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Dante estaba a punto de subir las escaleras, pero se detuvo, dudando. Decidió no interrumpir y, en cambio, caminó hacia la cocina, intentando alejarse de la escena. Sin embargo, fue en ese momento cuando Aleksei notó su presencia y lo llamó.

—Dante...—dijo Aleksei rápidamente, separándose de Constantine.

Dante, sin mirarlo, respondió en un tono cortante:

—No pretendía interrumpir su... momento. 

 Caminó hacia la cocina sin decir más, buscando algo para distraerse, algo dulce que calmaría el nudo en su estómago. Los celos eran irracionales, lo sabía, pero la imagen de Aleksei, relajado en los brazos de otro hombre, lo carcomía.

Aleksei lo siguió y, con cautela, rompió el silencio:

—¿Dormiste bien?

Dante soltó una risa amarga mientras rebuscaba entre los cajones.

—Tan bien como uno puede dormir cuando su propio marido lo evita como si tuviera la peste.

Aleksei frunció el ceño, sorprendido por la dureza en su tono.

—No es lo que crees...

—No quiero saberlo, Aleksei. — Dante lo interrumpió con una mirada dolida y una sonrisa de frustración en los labios. 

— Siempre que intento consolarte, tú lo evitas, pero para buscar consuelo en los brazos de otro hombre, no tienes problema.

—¿Qué? ¿Otro hombre? ¿Cuándo demonios...? —Aleksei se detuvo al comprender quién era la persona en cuestión.

Dante de inmediato, maldijo en silencio su reacción mientras sentía cómo su cara se encendía de vergüenza. Se giró rápidamente, dándole la espalda a Alekséi, intentando ocultar el torbellino de emociones que lo embargaba. Odiaba sentirse así, odiaba el leve ardor en sus ojos y la absurda vulnerabilidad que lo invadía.

Es ridículo que me ponga así", pensó, reprendiéndose. "Seguramente era alguien de su familia.

Sin decir nada más, Dante empezó a dirigirse hacia la puerta trasera, pero de pronto sintió la mano firme de Alekséi detenerlo por la cintura.

—No me toques —susurró Dante, pero Alekséi no le hizo caso. 

En lugar de apartarse, lo envolvió en un abrazo suave.

—Dante, lo que viste no es lo que parece. Ese hombre es mi tío. Es una de las pocas, si no la única, persona decente en la familia de mi madrastra. —Alekséi bajó la voz.

—Él y Demian fueron quienes me criaron. No lo veo como tú crees, no lo malinterpretes.

Dante respiró hondo, intentando calmarse, pero su confusión seguía ahí, a flor de piel.

—¿Y lo de ayer...? ¿Por qué me rechazaste? —preguntó Dante, casi en un susurro.

—¿Fue porque... porque ya no me deseas? ¿Es eso?

—¿Qué? ¡Claro que no! —respondió Alekséi abruptamente, casi ofendido por la idea.

—¿De verdad crees que no lo noto? Hay noches en las que te he visto... en las que te tocas solo, pensando que no me doy cuenta.

La confesión de Dante tomó a Alekséi por sorpresa, quien recordó en silencio esas noches en las que, efectivamente, había sentido el peso de sus propios deseos sin querer involucrarlo, atormentado por la presión y la expectativa. Bajó la vista, sintiendo un rubor cálido en sus mejillas.

—Es mejor que hablemos a solas... —dijo Alekséi con voz tensa, sin atreverse a mirar a Dante.

Constantine, quien había estado observando en silencio, sonrió con una ligereza casi traviesa y se dio la vuelta para dejarlos a solas. Ambos hombres se dirigieron hacia una habitación tranquila, donde Alekséi se acercó a la ventana y miró fijamente hacia la neblina que cubría el bosque.

Obligados a amarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora