a dado a luz a mi primer hijo Ruiweld.
De hecho, yo nunca fui cercano al bebé y siempre fui hosco, algo que siempre mi esposa me reprocho.
-al menos acaricia su cabeza- me decía, algo mal humorada. Pero eso no queria decir que no los amara, solo es que personalidad era así. Fue en ese tiempo que emergió un nuevo poder: cabello verde como nosotros, aunque carecía de la joya. Un tipo de apariencia que recordaba a un Superd, amable y de buena apariencia, las mujeres enloquecian por el, tenía ojos demoniacos, inteligente y una gran cantidad de maná , se hizo llamar el Dios
Demonio. Pronto unió a él a todo continente demoníaco bajo su mando, y nuestra tribu se unió a la causa, nos conquistó con su cara y nos prometió tierras fertiles. El propósito del Dios Demonio era conquistar los territorios humanos para los demonios y sacarnos de estas áridas tierras, o al menos eso pensábamos al principio. Los Superd nos unimos como guerreros gracias a nuestro tercer ojo y yo me hice capitán de las tropas Superd.

Las incursiones sobre Milis y el continente central eran un éxito, y cada cierto tiempo regresábamos a nuestros hogares, donde mi hijo crecía poco a poco. Aunque sería un hombre de baja estatura comparado con el resto de la tribu y se veía algo enfermizo, ademas su lanza sería más corta, temía que no fuera un buen guerrero.
Nuestro avance era imparable, salvo por una vez en que el Dios Dragón Urupen nos derrotó, matando a muchos Superd y casi me asesina si no fuera por Laplace qué que termino rechazando el ataque.
Pasaron unos años y mi hijo ya había crecido y su cola se había transformado en u a lanza ; sin embargo, aún no era un guerrero y le prohibió unirse a nuestro ejército hasta que fuera un guerrero. Antes de irme, le dije que debía seguir entrenando. Lo último que me dijo fue que estaría orgulloso de él cuando regresara.

Nunca le dije palabras de ánimo ni nada; ni siquiera le daba algún golpe cito en la espalda cuando era un niño, ahora mirando en retrospectiva, fui un padre desastroso.
Mi esposa, me decía que yo era demasiado frío en comparación con otros padres, pero yo era diferente: soy un guerrero de élite.

Un día, Laplace llegó con unas lanzas negras, diciendo que con ellas podríamos derrotar definitivamente a las tropas humanas. Muchos dudamos, pero terminamos aceptándolas. Con ellas, nos volvimos invencibles, derrotando a los humanos hasta arrinconarlos en el norte y el este del continente central. Sin embargo, fue cuando sucedió: de pronto, mi realidad se alteró. Era como si estuviera encerrado dentro de mi cuerpo y no pudiera controlarlo. Empezamos a asesinar a amigos y enemigos de manera brutal. Regresamos al continente demoníaco donde asesinabamos a todos hasta que llegamos a nuestra aldea.
No recuerdo mucho, solo sé que matamos a a muchos ; sin embargo, fui derrotado.aun así no me mataron; era mi hijo, que destruyó mi lanza y me liberó. Él pudo asesinarme, pero no lo hizo; se dio cuenta de la maldición y me liberó de ella.

-Papá, ¿eres tú?

-Ruiweld?

-Sí, te liberé, papá. Gracias a Dios -dijo antes de caer y morir en mis brazos.

Logré liberar al resto de Superd y nos dimos cuenta de lo que pasó: habíamos asesinado a casi toda la tribu, incluida mi esposa.
Los que quedamos nos agrupamos y nos unimos en la aldea para reconstruir, hasta que supimos que Laplace había puesto una maldición en las lanzas para eliminar la suya propia, que hacía que todos lo odiara, ademas no peleaba darnos tierras su único propósito era la extinción de los humanos, Kishirika y Badigadi tenían razón, esto solo nos llevará a un desastre si Laplace gana.

-Me voy -le dije una noche al líder.
-¿Qué harás, Ruidjerd?
-Voy a matar a Laplace.
-Espera -dijo el jefe-, pero no lo escuché, tome la lanza de mi hijo y empecé mi camino. Pasaron décadas y un día me enteré de que Laplace había sido derrotado en Asura y estaba acorralado al sur del continente central, por Urupen, Perugius y Kalman. Y yo estaba muy cerca de ahí, así que decidí que era el momento de mi venganza. Rápidamente llegué ahí, cuando Laplace ya tenía inconsciente a Kalman, Perugius Herido y Urupen ya sin fuerza y Laplace estaba a punto de matarlos. Con mi gema pude visualizar el punto débil de laplace había algo dentro de su cuerpo algo así como una joya, espere el momento justo, cuando iba a matar a Perugius lo apuñale en su punto debil...
-Aaaaaaa, Ruidjerd maldito, ¿qué haces?

-Esto es por mi esposa, mi hijo y mi tribu, infeliz hijo de perra.

Un Rudeus Diferente, Historias AnexasWhere stories live. Discover now