Eso

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Aquella noche había resultado pesada ya que ni Alan ni Valeria consiguieron dormir

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Aquella noche había resultado pesada ya que ni Alan ni Valeria consiguieron dormir. La mañana siguiente habían decidido prestar más atención al comportamiento de su hija, e incluso, hablaron con la doctora Miriam para descartar que Susy estuviese recayendo.

Lo único que consiguieron con eso, fue que Miriam los citara para una charla de pareja, ya que Susy había dicho que ellos peleaban demasiado, por lo que prefería mantenerse encerrada en su cuarto.

Era cierto que habían discutido, pero no de la manera en la que Susy lo describió.

De alguna manera terminaron con las situaciones cruzadas, viéndose ellos como los causantes de todo. Incluso, Valeria llegó a creérselo. Pensó en que se comportaba como una mala madre, y que no sabía superar la muerte de su hijo mayor, en consecuencia, Susy pagaba los platos rotos.

Alan también llegó a pesarlo en algún momento, sobre todo, luego de que la primera semana en la que comenzaron a asistir a terapia de pareja, los sucesos se redujeron a cero.

Todo era producto de las secuelas dejadas por el dolor de perder a su hijo mayor, era lo que les decía Miriam. Su comportamiento disfuncional y la falta de interés del hombre en mantener un empleo por más de una semana, además de la naciente sobreprotección de la mujer hacia su hija eran las pruebas de dicha teoría.

La mente de Alan estaba dividida entre aquel pensamiento y los números que ingresaba en la computadora frente a él en ese momento.

Se sentía desesperado al no conseguir sacarse de la cabeza todo lo ocurrido en las primeras dos semanas en su nueva casa, que se mezclaban con el año anterior, en el que ocurrió el accidente que cobró la vida de su hijo.

Tecleaba con fuerza los números, como esperando que el sonido del golpeteo de las teclas lo ayudasen a concentrarse de una maldita vez.

De vez en cuando se equivocaba en lo que ingresaba en la computadora, por lo que bufaba y golpeaba la mesa con los puños cerrados.

—Oye, relájate, amigo. —Escuchó a uno de sus compañeros decirle desde el cubículo de al lado, y aunque no se inclinó para mirarlo, estaba seguro de que éste le sonreía con amabilidad.

Si bien aún no llevaba mucho tiempo trabajando en ese lugar, Ethan había sido muy amable con él. Incluso, le había contado pequeños detalles sobre el resto de sus compañeros de trabajo, que a Alan le habían resultado en su mayoría inservibles. A pesar de eso no dijo nada al respecto, después de todo, Ethan sólo quería ser amable.

—Sí, claro. Lo siento. —Se limitó a responder para continuar con su trabajo.

Miró el reloj que estaba colgado en la pared de su lado izquierdo, era la una con cuarenta minutos. Aún le faltaban veinte minutos para salir a comer. Sabía que en realidad no era mucho tiempo, pero con su cabeza tan intranquila como estaba, cada minuto parecía durar más.

Mami, no quiero dormir [S.O. #2] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora