Capítulo 9

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NOAH

La fuerte luminosidad de la mañana terminó por despertarme. Habíamos dejado las tupidas cortinas abiertas y gozaba de una privilegiada panorámica de las elegantes casas de Beverly Hills. También podían verse, a lo lejos, los altos edificios de la ciudad que destacaban en el centro, rodeados de edificios de baja altura.

El brazo de Nicholas me tenía bien sujeta contra su pecho, con las piernas entrelazadas a las mías. Casi ni podía respirar, pero me encantaba, me encantaba dormir con él: eran mis mejores noches. Hacía semanas que no conseguía dormir del tirón, sin despertarme, sin pesadillas.

Me volví con cuidado hasta quedar de lado pero frente a él. Era adora- ble cuando dormía, sus rasgos estaban serenos, sus párpados dulcemente cerrados... Parecía muy muy joven cuando lo tenía así, dormido junto a mí. A veces me gustaría saber qué le pasaba por la cabeza. Por ejemplo, ¿en qué podía estar soñando en aquel mismo instante? Levanté una mano con cuidado y le acaricié la ceja izquierda, sin despertarlo. Estaba tan dormido que ni se inmutó. Deslicé mis dedos por su pómulo, hasta llegar a la barbilla.

¿Cómo podía ser tan guapo?

Entonces un pensamiento del todo inesperado me vino a la cabeza:

¿cómo serían nuestros hijos?

Lo sé, estaba perdiendo la razón, aún faltaban años luz para que me decidiera a formar una familia, pero la imagen de un pequeño con pelo negro acudió a mi mente. Era evidente que sería guapísimo, con los genes de Nick cualquier niño lo sería... ¿Cómo sería él con un bebé? Estaba claro

que al único niño que soportaba era a su hermana menor, porque más de una vez había tenido que echarle la bronca por ser grosero con niños en la playa o en un restaurante. De todas formas, faltaba muchísimo para que eso ocurriese; además, estaba el pequeño detalle de que había muchísimas probabilidades de no poder tener hijos por culpa del cristal que me clavé aquella fatídica noche. Pensarlo me puso triste y agradecí que Nick abriera un ojo adormilado y lo posara en mí.

Sonreí.

—Hola, guapo —lo saludé con una sonrisa en el rostro cuando vi que frunció el ceño y se desperezó. Ese era mí Nicholas. Nick sin el ceño fruncido no era Nick.

Estiró el brazo y tiró de mí con bastante fuerza teniendo en cuenta que se acababa de despertar.

—¿Qué hacías, pecas? —dijo enterrando su cabeza en mi cuello y haciéndome cosquillas con su respiración.

—Admirando lo increíblemente hermoso que eres. Soltó un gruñido.

—¡Por Dios, no me llames hermoso, cualquier cosa menos eso! —me suplicó levantando la cabeza.

Solté una carcajada ante su expresión, tenía el pelo revuelto y su cara de cabreo era la misma que la de un niño enfurruñado.

—¿Te estás riendo de mí?

Su oscura mirada me distrajo, pero arremetió contra mí y empezó a hacerme cosquillas.

—¡No, no, no! —grité riéndome y retorciéndome bajo sus manos—.

¡Nicholas!

Se rio conmigo, pero enseguida ataqué igual que él, le pinché el duro estómago con uno de mis dedos y pegó tal salto que se cayó de la cama.

—¡Madre mía! —exclamé estallando en carcajadas histéricas. ¡Dios, me lloraban los ojos y me dolía la barriga de tanto reírme! Tendríais que haber- le visto la cara.

Entonces se incorporó, tiró de uno de mis pies y me deslizó hasta la punta del colchón; antes de que me cayera, me levantó en brazos, me colocó sobre su hombro como un saco y se encaminó hacia el cuarto de baño.

Culpa tuya © (2)Where stories live. Discover now