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Capítulo 8

Los borrachos nunca mienten.

Me miro al espejo y me muevo el pelo de un lado al otro. La idea no me convence.

- Rose estás preciosa, déjalo ya -dice dándome un manotazo en la mano.

Haley, mi -única- amiga de la universidad -y de cualquier otro sitio-, decidió unas semanas después de mi vuelta de Francia, aunque ella cree que estuve en Texas visitando a mi supuesta familia -cosas de mantener mi identidad ''secreta''- que ya era hora de ir juntas de discoteca y que yo ligara un poco. Ella ya tiene novio y... Yo... Ligar... Por favor. Podría darle clases de eso a mi padre.

Esa es la razón por la que acabo un viernes a las siete de la tarde con un vestido negro que podría ser el favorito de alguna prostituta y el pelo ondulado. Me resulta extraño, ya que cada vez que salgo o voy a trabajar, que viene siendo casi toda mi vida, me aliso el pelo. Por comodidad, más que nada. Y ahora parece que tengo el doble de pelo.

Tomamos un taxi que nos deja a las ocho en la puerta de la discoteca para que Haley no tuviera que andar demasiado en los tacones. Taxi el cual ella pagó, como siempre. Rose Steele, como me conocen fuera de la empresa, es una chica humilde -insisto, humilde- que estudia en la universidad con una beca, ya que a su familia a penas tiene dinero para que su hija estudie fuera. Vaya una ironía. Pero lo peor de esto es que todo, absolutamente TODO, lo pagaba ella. Aunque fuera una misera botella de agua, aunque esa botella de agua fuera a consumirla yo. Y no me malinterpretéis, pero me hace sentir una paria.

Pasan los minutos y seguimos en la cola esperando. Un cuarto de hora. Todo un récord para la impaciente Phoebe Grey... Ah no, que hoy soy Rose Steele. Entonces tendré que esperar... pienso cruzándome de brazos. Haley se entretiene hablando por el movil, mientras yo la miro con envidia. No quedaría normal que la pobrecita Rose se sacara un Iphone del bolsillo.

- Ahora vuelvo, voy a saludar a alguien -le digo saliendome de la cola, consciente de que una vez hecho no me van a dejar entrar otra vez.

Me dirijo hacia la puerta principal, unos metros más adelante, y unas cincuenta personas más. Corto la vista del gorila que protege la puerta y me alza una ceja. Yo me río por dentro. De mi bolso saco la cartera y le doy tres billetes de cien.

- Ni de coña -me responde sin siquiera mirarlos.

Los muevo en el aire para que les de la luz de una farola y le digo: - Compruébalo, son de verdad.

Los coge con el ceño fruncido y los mueve ante su vista. También yo consigo ver desde mi posición la marquita que significa que son reales. Se los guarda en la chaqueta y abre la puerta. Impresionante. Automáticamente me giro y levanto el brazo para que Haley me acompañe, la que viene insegura de lo que acabo de hacer. Se sorprende al ver la puerta abierta pero, sin pensarlo dos veces, me coje del brazo y me arrastra al interior. Todo está oscuro, con relampagueantes luces de colores y un penetrante olor a fresa y alcohol.

- Como lo has hecho? -dice cuando conseguimos ponernos a cubierto de cuerpos en la barra.

- El portero era ese alguien.

[...]
PUNTO DE VISTA DE JULIEN BLAIR

Estoy tranquilamente viendo una pelicula en la television de plasma, con la ciudad iluminada de fondo, cuándo a Pritzh -mi inseparable amigo/guardaespaldas- le suena el teléfono.

- ¿Sí? -dice mientras se aleja hacia la cocina.

Le doy un trago a la coca cola y pulso el pause en el mando. Mi reloj marca las tres de la mañana, ¿Quién llama a esas horas? Pienso molesto, pero me regaño a mi mismo. Tal vez porque es urgente. He de decir que aunque la película es mi favorita, verla en el doblaje original es mucho mejor. En italiano no es lo mismo. Giro la cabeza para mirar a mi compañero, que ya está tardando, pero sigue con el teléfono. Cojo una porción de pizza de la mesita y me doy cuenta de que la que hace mi madre es inigualable. Esto parece plástico.

PHOEBE GREYWhere stories live. Discover now