Capítulo 27

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Habiendo llenado los estómagos vacíos, Elisey la había estado observando mientras ella parecía picar alguna mancha invisible en la almohada, mientras con la mano derecha se rascaba la nuca distraídamente; todo en ella gritaba que estaba nerviosa.

Bruna levantó la mirada, recostó su espalda contra el cabecero de la cama y abrazó la almohada entre su pecho y brazos, como si fuera un escudo. ¿Pero por qué parecía eso? Elisey esperó pacientemente; no la forzaría.

-Cuando estaba en los primeros años de mi carrera universitaria, tuve problemas para hacer amigos... Aunque eso no era algo anormal, siempre había sido vista como un bicho raro, nunca encajé en ningún lado por más que lo intentaba; pero al poco tiempo descubrí una habilidad innata para la escritura y, con la imaginación, que era prácticamente mi única amiga fiable, conocí varios sitios en internet de escritura. Primero conocí Narrapad, empecé escribiendo cosas sin sentido que realmente no eran interesantes, pero sí para mí... Mi pasión surgió a través de la lectura, y poco después aprendí a escribir. Lo amé y nunca más pude dejar de escribir historias -empezó a decir Bruna, con una mirada nostálgica y una sonrisa torcida entre alegría y tristeza, una mezcla rara, pero así era ella-. Como toda persona inexperta, me sentí con muy poco apoyo, me sentía sola, como si lo que escribiera no saciara mi necesidad de ser leída por alguien más. Así como yo admiraba a muchos escritores, ¡también quería sentir eso! Pero con el tiempo solo probé las experiencias de lectores haters, quejicas y personas que simplemente buscaban denigrar a un novato como lo era yo.

Elisey, al verla hablar sobre una pasión suya, la encontraba bastante interesante. Pero aún no entendía: ¿qué tenía que ver su Delta con la relación de su pasión?

-Realmente esa plataforma de escritura era una aplicación sencilla de usar en el celular. Y con decirte que era la interfaz más cómoda del 2015, comparada con otras, que ni ocho cuartos podía entender en la interfaz gratuita y para celular -explicó Bruna con la nostalgia que trae hablar del pasado en el presente 2024-. Realmente no recuerdo muy bien, pero encontré una plataforma web de escritura con un nombre común, pero a la vez peculiar, Fanficslandia. Esta sin duda fue un gran recurso social para mejorar en mi pasión por escribir, así como un gran lugar para socializar y hacer amigos. Nadie compartía su edad, su verdadero nombre, ni su país en concreto, por las reglas que se debían cumplir para la protección de cada quien -explicó puntualmente, con una ternura que demostraba cuánto atesoraba esa plataforma social-. En ese lugar hice muchas tonterías, hice amigos, viví experiencias tan aleatorias que hasta parecían escenas cómicas dignas de caricaturas, solo que vividas en el momento y no como lo más cercano que podía ser un juego de una novela visual. Se podía ser escritor, roleplayer, ser como uno quisiera, siempre y cuando no se saliera de control, porque los administradores eran viejos, y con ellos no se podía jugar con las reglas de convivencia.

-Parece ser un lugar en el que realmente disfrutaste estar -comentó Elisey, sintiendo un calor en su corazón al verla hablar con tanto cariño, diversión y pasión.

-Y así fue, pero en cuanto se hacían juegos como el de "verdad o reto", las cosas se tornaban un desastre. Recuerdo que en una madrugada, todos mis amigos, desconocidos y nuevos usuarios estábamos en el chat general de la comunidad. Cada uno en su loca personalidad, ficticia o no; yo nunca dije mi verdadero nombre ni dónde vivía, tampoco mi edad, por lo que muchos creían que era una inocente chica virgen de dieciséis años aproximadamente. En ese tiempo era ingenua, inocente y muy infantil para la edad que en verdad tenía en ese entonces -empezó a decir, mientras su postura física se tornaba tensa, seria y menos divertida, aunque en su voz se notaba la diversión, pero su cuerpo no coincidía con la emoción que dictaba la voz de Bruna-. En ese juego, cada uno fue revelando su verdadera edad; unos eran muy obvios... Tenían entre 10, 13, 14 y 15 años, pocos eran los que tenían 17 años. Se decía que los administradores eran los más viejos y encargados de cuidarnos, pero ninguno tenía la más pálida idea de mi verdadera edad en ese entonces... -comentó con una sonrisa torcida y un tinte amargo en su voz-. Al aceptar el desafío de la verdad, dije mi edad verdadera, sin mentiras y siendo totalmente transparente: «Tengo 19 años». Claramente, los que se sentían atraídos por mí, los que gustaban de mí, inmediatamente tomaron medidas contundentes de alejarse y no tener siquiera algo muy sentimental conmigo; probablemente tenían miedo a que fuera alguna adúltera, incluso había niños desconfiados que me veían directamente como peligrosa. Aunque jamás les había dado motivos para que me vieran de esa manera, yo... Yo solo quería ser aceptada, tener un lugar al cual pertenecer y ser tan solo yo misma.

Luna de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora