Capitulo 8

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-Uno... Dos... Y tres. Uno... Dos... Y tres. Ahora ustedes- dijo la profesora de baile, dirigiéndose a Agostina y a mí.
Ya era demasiada coincidencia, casualidad o mala suerte que me haya tocado como pareja de clases de baile.
Uní mi mano izquierda con la suya, tomandonos de las palmas. Coloqué mi mano derecha en su cintura, tímidamente, mientras ella apoyaba la suya en mí hombro.
Se supone que esta es la postura correcta- le susurré, para no llamar la atención de la profesora que regañaba a dos alumnos por negarse a bailar.
-Entonces...- Agos miró sus pies y retomó el paso conmigo- Uno... Dos... Y tres. Uno... Dos.. Y t...¡Perdon!¡Fue sin querer.
Agostina me había pisado, y fuerte. Me separé de ella y me senté en el suelo para frotarme el pie derecho.
-Esta bien, pero presta más atención, que es mi pie favorito.
Miré a mi alrededor mientras seguía sentado. El gimnasio estaba ocupado por los alumnos de 4to y 5to año, los cuales estabamos obligados a practicar para el baile, y unos cuantos instructores que hacían lo posible para que nos interesemos en el tema. Observé a un costado y ví que Diana y Nicolás se reían por mi caída. Ellos estaban practicando al igual que Agos y yo. Me habría agradado practicar con Diana, aunque no me quejaba de mí compañera, no tanto. Al menos Diana estaba con alguien de confianza, eso me molestaba menos.
-¿De nuevo?- preguntó Agostina inclinándose al piso, mirándome.
-Pero esta vez dirijo yo.
Ella asintió y volvió a mirar sus pies. Levanté su mentón y le aclaré:
-Mirame, no te preocupes.
Adoptamos la postura correcta- mientras nos mirábamos a los ojos.
-Uno... Dos... Y tres. Uno... Dos... Y tres- dirijí.
Repetimos estos pasos varias veces y finalizamos con un giro improvisado que nadie nos había indicado dar. Por mucho que me sorprendiera, los pasos salían bien.
-Al fin, después de cuatro clases intentándolo- dije con una gran sonrisa.
-¿Como sabias que teníamos que mirarnos?
-No sabía, simplemente quería que me mires.
Nos quedamos unos instantes en silencio y luego ella sonrió.
-Que bobo que sos- me dijo algo ruborizada, golpeando juguetonamente mi hombro.
La campana sonó e indicó que la clase había terminado. Agostina se acercó y me besó en la mejilla.
-Nos vemos, bobo- dijo alejándose a todo prisa.
Levanté mi mochila del suelo del gimnasio, casi todos los alumnos se separaron de sus parejas para largarse de allí, mientras que los instructores se relajaban en un banco. En las puertas del gimnasio me esperaba Disna, jugueteando con sus dedos, como si estuviese nerviosa.
-Hola Diana.
-Hola- noté sus nervios.
Caminamos hasta el patio principal, hasta que en un momento ella se detuvo en seco. La observé curiosamente, parecía preocupada.
-Te quiero pedir un favor- dijo con cuidado.
-Con gusto.
-Bueno...- suspiró con ganas- Mirian se va de la casa por un tiempo a ver a su tía que esta muy enferma en las afueras del país, y ya te conté que vivo con ella. El caso es que les dije a los padres de ella que no se preocupasen por mi porque ya tenía donde quedarme, así no tendrían que llevarme y generar más gastos pero... La verdad es que no tengo a donde ir, y vos sos la única persona que conozco a parte de Mirian, así que...- bajo la vista hasta mirar por completo al suelo, para finalmente decir:- ¿Me dejarías quedarme por un tiempo en tu casa?
Apenas terminó de decirlo cerró los ojos con fuerza, como si estuviese a punto de gritarle. Me quedé perplejo. Hasta donde yo sabía, Mirian y yo éramos su única compañía.
-Ni siquiera tienes que darme una cama, o comida. Puedo apañármelas para conseguir alimento, y con un par de sábanas me vale.- agregó. Intenté buscar algún tono de humor en su habla, pero parecía decir todo en serio.
-Esto... No creó que mis padres estén de acuerdo pero, voy a ver que puedo hacer ¿Si?
Diana me miró boquiabierta y me abrazó agradecida.
-Pero espera. ¿cuando se va Miran?
-En tres días, el domingo.
-Bueno, veré que puedo hacer.
-Aunque dudó que pueda "Hacer algo"- pensé .

-¿El sábado?- pregunté a mi papá
-Sí, el sábado nos vamos al sur del país.
Era la oportunidad para ayudar a Diana, la suerte se puso de mi lado. Ese mismo sábado viajábamos, sólo nesecitaba una excusa para quedarme.
-Que pena, la semana que viene son los exámenes finales del segundo trimestre.
-¿En serio? No vamos a poder ir- dijo mi mama algo decepcionada.
-No mamá. Vayan sin mí, se lo merecen. Además, tengo 17 años, ya estoy grandecito.- repliqué.
-Hijo, vos era es que más insistía en ir allá. ¿Estas seguro?- me preguntó mi papá con tono indagatorio.
-Sí.
-Así que pones tus estudios primero... Ya eres responsable.
Ambos estaban ordenando sus maletas con anterioridad ya que era jueves.
-Bueno, lo veo justo- dijo mi papá- Pero sin fiestas, ni visitas, ni cosas raras.
-¿Franco de fiesta? No seas tonto Marcos- dijo mi mamá con una risa de acompañante.
Ya había logrado convencerlos, ninguno preguntó algo más, así que fui a mi cuarto, pensando en como se tomaría Diana la noticia.

Jamás ví a Diana tan alegre.
-Pero espera, tenemos que arreglar horarios. Mis padres se van el sábado, y la familia de Mirian el Domingo. Así que...¿Te parece encontrarnos en la entrada del colegio, el domingo a las nueve P.M.?- le pregunté luego de que me terminó de abrazar.
-No hay problema, aunque ¿Por qué en la noche?
-Porque tengo cosas que hacer.
-Okay, nos vemos.
Diana entró a su salón, la observé hasta donde pude y cuando me dispuse a marcharme, alguien tapó mis ojos.
-¿Quien soy?- preguntó una voz femenina.
-Dejame pensar. Manos suaves, no apretas fuerte, voz de mujer... Sos Brian.
Agostina rió, sabía que era ella, pero que mejor manera de comprobarlo que escuchando su bonita risa. Para mi infortunio, Brian y Tomás estaban cerca, y Brian me golpeó la nuca mientras que Tomás reía.
Me centré en Agos, Carla no estaba con ella.
-¿Y Carla?
-Me cambió por otra, pero ya se va a arrepentir.- respondió algo triste.- Bueno nos vemos en el recreo.
-Nos vemos- le sonreí, y ella me devolvió el gesto.

La clase de Biología había empezado ycRomas se sentó a mi lado. Comenzamos a hablar susurrando.
-¿Ya te arreglaste con Agos?
-No, le dije que fuéramos amigos.
-También te vi hablando varias veces con Diana- Tomás miraba atento a las explicaciones de la profesora mientras hablábamos.
-Lo mismo, sólo amigos.- dije jugueteando con mi lapicera, mirando mi hoja de apuntes vacía.
-Sigue en pie lo jugar juntos el domingo ¿No?
Lo había olvidado por completo, le había prometido a él que nos reuniríamos en mí casa a jugar aquel domingo.
-De hecho, no puedo.
Tomás frunció el seño, pero cambio la cara cuando le dije:
-Es que Diana va a estar en casa y...
-¡¿Diana?!- me miró repentinamente- ¿En tu casa?
-Si, es largo de explicar.
-Vas a tener que decirlo algún día.
Asentí y ambos mantuvimos el silencio hasta el recreo.

Apenas bajé las escaleras, me sorprendieron dos chicas.
-Hola bobo- dijeron Agostina y Diana al mismo tiempo, y con la misma sonrisa.
A mi me había parecido de lo más gracioso, pero luego se torno incómodo. Ambas se fulminaron con la mirada, ninguna se demostró enojada, ni mucho menos feliz.
-Hola chicas, ¿Se conocen o las presento?
Ninguna pareció escucharme. No se conocían pero tampoco parecían ansiosas de hacerlo. Agostina sostenía su mochila.colgando de sus manos, Diana abrazaba un par de libros. No se movían, ni hablaban. Se observaban finamente, y de un modo muy frío. No pensaba en hablar, o en irme y llevarme a una. Ambas estaban paradas a cada extremo lateral del final de las escaleras, esperando.
Estaba nervioso y preocupado, pero no se me ocurría nada para safarme.
-¡Franco, te olvidaste tus apuntes de Biología arriba!- dijo Tomás arrastrándome hacia arriba de nuevo.
Ambas chicas observaron mi partida de las escena. Las perdí de vista y, de alguna forma, me alegré.
-Tomás, te besaría pero creo que es poco saludable.
-Para ambos. Me debes una.
-Te ganaste el cuelo- suspiré un nuevo aire, sin tensión en el ambiente.- Ojalá ya se hayan ido cada una por su lado.
El resto del día lo pasé pegado a Tomás. Al menos ya había pautado los horarios con Diana. No quise acercarme a ninguna ese día, lo cual no fue difícil ya que ninguna se acercó a mí de nuevo en aquel día. Quizás por miedo a que pase lo mismo.

Ese sábado, luego de la partida de mis padres, vino lo más difícil, la limpieza. Empecé por mi habitación, probablemente el lugar más desordenado de La Tierra. Limpiar todo me iba a llevar hasta el domingo por la tarde.

Alba Perdida: La Chica Del AlbaWhere stories live. Discover now