La quiero muerta

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Harrison descargó la aplicación de rastreo en su celular. En ese momento, estaban a un par de kilómetros de Danville, en Virginia, lo cual significaba que necesitaba ponerse en marcha. Preparó a su equipo. Agentes violentos y fríos. No mas fallas, se dijo. Tenía armas en sus bolsillos, balas, y un deseo de sangre palpitando por sus venas. Había una factura que cobrar. Antes de empezar a conducir, recibió un mensaje en el celular. Lo tomó en seguida. Era de Charles. Había tenido que avisarle todo lo que había sucedido. El mensaje era directo y claro.

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Charles Wiplash puso todas sus fuerzas en no destruir el celular. Primero pensó que el mensaje de Harrison era una broma. Pero después de leerlo completo comprendió y al ver el nombre de la hija de Eric Shields, sintió la necesidad de golpear algo. Ella no solo le había arrebatado a su medio hermano. Había asesinado a su mujer. Lo quería asesinar a él. Estúpida, pensaba él. Nadie en la tierra podía tocarlo. Por muchos negocios turbios y mentiras de los que fuera participe, era el líder. No solo contaba con una élite de asesinos entrenados. Tenía poder. Poder y muchos aliados. En aquel momento pensó que sería bueno poner en prueba a Harrison de nuevo. Parecía un buen momento para que pudiera limpiar su nombre.

La quiero muerta

Había enviado. Muy en el fondo, Charles esperaba que de nueva cuenta Harrison fallara. No le convenía para nada que él siguiera con vida. Mucho menos con Benedict muerto. Se acomodó en su asiento de primera clase. Viajaba hacía las vegas. Con un celular especial, encontró una línea segura y envió un mensaje a sus mejores colegas. Necesitaba protección y un plan B para eliminar a la hija de los Shields en caso de que Harrison volviera a fallar.

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Erin aparcó el auto muy cerca de un fraccionamiento de clase media. Las casas estaban un poco descoloridas y los jardines un poco descuidados. El auto viejo no parecía encajar ahí, pero no había otra opción. El agente que iba a asesinar vivía unas cuadras más adelante y necesitaría escapar con rapidez. Suspiró mientras guardaba su libreta y su mapa en la mochila. Se había quitado su traje especial en una de las gasolineras y lo había dejado en la basura. No quería nada que estuviera relacionado con su padre. No después de descubrir que seguía enviando espías para seguirla. Llevaba unos jeans negros ajustados y una playera del mismo color. Observó por la ventana del auto. El sol comenzaba a ocultarse pintando el cielo de tonos naranjas. Su cabeza trabajaba a toda velocidad. Simplemente no podía entrar a la casa y disparar. Eso alertaría a los vecinos. No contaba con veneno. Y no podía darse el lujo de perder un día más. Tenía el tiempo contado, aunque ciertamente no se había detenido a pensar en cómo lograría matar a todos con una pistola y 5 balas. Comenzó a mover la pierna con impaciencia cuando un sonido proveniente de la cajuela la sacó de sus pensamientos. Era Jeff. Estaba... Cantando. Erin frunció el ceño y sin quererlo, comenzó a tararear la misma canción. Observó las casas vecinas. Ya no había sol y sin embargo, la única casa con alumbrado estaba exactamente a dos cuadras de ahí. Interrumpió su melodía. Bajó del auto y cerró la puerta con fuerza. Escrutó la oscuridad, y se acercó con mucho cuidado a una casa cercana. Pisó con cuidado el jardín, descubriendo que era sintético. Aguantó la respiración al llegar a la ventana, y luego se asomó. Había muebles, si. Y una película terrible de polvo en todas partes. Ni un alma. Su corazón latía con mucha fuerza. Se alejó de todo eso, y se quedó de pie, en medio de la calle. Había autos aparcados en las aceras, autos en las cocheras de las casas. Y sin embargo, ni un sonido. Era un teatro. Una farsa. -¡Maldita sea!- exclamó modulando su voz. Y luego rió de histeria. -¡Se compró todo el fraccionamiento el muy infeliz!- susurró entre sus risas. Iba a ser relativamente fácil. Se controló, y después se acercó a la cajuela. Abrió y encontró a Jeff, despierto y sudoroso. Él se abalanzó hacia afuera para respirar, cayendo en el pavimento. -¡Aire, gracias a Dios!- exclamó. Erin lo observó,  con una sonrisa ladeada. -¿Ahora no cantas?- le preguntó mientras cerraba de nuevo la cajuela. Jeff se levantó, un poco ruborizado. -Uuuh... ¿Escuchaste eso?- contestó él, mientras se limpiaba el sudor de su frente. Observó que la chica ponía los ojos en blanco. -No, por supuesto que no- le dijo sarcásticamente. Jeff se pasó las manos por su cabello. Estaba sudando demasiado. -¿Qué hacemos por aquí?- preguntó al final, observando las casas. -Voy a trabajar- le contestó la asesina. Jeff se quedó muy quieto. Temía preguntarlo, pero al final lo hizo. -¿Vas a matarme?-. Erin ensanchó su sonrisa, y se acercó a Jeff, quien dejó de respirar. -Lo siento tanto, Jeff, pero tus gustos musicales son terribles... Y no puedes ser mi compañero- le contestó tratando de ocultar la risa. Observó que el chico pasaba de rojo al morado. Tenía sus ojos abiertos como platos. Brillaban llenos de miedo. Y luego ella se partió de risa. -¡No, amiguito! No te voy a matar a ti. De hecho, puedes irte. Ya lo pensé mejor, y trabajo sola- contestó mientras recuperaba aire. Jeff respiró profundamente mientras trataba de controlar su corazón. Su espalda goteaba sudor. Que graciosa eres, amiguita. Pensó sarcásticamente mientras observaba a la chica abrir una de las puertas del auto y sacar una pistola de su mochila. Sus miradas se cruzaron. -¿No escuchaste, Jeff? ¡Ve a molestar a otra amiguita!- le gritó Erin, de manera autoritaria. Jeff la ignoró y se acercó a ella. -Escuché perfectamente, amiguita. Pero no puedo irme. Me gusta que seas mi amiguita. No encontraré otra amiguita como tú, con tu ropa especial, y tus armas, y ese sarcasmo, y tu manera odiosa de llamarme amiguito- le soltó. Erin sonrió, y le dio un puntapié. Jeff se recargó en el auto. -Aún así no me iré, amiguita- susurró él con la voz llena de dolor. Erin contó mentalmente del 10 al 0 hasta que controló su ira. El chico había sido inteligente. Literalmente le había regresado el golpe. Y vaya que era odioso que la llamara "amiguita". -Esta bien, Jeff. Quédate por hoy... Pero si vuelves a llamarme con ese apodo, te rebano la lengua ¿entendiste?- le dijo. Jeff se recuperó, y asintió con la cabeza. Erin suspiró. Escucha... El bastardo que voy a asesinar compró todo lo que hay aquí; casas, autos, muebles... Pero no hay nadie mas que él. Entraré ahí, y lo asesinaré, y después nos iremos de aquí, ¿de acuerdo?- le explicó al chico. Jeff asintió de nuevo. -¿Cuál será mi trabajo?- preguntó él con mucho entusiasmo. Erin lo repasó con la mirada. -Eh, ninguno. La verdad no tienes el entrenamiento necesario para...- comenzó ella, y luego, un ruido llamó su atención. Se giró rápidamente, pero no vio nada. Observó a Jeff, quien también había escuchado. -¿Qué fue eso?- le preguntó mientras observaba los alrededores. -Sígueme, y no te alejes demasiado- susurró ella y después comenzó a correr por la calle hasta quedar frente a la casa del agente. No era una casa. Era una mansión de tres pisos. Cuidada, con el jardín delantero perfecto. Muy diferente de las demás casas. "Espero que nadie crea esta farsa. Imposible no notar la diferencia entre esta casa y las demás". Pensó ella. La única luz provenía de la planta alta. No había cámaras de seguridad a la vista. Sigilosa como una leona, llegó al porche, seguida de su compañero, quien no había sido nada silencioso. Por suerte, Erin no notó nada extraño. Observó la puerta unos instantes. Era una puerta especial de seguridad. Imposible de abrir sin llave. Observó las ventanas cubiertas por cortinas. No podía ver nada. Sin embargo, notó que había una reja y una puerta que daban al jardín trasero. -Jeff, hazme un favor y revisa el jardín de atrás con cuidado- susurró mientras buscaba una manera de abrir una ventana. Jeff caminó por el patio trasero. En realidad era un poco patético. Un espacio de 3 metros de ancho no se veía bien con una casa tan grande. Encontró un par de botes de basura, y dos puertas sencillas, muy fáciles de abrir. De hecho, observó que una estaba entreabierta. Se acercó a ella.

Erin no pudo mover ni un poco la ventana. Como Jeff no había regresado todavía, supuso que había encontrado algo mejor allá atrás. Caminó hacia el jardín trasero para encontrar algo deprimente. -Es patético- susurró ella mientras localizaba a Jeff frente a una puerta. Erin escuchó un ruido extraño de nuevo. Provenía de la barda de ladrillo que protegía la propiedad por atrás. Encontró unos cables que llegaban al suelo... Y más abajo. Entonces cayó en la cuenta de algo. Si no había seguridad por delante, ni guardaespaldas, ni nada por el estilo era porque en realidad, la "casa" era algo subterráneo. Y muy grande, al parecer, porque de pronto, observó que ni la barda era real. La casa tampoco. -Ups...- susurró cuando encontró las cámaras de seguridad ocultas. Giró hacia Jeff, pero antes de poder advertirle, observó una mano salir de la puerta, tomar al chico del brazo, y meterlo dentro de una fortaleza. Fue tan rápido que no pudo siquiera procesarlo. Y cuando se acercó a la misma puerta, dos hombres salieron de ella y la sujetaron. Le pusieron una bolsa de tela en la cabeza, y sintió como la arrastraban hacia adentro. No opuso resistencia porque necesitaba entrar. Sin embargo, cuando le quitaron el arma comenzó a sentir el tirón de la adrenalina en su cuerpo, y deseó poder golpear a sus captores. Su mente comenzó a trabajar con rapidez mientras escuchaba que bajaban por un elevador. Necesitaba saber cuanta gente había ahí abajo. Luego escuchó los forcejeos de alguien más y reconoció a Jeff que gruñía y pedía que lo liberaran. La estaban acercando a él, y también a un lugar en donde había mucha luz. La sentaron en una silla incómoda y la amarraron. Se preparó para que le quitaran la bolsa, y aún así sus ojos sufrieron al ver la luz. Estaba en una especie de bodega. Frente a ella estaba Jeff en la misma situación que ella. Solo había cuatro hombres. Todos guardaespaldas de negro, y armados hasta los dientes. Y entonces de las sombras salió un hombre fuerte de la edad de su padre, con ropa casual y una pistola en sus manos. Sonreía. -Me avisaron que vendrías... Pero he estado preparándome, lindura. Has fallado- habló el agente mientras clavaba sus ojos verdes en ella. Erin sonrió. -Jamás fallo- contestó sin una pizca de miedo. El hombre se molestó por su respuesta, y le apuntó. -Sí, tienes la fama de tu padre. Él te envió, ¿no es cierto?- preguntó. Erin le guiñó un ojo. -Inteligente hombre, felicidades...- respondió ella con sarcasmo. El agente se le acercó hasta quedar tan sólo unos centímetros alejado de ella. Erin notó que los dos guardaespaldas que la habían amarrado, se tensaban. -Te pareces mucho a él- susurró el hombre. Erin se encogió de hombros. -Tú te pareces mucho a un gusano traidor... pero ¿qué se le puede hacer?- contestó ella, con más sarcasmo, todavía. -¡Eres una...!- exclamó él mientras alzaba el arma para golpearla. Erin sintió un escalofrío pensando que en realidad se llevaría el golpe, hasta que escuchó la voz de Jeff. -¡A una mujer no se le trata de esa manera!-. El agente se alejó de ella y se acercó a Jeff. -Mira, pero que linda mascota te has conseguido... Un buen novio, al parecer- comentó. Erin sonrió a pesar de que su corazón latía desbocado. -Uy, no te imaginas lo mucho que lo amo...- contestó ella. El agente detuvo su camino y se acercó de nuevo a ella. -¿No sabes hablar sin sarcasmo?- preguntó. Erin contó sus latidos mientras el agente se acercaba a ella. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le contestó. -No, la verdad no. Lo siento mucho William Keller-. Y después lo pateó en la entrepierna con su pie, se levantó con todo y la silla y comenzó a golpear a los dos guaruras mientras reía al ver al traidor de William retorcerse de dolor.
Jeff sintió que sus dos guaruras se abalanzaban sobre él. A pesar de su poco entrenamiento, hizo lo mismo que la asesina.
Erin derribó a uno de sus captores, y se lanzó con todo y silla sobre el otro. La madera de la silla crujió, y se rompió, liberándola.
William observó a la hija de Eric libre y comenzó a correr por los muchos pasillos de su fortaleza, buscando escapar. Erin le arrebató las armas a uno de los hombres muertos y salió corriendo detrás de uno de los traidores que habían evidenciado a sus padres.

La Última JugadaWhere stories live. Discover now