2. Diane Reed

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          Era lunes por la mañana. En el instituto Saint Brendan los adolescentes luchaban por aguantar la última hora de clase y marcharse lo antes posible a su casa. En la clase número veintitrés, la profesora de pelo rojo explicaba Literatura Contemporánea con mucho entusiasmo. También realizaba un esquema en la pizarra, escribiendo lo que más que letras parecían jeroglíficos, pero los alumnos mantenían toda su atención en una mosca que revoloteaba por la clase.

          Tras varios minutos de vuelos acrobáticos, el insecto salió por la puerta, quedando los adolescentes sin distracción. Algunos se resintieron y empezaron a atender a la pizarra; Diane, que no soportaba la asignatura, se puso a mirar por la ventana. El cielo, encapotado de nubes grises oscuras, avecinaba tormenta. Días como aquel causaban un efecto soporífero, demostrado en cuanto la chica apartó la vista y vio a la mitad de sus compañeros medio dormidos. La otra mitad, dormía a pierna suelta. Diane, sin nada que hacer, decidió imitarlos.

          Todo parecía perfecto..., hasta que la maestra terminó de realizar el esquema y se giró hacia lo que parecían estudiantes después de una borrachera. Y claro, no pudo resistirse a dar un buen golpe en el pupitre de Diane. Esta se despertó sobresaltada, pero interiormente le dio las gracias por ello. No le dirigió ni un monosílabo, pero la mirada que le echó, al igual que los brazos en jarra, lo indicaban todo. Con un suspiro, la adolescente se levantó y salió al pasillo, como todos los días. Sin embargo, lo hizo con resentimiento. Que no lograra conciliar el sueño en su cama no era algo que ella pudiera controlar. Aquellos horribles sueños que siempre se hacían realidad la atormentaban cada noche.

          Estuvo varias veces a punto de quedarse dormida apoyada en la pared de ladrillo, pero la imagen de la mujer vestida de rojo de su última visión siempre acudía y hacía cambiar su opinión. Aunque ella no lo notara, estaba temblando ligeramente a causa del miedo. En un intento por calmarse, jugó con un mechón de su pelo castaño mientras intentaba infundirse pensamientos positivos.

          Sabía que el sueño se haría realidad en el trayecto de vuelta a casa. En él estaba sola, llevaba la misma ropa que en esos momentos, tenía la mochila cargada a la espalda y el cielo era igual de gris que el que podía ver a través de las ventanas. Si lograba llegar a su casa acompañada por alguien, supuso, estaría salvada.

          En cuanto sonó la sirena que anunciaba el final de la clase y de la jornada, entró corriendo al aula, dispuesta a coger su mochila, salir pitando de allí y procurar evitar el suceso. Por desgracia para ella, la profesora tenía otros planes.

           —No, señorita Reed, espere aquí un segundo.

          La joven maldijo por lo bajo y se acercó a ella.

          —¿De qué se trata? —cuestionó, sabiendo la respuesta.

          —Últimamente han empeorado mucho sus notas, por no hablar de sus siestas en la mayoría de las clases.

          —Sí, verá... —meditó cómo evitar mencionar las visiones sin parecer una loca—. Han abierto un bar muy cerca de mi casa y.... esto... Hay mucho ruido hasta las cuatro de la madrugada, y claro, ya sabe, no podía dormir..., con tanto ruido. Sí, eso.

          A pesar de que se pegara una bofetada mental por la mentira tan poco creíble que había salido de su boca, la expresión de la profesora se suavizó notablemente.

          —Oh, vaya. Entiendo. En ese caso, dile a tus padres que denuncien al dueño del local. Por esta vez lo dejaré pasar, aunque si vuelves a quedarte dormida en mi clase irás derechita al despacho del director. ¿Entendido?

Detective Esqueleto: Muerte RojaWhere stories live. Discover now