3 | Después

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Solo porque todo está cambiando

no significa que nunca haya sido así antes

•· ••· •· ••·

→→ Después →→

Tanto Hange como Erwin conocían muy bien a Levi. Tres años de universidad presenciando su comportamiento y sus manías tenían que servir de algo. Ambos sabían que Levi solo tenía dos estados de ánimo aparte de la indiferencia. Uno era la tranquilidad, aquella calma absoluta que conseguía cuando limpiaba o evitaba que algo se manchara; el otro estado era, como no, el enfado.

Levi echaba humo en esa ocasión. Lanzó el teléfono de Hange sobre el sofá y comenzó a pasearse de un extremo a otro del salón, bajo la atenta mirada de sus dos amigos. Mike estaba en la cocina preparando el almuerzo.

—¿Entonces? —se atrevió Erwin a preguntar—. ¿Van a devolvértelo?

No obtuvo respuesta. Mala señal y, a pesar de eso, insistió:

—A lo mejor fuiste un poco duro con ellos acusándoles de ladrones desde el principio.

—¡Exacto! —intervino Hange—. Puede que solo se lo hayan encontrado y ya. Tampoco es que sea un móvil muy bueno...

—¿Cuánto crees que les darán si quisieran venderlo?

Mmm... no creo que obtengan más de sesenta euros por un modelo así. Además, considerando la altura desde la que cayó en las escaleras del castillo, debe tener algo roto seguro.

—Es lo que estaba pensando. Diría que incluso-

—¡¿Queréis callar los dos?! —gritó Levi, con el ceño tan fruncido que aparecieron nuevas arrugas en su frente. Había llegado al límite de su paciencia.

Erwin no terminó su frase. A los dos se les olvidó de qué estaban hablando. No tuvieron en cuenta lo más importante, la primera regla que aprendieron de Levi: más valía no hacerlo enfadar. Y si estaba enfadado, lo mejor era huir bien lejos.

—Erwin, necesito que me prestes tu ordenador —le pidió cuando recuperó un poco la serenidad y las arrugas se esfumaron de su rostro.

—Claro. ¿Es para localizar tu móvil?

—No, es para comprar unas entradas del show de "La chica Patata y el Calvito".

La segunda regla era: no hacer preguntas estúpidas o recibirás un sarcasmo gratuito.

El ordenador estaba encendido, así que solo tuvo que abrir internet y teclear su número de teléfono en la página rastreadora a la que estaba inscrito. Era una bastante buena y hasta tuvo que pagar por el registro, pero se alegró de haberlo hecho en aquel momento. Unos minutos bastaron para que la página le mostrara el lugar exacto.

Castillo de la Libertad, Alemania

Hange estuvo a poco de hacer un comentario al respecto, pero se contuvo cuando vio un notorio temblor en la ceja de Levi.

—Hange —dijo de repente. Ella se tensó—, volvamos.

La chica abrió la boca para replicar, pero Erwin le indicó que guardara silencio e hiciera caso, por el bien de su salud y si quería conservar su vida.

Pero las sorpresas no habían hecho más que comenzar. Una vez allí, pudieron comprobar que el lugar estaba plagado de turistas haciendo fotografías a la fachada. Dar con el chico que tenía su teléfono iba a ser como buscar una aguja en un pajar.

Endless | SAGA Lullaby #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora