Madison y Harry le habían puesto fin a su relación, ninguno de ellos pensaba que las casualidades de la vida los haría reencontrarse más de una vez... ¿Que sucedera cuando se den cuenta que están atados por un hilo invisible?
Continuación de "You we...
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Bajé del coche con cuidado, abriendo la puerta trasera primero, y el aire fresco me llenó los pulmones como si intentara despertarme por completo. Había algo en estar de vuelta en este lugar... algo que no podía explicar con palabras. Frente a nosotros, los estudios de The X Factor se alzaban con la misma imponente energía de siempre. El mismo lugar donde todo empezó.
— ¿Estás bien? — Me preguntó mi esposo desde el otro lado del coche.
Le sonreí, aunque la garganta se me apretó un poco.
— Sí — Respondí — Solo estoy... recordando.
Fue aquí. Aquí nos conocimos. Aquí cambió mi vida. No solo por la música, sino porque él estaba ahí. El chico con rizos que me choco por accidente en el pasillo de los baños y se fue sin pedir disculpas. La última vez que estuvimos aquí juntos fue en la última presentación de la banda. Otra vida, literalmente.
Abrí la puerta del asiento de Dora, y enseguida la escuché reírse.
— ¡Mami! ¿Ya vamos a cantar?
— Tú no vas a cantar, chiquita — Le dije riendo mientras la levantaba — Hoy cantara mamá.
— ¡Sí! — Gritó mientras me abrazaba fuerte del cuello — ¡Le enseñare como bailar a Ollie!
Estaba emocionada, pero más que eso, estaba orgullosa. Que mis hijos me vieran cantar por primera vez... eso no era algo que imaginé hace unos años. En un punto de mi vida, pensé que nunca llegaría a tener esto: una carrera estable, una familia, paz.
Me agaché un poco para que Theodora pudiera ver a Ollie, que seguía en su sillita del otro lado, justo donde Harry estaba inclinándose para soltarlo del cinturón.
— Ollie, ¿estás listo para ver a mamá cantar?
Mi bebé sonrió, con esos cachetes redondos y suaves que daban ganas de besarlos sin parar. Extendió sus manitos hacia mí, pero fue Harry quien lo alzó. Cada día esta más grande pero aun así sigue siendo bebe de mamá.
— Dice que sí — Tradujo él en voz baja — O al menos eso creemos.
Lo miré y sonreí. No necesitábamos decir mucho más. Había una ternura en cómo sostenía a Oliver, en cómo le acomodaba la ropa y le besaba la frente sin esfuerzo, sin pensarlo. Era amor. Era simple. Era nuestro.
— Gracias por estar acá conmigo hoy — Le dije, bajito.
— Siempre.
Tomé su mano libre mientras con la otra sujetaba a Dora, y caminamos los cuatro hacia la entrada, donde el equipo ya nos estaba esperando. Devon nos saludó desde lejos con un gesto que me pareció igual de nervioso que emocionado.
Y entonces, por un segundo, me detuve. No caminé más.
Observé las puertas, el cartel, las luces.
Recordé a la niña que fui a los dieciseis. Que tenía miedo de todo pero se paró igual a cantar. Que lo vio a él y no supo que un día iba a tener dos hijos con ese extraño de sonrisa amable.