Meses después
PEDRI
Había iniciado una nueva temporada; éramos los actuales campeones de Liga y Copa del Rey, y aun así me faltaba algo.
A veces sentía que todo fue un sueño. Uno de esos que parecen reales, pero cuando despiertas, ya no queda nada. Así se fue Carla. Desapareció de mi vida sin decir adiós. La busqué, lo juro, lo intenté.
Creí que íbamos por el buen camino. Quería que supiera que no estaba jugando. Le envié tantos mensajes y así, uno tras otro, los días fueron pasando.
Desde que fui a verla a su apartamento en Madrid y nadie me abrió, no me quedó de otra que regresar a Qatar con el enfoque en el fútbol, en el Mundial. Y aunque no conseguimos los resultados que quería, seguí enfocándome en lo que me apasionaba; pasaba horas y horas entrenando; todo parecía ir bien para mí y el fútbol. Estábamos en la lucha por La Liga y jugaba con toda la pasión de saber que estábamos a punto de lograr algo grande. Me sentía fuerte, en forma, y por momentos podía dejar de pensar en Carla. Pero entonces llegó febrero, y con él, mi primera lesión del año. En pleno partido contra el Manchester United, sentí un tirón en el muslo izquierdo. No sabía que esa lesión me dejaría fuera de juego durante semanas.
No solo fue un golpe físico, fue como si de repente todo el peso de mi vida personal también cayera sobre mí. Estaba lesionado, tenía el apoyo de mi familia, de mis amigos, del club, pero lo que más dolía era el silencio de Carla. La necesitaba más que nunca, que me dijera que todo iba a estar bien, que esta lesión solo era un pequeño descanso que necesitaba mi cuerpo y que me cuidara con esa mirada que me decía todo. Pero ella no estaba, ni contestó los mensajes que le dejaba.
Después de nuestra última conversación, cuando intentamos arreglar las cosas, ella simplemente desapareció. Al principio pensé que solo necesitaba tiempo, pero luego… el tiempo pasó y no hubo rastro de ella. Traté de enfocarme en mi recuperación, en volver al campo, pero no podía dejar de pensar en lo que había arruinado.
Cuando volví a jugar en abril, justo a tiempo para la recta final de La Liga, sentí una mezcla extraña de emociones. Volver a entrenar y sentir el balón en mis pies otra vez fue como una descarga de adrenalina. Pero cuando levantamos el título de Liga en mayo, el vacío seguía ahí. Celebrábamos con el equipo, pero algo faltaba.
Carla faltaba.
Después de las celebraciones, pensé en buscarla, en intentarlo de nuevo, pero escuché que se había ido a otro país a estudiar. Me alegré por ella, de verdad lo hice, pero también me dolió. Saber que mientras yo seguía luchando por recuperarme y jugar, ella estaba rehaciendo su vida, lejos, sin mí. Traté de no pensar en ello, de enfocarme en el fútbol, pero fue imposible. A pesar de los títulos, de las victorias, de las lesiones superadas, ella seguía presente en mi mente.
Carla había desaparecido de la faz de la tierra, había abandonado sus redes, no contestaba los mensajes y eso me hacía creer que me había bloqueado. Hasta intenté contactarla por el móvil de Gavi, pero a él tampoco le contestaba. Nadie sabía de ella; estaba llegando a pensar que le había pasado algo; su silencio en redes me preocupaba, y tomé la valentía de ir a ver a su padre, quien me ignoró y pasó de mí como si no existiera. Por otro lado, su madre sí me contestó.
—Está estudiando en Londres. No te preocupes.
Londres. Al menos sabía dónde estaba. Sentí un impulso de esperanza y, sin pensarlo dos veces, le pregunté:
—Podría decirle que… ¿Me puede decir dónde la puedo encontrar?
Mi voz salió con más urgencia de lo que esperaba. Estaba dispuesto a tomar el primer avión, a hacer cualquier cosa por verla, por hablar con ella, por hacerle saber lo que de verdad sentía.
Pero antes de que su madre pudiera responder, el padre de Carla intervino con esa voz fría que lo caracterizaba cada vez que se trataba de mi:
—Isadora, llegaremos tarde.
Ella bajó la mirada y, con una sonrisa triste, dijo:
—Lo siento.
No me rendí. Miré a su madre, y luego a su padre, tratando de que entendieran que mis intenciones eran sinceras.
—Por favor. De verdad me importa. Mis intenciones son buenas, solo quiero hacer lo correcto con su hija —dije con la mayor honestidad que tenía dentro de mí.
Pero nada cambió. El padre de Carla ni siquiera me miró. Fue su madre quien, con esa misma sonrisa de pena, dijo algo que me destrozó por dentro.
—Ya han pasado meses. Si no te ha respondido, es porque no quiere. Además, está saliendo con alguien más… —hizo una pausa, buscando el nombre—. Creo que es ese amigo suyo que ganó una beca para ir a Londres. Se encontraron allí y, bueno, las cosas pasaron.
Sentí como si me hubieran golpeado en el estómago. Alguien más.
—Entiendo… Yo…
—Sí me disculpas, debo irme.
Me despedí en silencio y di media vuelta para irme sin creer en lo que me había dicho.
Había algo que no me cuadraba. Pero me faltaban respuestas ante las tantas dudas y su silencio era como un final.
No supe nada de ella, hasta que la vi en las redes sociales y en las noticias, sobre un comentario que había hecho en las redes sociales.
carlanunier Un claro ejemplo de que las redes sociales pueden llegar a ser tan falsas. Ven a ese tío que tiene pinta de ser todo lo que una mujer desea, pues no es más que un lobo disfrazado de oveja. No es más que un monstruo que graba a tías mientras mantienen relaciones sexuales. No es más que un narcisista, manipulador, que abusa de las confianzas de tías que piensan en tener algo de placer sin saber que este lunático las graba sin su consentimiento, y eso no está bien. No debemos permitir que estos actos queden impunes. A todas las mujeres que han vivido algo similar, les digo: no se queden calladas. Hablemos, luchemos y apoyémonos mutuamente. Juntas somos más fuertes y podemos hacer que nuestras voces se escuchen. Es hora de romper el silencio y exigir respeto.
Fue un alivio saber que estaba viva, que seguía luchando, pero también me llenó de rabia ver cómo las cosas habían salido tan mal, como la autoridad no hacía nada al respecto, como la tomaban como una tía que buscaba llamar la atención. Sin pruebas, no se podía hacer nada.
Quise hacer algo, pero ni siquiera yo pude mover los hilos para que Manu recibiera lo que merecía. Sus influencias lo protegieron y su padre lo mandó fuera del país.
Pasaron los meses, y yo seguí adelante como pude. Me lesioné de nuevo en agosto, justo cuando creía que todo estaba volviendo a la normalidad. Era tan frustrante, por más que hacía todo lo que me recomendaban los médicos. Cada ejercicio, cada sesión de fisioterapia…, la dieta que debía de seguir, lo daba todo y yo sentía que mi cuerpo me estaba traicionando.
Salía del fisio, agotado y con la cabeza llena de pensamientos cuando vi a Ferran sentado en su coche, con las ventanas abiertas, escuchando a todo volumen una canción de Taylor Swift. Fue imposible no pensar en Carla en ese momento. Taylor Swift siempre fue su favorita, y recuerdo cómo me hacía escuchar sus canciones mientras me explicaba el significado detrás de cada letra. Se emocionaba tanto.
Ver a Ferran así, tan despreocupado, solo hizo que la nostalgia me golpeara con más fuerza. Me pregunté si Carla seguía escuchando a Taylor allá donde estuviera. ¿Le habrá contado a alguien más lo que me contaba a mí sobre esas canciones? O tal vez ahora las escuchaba con otro chico, con el que supuestamente salía en Londres. Esa idea me destrozaba, aunque trataba de no pensar en ello.
Ferran era el que me llevaría hoy; Gavi también se había ofrecido a llevarme; ya se había sacado el carnet, pero me aterraba subirme a ese coche donde el chaval se creía estar en una película de carreras de coches.
Abrí la puerta del vehículo y me subí al asiento del copiloto, a la vez que Ferran notaba mi presencia y apagaba la música.
—Perdón, tío, no te vi.
—Es solo música —dije mientras me abrochaba el cinturón, fingiendo que no me importaba.
—Pues, escuchas a Taylor Swift y piensas en cierta rubia de ojos verdes. Venga que la vez pasada lloraste.
—¡Yo no lloré!
—Aja como no.
Ya una vez en casa, hice todo lo que tenía que hacer. No podía dormir, por más que diera miles de vueltas en la cama y cerrara los ojos. Ya había amanecido y yo solo dormí un par de horas. Volví a soñar con ella. Ese sueño que me decía Carla siempre será esa persona que dejó una marca que nadie más podía borrar.
Agarré mi móvil y le marqué, sonaba. No contestó. Ni leía los miles de mensajes que le dejaba cada viernes. Entre a Instagram, no subía nada, ni una pista de donde estaba. Pero esa vez le escribí por ahí.
Me:
Tengo entradas para
el The Eras Tour.
¿Quieres ir?
Envié el mensaje y me quedo mirando la pantalla, esperando. Quizás no conteste, quizás ya ni use esa cuenta. Pero por primera vez en meses, sentí algo diferente. Una pizca de esperanza.
Carlanunier:
Escribiendo
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No somos un tal vez |Pedri Gonzáles
FanfictionCarla era la típica adolescente que fantasea con ser amada. La que sueña con un lindo chico o chica que la haga sentir mariposas a. Por otro lado, Pedri. A sus 19 años su carrera como futbolista estaba en lo alto, tenía fama, dinero, diversión, no b...