இ o57. Uzumaki Nagato.

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En medio del ocaso que teñía el cielo de Amegakure con tonos naranjas y rojos, Pain, conocido también como Nagato, contemplaba el reflejo del sol poniente sobre la ciudad lluviosa

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En medio del ocaso que teñía el cielo de Amegakure con tonos naranjas y rojos, Pain, conocido también como Nagato, contemplaba el reflejo del sol poniente sobre la ciudad lluviosa. A pesar de su imagen como líder despiadado de Akatsuki, esa tarde no tenía la máscara del dios que pretendía ser. Hoy, era simplemente Nagato, un hombre enamorado, a punto de hacer un voto eterno con la mujer que amaba.

Dentro de un pequeño salón, oculto de las miradas del resto de Akatsuki, solo tres personas se encontraban presentes. Konan, la fiel amiga de Nagato, observaba en silencio, con una pequeña sonrisa de comprensión. Junto a ella estaba [T/N], una joven pelinegra de ojos rojos intensos y con un físico envidiable que representaba su amplia experiencia de Taijutsu; pero con una firmeza y determinación que capturaron el corazón del imperturbable líder.

Nagato, con su cabello rojo cayendo sobre sus ojos grises como la tormenta, dio un paso hacia adelante, determinado en cumplir con aquella ceremonia, extendiendo su mano hacia [T/N].

—No puedo ofrecerte un mundo lleno de paz ahora... pero te prometo que lo haré un día, para ti y para nosotros. —Su voz, profunda y seria, ocultaba una emoción que solo [T/N] conocía.

Ella, con un ligero rubor en las mejillas, asintió. Las palabras no eran necesarias entre ellos, pues la conexión que compartían era mucho más profunda que cualquier promesa verbal. Desde el primer momento en que sus miradas se encontraron, [T/N] supo que Nagato, a pesar de su dolor y desesperanza, tenía un corazón lleno de amor para ofrecer, pero solo a ella.

Konan dio un paso adelante, sirviendo como única testigo de aquel evento secreto. Mientras [T/N] y Nagato se miraban a los ojos, Konan dijo suavemente:

—Este es el único momento que podré presenciar algo tan puro entre ustedes. —La tristeza en sus palabras era palpable, pero también había una paz en su expresión.

Nagato tomó las manos de [T/N], entrelazándolas con las suyas. Por un breve instante, el peso de sus responsabilidades desapareció. El silencio del lugar fue interrumpido solo por la caída suave de la lluvia sobre el techo, un eco constante de su hogar en Amegakure.

—Eres mi paz en este mundo lleno de dolor —susurró Nagato, inclinándose hacia ella.

El beso que compartieron fue lento, profundo, lleno de promesas no dichas. Era un pacto silencioso entre dos almas que, a pesar del caos, habían encontrado su refugio el uno en el otro. El beso se prolongó, como si quisieran detener el tiempo y evitar que la oscuridad que siempre rodeaba a Nagato se colara en su pequeño mundo privado.

Konan desvió la mirada por respeto, sabiendo que lo que sucedía frente a ella era algo que jamás podría entender completamente. Pero su lealtad hacia Nagato y su respeto por [T/N] la mantenían allí, como testigo de aquel amor que desafiaba las circunstancias.

Con la improvisada ceremonia finalizada, Nagato mantuvo a [T/N] escondida, como su mayor secreto, su mayor tesoro. Solo Konan sabía de su existencia. Ni siquiera los otros miembros de Akatsuki, quienes se movían por la base sin sospechar que en lo más profundo, Pain, su líder, tenía algo tan humano como una familia en mente.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ; 𝐍𝐀𝐑𝐔𝐓𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora