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7: El viaje

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Karen aún no podía creer el lío en el que estaba. Toda su vida había cambiado de un día para otro, había conocido a varias personas extrañas, sin mencionar que eran muy hot.

......

—Hoshi, ¿estás narrando tú?

—Eh, sí, ¿por qué? Creí que querrías saber qué hacen los demás mientras tú no ves. Pero si quieres...

—No, no, no, sigue, sigue.

......

Después de salir de esa fiesta, empezó la discusión sobre quién era el indicado para guardar las esposas esa noche.

—Es obvio que debo ser yo —aseguró Manuel.

—Olvídalo —refutó Harry—. ¿Para que te las pongas y vayas a violar a Karen? ¡En tus sueños, nene! Lo haré yo.

—Sí, claro. ¿Para que te las pongas y vayas a violar a Karen?

La chica en cuestión los miró indignada a los dos.

—Oigan, oigan —los separó Adam—. Que se las lleve cualquiera, aun así yo dormiré con Karen para cuidarla.

Los tres se agarraron a forcejeos. Karen se dio un palmazo en la frente. Paul y Edgar se pusieron a su lado.

—Puedes darnos las esposas a alguno de nosotros, creo que somos lo más normal que hay por aquí —dijo Paul.

—Gracias, chicos, pero creo que mejor se las doy a una mujer.

—Oh, esa también es buena idea. —Edgar se encogió de hombros.

—Alba. —Ella se acercó enseguida junto con Daniela—. Bueno, confío en ustedes —les dio las esposas.

Alba enseguida quiso imaginar las posibilidades.

—Ah, te estaré vigilando —advirtió Daniela.

—Listo, asunto arreglado —les avisó Paul a los tres que aún se debatían en su lucha de forcejeos.

Los chicos se detuvieron e hicieron ademán de decepción.

—Paul, ¿podrías cuidar de las chicas? Solo por si acaso —pidió Karen. Él asintió. Llegaba la hora de contarles todo para que entendieran—. Necesito que todos me escuchen atentos —Los reunió a su alrededor—. Todo esto nos pasa por mi culpa. Manuel —lo miró—, eres en verdad el chico más dulce que conozco y ahora eres un loco. Daniela, tú no eres pelirroja, pero te sienta el color. Alba, tú tampoco eres así, tus ojos no son azules. Omar, tú no eres rubio... Paul, Edgar, Adam, ustedes son nuevos. Harry... No, Harry está igual...

—Bueno, bueno —se quejó él—. ¿Qué tiene que ver todo esto?

—Verán, somos parte de alguna loca historia y somos los personajes cliché, o algo así.

Manuel se acercó campante y la abrazó.

—¿Ya ven? Somos la pareja principal.

Karen lo apartó.

—Por favor, esto es serio. Debemos llevar esas esposas a la capital y seguramente con eso terminará y mi vida volverá a ser normal.

—Pero nuestras vidas siempre han sido normales —refutó Daniela.

—Bueno, como sea —interrumpió Manuel—. ¿Les parece?

—Sí, esto será divertido —dijo María.

Todos la miraron.

—¿Y a ti quién te invitó?

Negaron y se apartaron, dejándola sola. Karen no podía creer lo fácil que había sido hacer que accedieran a todo. Se dirigió al auto de Manuel, pero Adam la atajó.

La maldición del clichéWhere stories live. Discover now