Prólogo

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¡El mundo no está hecho para los débiles! Aquellos que son la raza inferior, que ensucian nuestra pureza, teman. No estaremos para mantener al enemigo en nuestras tierras, el pueblo de Corea no se doblegara ante su corrupción. Hermanas y hermanos míos, alfas y betas, es nuestro deber el luchar contra los blasfemos y erradicar a
aquellos que ensucian nuestra patria.

-Discurso de la presidenta Kim Yangyu, año 1980.

La mujer corría por el oscuro bosque, buscando desesperadamente un escape de aquellas alfas mientras abrazaba con todas sus fuerzas a la bebé escondida entre sus brazos, intentando protegerla de cualquier arma que aquellas mujeres pudiesen usar en su contra.

-Está bien... -susurró ya sin aire para seguir huyendo -Estaremos bien.

La bebé de tan solo un año y medio de edad no hizo ruido alguno, de alguna forma ella sabía lo que estaba ocurriendo, sabía que su mami estaba en peligro.

La mujer trato de aguantar las lágrimas traicioneras que escapaban de sus ojos al ver a su pequeña de aquella forma, tan desprotegida y perdida.

La peor desgracia que le pudiese ocurrir a cualquier omega sería el que asesinaran a su hija o aun peor, que aquellas alfas despiadadas la secuestraran.

-Tranquila mi amor, no dejare que nadie te toque un solo pelo, yo te salvaré -susurró y sacando fuerzas donde no habían volvió a correr, con cuidado de esconderse de la mejor forma.

Estaba herida y sedienta pero no se rendiría, tenía una hija a la que proteger.

Sus piernas dolían y su estómago quemaba, desesperado por conseguir más aire.

De repente sintió un fuerte dolor en la pierna y al pisar incorrectamente tropezó de bruces contra una raíz de árbol sobresaliente.

-¡Está por aquí! ¡Puedo olerla! -gritó una de las alfas -¡Vas a morir, maldito engendro!

La madre sollozó mientras buscaba un buen escondite para su bebé; estaba segura de que no lograría escapar pero al menos debía proteger a la pequeña.

Ella había escuchado más de una vez como algunas omegas asesinaban a sus propios hijos, en un intento de ahorrarles el sufrimiento de ser atrapados por algún alfa... lamentablemente ella no tenía corazón para hacer tal cosa, por más que intentara no se podía imaginar dañando a su bebé.

Se arrastró por el frió suelo, mordiéndose el labio para no gritar mientras se movía con dificultad en búsqueda de alguna salida, algún camino.

Al ya estar en un terreno algo seguro abrazo a su hija con fuerzas, besando la cabecita de la menor sin notar cómo empapaba de lágrimas el angelical rostro de esta.

Su hija era un omega, una omega hermosa y muy parecida a la mujer.

-Te amo, pequeña. -susurró sintiendo un temblor en todo el cuerpo, abrazando a la bebé entre sus delgados brazos mientras trataba de controlar su respiración -Te amo tanto...

Su voz se quebró, no podía ni hablar.

Con cuidado la escondió entre algunos matorrales, haciendo que por primera vez la pequeña se alterara al estar separada del cálido pecho de su madre.

-Mami... -susurró diciendo la única palabra que ella sabía decir correctamente, mirando con reproche a la mujer; alzando sus regordetes bracitos en búsqueda del calor que se le fue arrebatado -Upa, mami, upa...

-Shh... -la calló sin tener suficiente fuerza para mirarla a los ojos, ella sabía que su hija estaba llorando.

Con las manos temblorosas se quitó su capa roja y con esta arropo a la bebé, la omega ya no la necesitaría ahora.

-No hagas ruido mi amor, mami estará aquí en un instante. -mintió.

No podía caminar pero el amor que le tenía a su hija era tan inmenso que soportando el dolor se levantó y apoyándose contra las ramas de los árboles avanzó, alejándose lo más posible de su pequeña.

No se preocupó por hacer ruido, de una manera u otra forma las alfas la iban a encontrar.

Cuando ya estuvo lo bastante lejos se sentó sobre el tronco de un árbol caído, esperando su destino con el rostro en alto, mirando a la brillante luna con derrota, sintiéndose impotente ante el injusto y cruel mundo en el que le tocó vivir.

Un mundo en donde los omegas eran cazados y asesinados, eran vendidos y abusados, un mundo que ni siquiera tenía piedad por su pequeña hija de tan solo un año, un mundo gobernado por alfas.

Ellos no tenían la culpa de haber nacido omegas pero a nadie parecía importarle aquello, nadie movía un dedo por ellos, nadie los protegería.

Porque los omegas eran una raza débil, una carga que debía ser eliminada, un error el cual ensuciaba la raza de los lobos, una abominación que era culpable de todas las crisis económicas, culpable de las plagas de enfermedades, unos manipuladores que sólo buscan ser protegidos por un alfa, unos seres que no merecían vivir.

La mujer sintió el odio apoderarse de su cuerpo, los alfas los asesinaban sin compasión alguna, los obligaban a esconderse peor que ratas, la forzaron a tener que separarse de su bebé y a huir por el solo hecho de haber nacido.
Las últimas palabras que les dijo a su hija eran una total mentira por culpa de los alfas.

Al escuchar los pasos acercarse se escondió contra un tronco de un árbol viejo y sacando el cuchillo que tenía escondido en el cinturón de sus pantalones se preparó.

Ella era una omega y ellas eran muchas alfas.

No saldría viva de ahí, lo sabía y lo mejor de eso era que ya no le importaba.

Moriría pero dañaría a más de alguna de aquellas alfas, por su hija, por ella y por cada omega que había tenido la desdicha de nacer en aquel maldito país.

Los pasos se acercaron, se preparó para atacar.

Unos minutos después el silencio de la noche se vio atormentado por el sonido de tres disparos y el pequeño llanto de una bebé omega.



Tuve que regresar con una adaptación Chuuves que me dejó en terapia u3u

(Como toda cosa que leo - fools gold referencia XD)

𝐈𝐧𝐧𝐨𝐜𝐞𝐧𝐭 | 𝐁𝐛𝐚𝐧𝐠𝐬𝐚𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora