Keila
La turbulencia del aterrizaje apenas la sentía. Estaba absorta en lo que Álvaro me hacía sentir.
Besarlo era como el cielo mismo. Jamás lo admitiría en voz alta y frente a él pero sentir sus labios devorando los míos era lo que más había extrañado en este tiempo que habíamos estado peleados.
Lo sentí mordisquear mi labio inferior y suspiré tomando el borde del cuello de su camisa para mantenerlo en su lugar.
Mi cabello caía apenas sobre su rostro, rozando sus pómulos y creando una cortina que nos separaba del mundo.
Álvaro apenas se separó un instante, tiempo suficiente para permitirme recuperarme antes de volver a tomarme con fuerza, su lengua invadiendo mi boca y sus manos recorriendo mi espalda queriendo entrar bajo mi blusa.
Me removí un poco y lo escuché quejarse en un gruñido, sus dientes atraparon mi labio inferior entre ellos de forma juguetona.
—Quieta —ordenó con tono ronco, descendiendo sus manos hasta mis muslos para tomarme por ellos y levantarme. De esa manera me obligó a sentarme en su regazo, luego de eso volvió al ataque y me dejé seducir por sus besos.
Sus manos me apretaban contra él, manteniéndome firme en mí lugar con sus manos en mis caderas dónde se habían instalado y acariciaban mis costados con vehemencia.
Joder, lo mucho que amaba a este hombre. Clave mis uñas en sus hombros y lo oí quejarse.
Su presencia estaba calada en mis huesos. Mis suspiros y jadeos solo le pertenecían a él.
Todo mi ser era de mi esposo a pesar de que Álvaro no me amase con la misma intensidad.
Porque lo amaba tanto como lo odiaba. Por su ausencia, su indiferencia y abandono. Por sus besos, sus risas y las caricias compartidas.
La fuerte sacudida del avión cuando aterrizó rompió nuestra burbuja. El ruido que había sido aislado penetró mis oídos y la realidad me golpeó de frente.
Estábamos en el avión, con sus padres a unos metros de distancia, aún había tensión entre nosotros y no podía permitirme volver a caer en las falsas esperanzas que él me daba.
Me separé de golpe con un jadeo. Mis manos cayeron a mis costados, tratando de alejarlas de él y su mirada me devoró. El verde se había oscurecido y parecía arder queriendo quemarme con su infierno.
Si esto no se detenía terminaría mal.
Apreté su camisa, arrugando y estirando la tela bajo su atenta mirada verdosa que estudiaba cada uno de mis movimientos atentamente con un hambre depredadora.
—No creas que un simple beso va a cambiar absolutamente algo —masculle.
Me sonrió y los dedos que apretaban mis costados presionaron con fuerza haciendo que tuviera que contener un quejido.
—Tendré que esforzarme aún más si mis besos no cambian algo.
—No volverá a suceder.
Supe por la expresión de su rostro que mis palabras habían sonado como un reto para él.
—Keiña, cariño. Sabes que nunca le digo que no a un desafío.
—Te atreves a hacerlo y no tengo problema alguno con morderte —hable bajo y su mandíbula se tenso.
Mordisquee mis labios hinchados de forma nerviosa.
—Víbora —tarareo con diversión.
—Suéltame —refute y la comisura de sus labios se alzaron.
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La ilusión del amor
Romance«Amor, amor, amor, nadie se resiste a las garras del amor. Así que corran señor y señora Santos, que las mías pronto caerán.» Ante las cámaras, son el matrimonio perfecto, la envidia de todos, la historia de amor ideal. A puerta cerrada apenas se ve...