Epílogo.

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Allí estaban los tres, sentados a la mesa ante una botella, ya medio vacía, de whisky.

En aquel tugurio desde el que se oían romper las olas del cercano mar.

Unas escaleras conducían desde la calle hasta la puerta del antro humeante y mal iluminado en el que bebían y hablaba sobre la crudeza de la vida.

Sí. Allí estaban los tres.

A unos pocos pasos de las puertas del Infierno.

No supo si fue porque llovía o por el humo denso que se colaba entre sus dedos como si fuese pan desmigajado, pero la vio , allí, ante sus ojos, como si no fuera real.

Apareció fugazmente, pero supo que la vio.

Sus compañeros también lo notaron, pero no confirmaron la visión por miedo a que decidiese no continuar con lo que había venido a hacer.

Uno de ellos se levantó de la mesa y pidió otra botella.

Aquel tipo nunca se cansaba de beber.

Y tenía toda la eternidad para hacerlo.

Sus dos amigos le miraron y le pusieron un vaso entre las manos.

Uno de ellos encendió un pitillo y se lo puso en los labios.

Fuera tronaba y el rugido del mar era ensordecedor.

Todo estaba listo.

Quedaba poco tiempo.

Y allí estaba Jack, sentado a la mesa de un tugurio humeante y mal iluminado, ante una botella de whisky ya medio vacía, bebiendo sin descanso con La Muerte y el Diablo.

-Paguemos la cuenta y vayámonos...













Jack B. Blues.

Te debo una melodía.






Gracias por haber gastado tu tiempo en leer mi historia.
La escribí con gran dolor y cada palabra es una gota de sangre que se escapa de mi corazón.
Con cada capítulo te llevas un trocito de mi alma.
De nuevo, gracias.

Y sobre todo, gracias a ti, mi pequeña Beatriz, pues tú has hecho posible cada frase de este libro.
Flaustriflustri. Siempre Flaustriflustri.






Jack B. Blues

Te debo una melodía.Where stories live. Discover now