Introducción

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Dos de la mañana y cuarto marca la hora de mi celular, es mediados de otoño y me encuentro afuera en la calle sentado en una acera que queda al frente de una casa en la que desde hace rato que ya no vive nadie.

No debería estar aquí, siento que sufriré una hipotermia en cualquier momento, estoy exhausto, tengo la boca seca y no tengo medios para volver a casa.

Para aumentar algo extra a toda esta tortuosa experiencia, me siento miserable. También un idiota por todas las malas decisiones que tomé y culpable por las buenas que pude pero no logré hacer al final.

Y ahora son las dos con dieciseis, esta noche sin duda apunta a ser larga.

Si te lo preguntas, no estoy aquí por que me dejaron plantado, tampoco estoy esperando a alguien. No estás en ese tipo de historia de amor.

Aunque si estoy aquí debido a una chica, la cuál seguro ya debe haber llegado al otro lado del mundo. Y yo "llegué tarde" a despedirme. Pero ni siquiera eso es lo peor de todo, ya que la razón de mi tardanza fue debido a mi estúpida inseguridad.

Tal como escucharon, no fue un rival romántico, tampoco fueron diferencias entre familias, mucho menos algún acontecimiento que tenga que ver con esa frase tan gastada que dice: "si la amo debo dejarla ir".

La razón por la cual no he logrado estar con la chica de la cuál estoy tan enamorado, y que en su lugar me encuentro aquí, afuera de su antigua casa sintiendo como mis lágrimas se vuelven escarcha, es debido a estos sentimientos que reprimo por falta de seguridad en mi mismo. Patético.

Me he lamentado de muchas cosas a lo largo de mi vida, pero jamás creí que añadiría a la lista algo como esto. Ni siquiera pude dejar de ser tan cobarde como para al menos despedirme, por lo que lo último que recordará ella de mí es toda la incomodidad y confusión, que para nada merecía, pero aún así se la provoqué.

Ahora sé que pude haber hecho algo para evitar que se fuera, tal vez incluso lograr de que sean correspondidos por lo menos una pequeña parte de todos estos sentimientos por ella. Pero ya es tarde.

Sobra decir que no será para nada sorprendente de que me haya convertido en una de las razones por las que seguro no querrá volver jamás.

Un rayo acaba de iluminar el cielo nocturno justo arriba de mí, indicio de que una tormenta se avecina, pero de seguro ninguna tan fuerte como la que está ocurriendo justo ahora en mi cabeza.

Pensamientos negativos llegan tan rápido y fuerte como gotas de lluvia, comienzan a inundar mi mente a tal punto de ahogar mi cordura. Ni tan siquiera el escándalo que ocasionó el trueno me ensordece de escuchar la maldita voz en mi cabeza que no deja de reprendirme.

"¡¿Por qué no la besaste luego de ese último baile?!"

Un largo suspiro ayuda a mi cabeza a despejarse un poco de tanto auto castigo.

La culpa, el arrepentimiento y el odio a mi mismo se toman un descanso temporal y me dejan ordenar mis ideas. No me hace sentir mejor, pero al menos así no vuelvo a llorar.

Hay mucho todavía que contar, ni siquiera sé por dónde empezar...

Estos sentimientos que reprimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora