La casa

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Sin darnos cuenta hemos llegado a una calle bastante vacía. Aarón avanza hasta el chalet más grande y abre la puerta. Parece una casa muy enorme para una familia con solo un hijo. El jardín está lleno de flores y plantas, conozco la mayoría, pero hay algunas que no he visto nunca a pesar de que en cada cumpleaños me regalen una planta exótica. Eso es raro, lo sé.

-¡Me encanta este jardín!-No pretendía decirlo con tanta emoción, pero a Aarón no le parece raro.

-¿Te gustan las flores?

-Me gustan todas las plantas. ¿Cómo has conseguido tantas?

- A mí y a mi familia también nos gusta la botánica. Y poder hacer magia ayuda bastante a cuidarlas.-Me río un poco

-Si yo pudiera hacer magia, lo primero que haría sería tener un jardín como este.

Aarón sonríe. Le entiendo, encontrar a alguien al que le gusten las plantitas no es algo tan fácil como parece.

-Luego te enseñaré el invernadero.

-¡¿Tenéis un invernadero en vuestra casa?!

-Ahora no podemos verlo, tenemos que solucionar el problemilla de tu desaparición

No me acordaba. Aarón y yo atravesamos el jardín  hasta llegar a la puerta. Antes de entrar, él hace un movimiento extraño alrededor de mi cabeza con las manos. Parece un paso de baile. Debe de notar mi cara de confusión porque dice:

-Es para que puedas ver las cosas como realmente son en lugar de ver la ilusión que tenemos preparada. Las ilusiones son lo que los hechiceros utilizamos para que no nos descubran. En la escuela nos enseñan a utilizarlas y a ver por encima de ellas.

-¿Vais a una escuela de magos?

-La mayoría de los que hemos nacido en familias de magos no van a la escuela de tu mundo. Nos enseñan todo en las escuelas de magia.

Estoy a punto de preguntarle porqué está él en mi escuela cuando entramos y oímos unos ladridos. Un perro pequeño y peludo viene corriendo y empieza a lamerle la cara a Aarón. Cuando parece que va a venir a por mí, una voz pregunta:

-¿Aarón, porqué has tardado tanto?

-Papá-contesta él- Ha habido algunos problemas. Ven a ver esto.

Se oyen pasos subiendo por la escalera. Mientras el señor García sube, me dedico a observar el recibidor. Aunque no hay mucho que observar, solo un paragüero, un perchero y una especie de cómoda. Aarón parece notar mi decepción, pero sonríe para sí mismo y no dice nada.

Un hombre de unos treinta y muchos aparece. Lleva gafas y tiene el pelo marrón e igual de rizado que el de Aarón. Y está manchado de una sustancia morada y brillante. Me mira preocupado.

-¿Qué has hecho Aarón?

-Yo no he hecho nada, sólo fui al colegio y ella ya estaba así.
El padre de Aarón me mira preocupado.
-Será mejor que vayamos dentro-dice.

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Imagen: Frank J. Hecker House, Detroit, Michigan

La chica invisible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora