Toma mi mano, toma mi vida entera también.

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"Era como un incendio que crecía hasta que era imposible de detener. Pero se sentía tan bien, que valdría la pena una eternidad de cenizas por solo un segundo de calor".


El único que podía derrotar a Lucifer, había dicho ella.

Un chico flacucho de 18 contra el creador de los demonios; contra el primero en revelarse contra Dios, quien había rechazado a los humanos desde el día de su creación, quien ambicionaba el poder que su propio padre tenía, quien quería verse encima de él.

Y no era una broma.

—Tu frente suda y tus manos tiemblan —Comentó Hael, viendo como Julian comenzaba a perder el control.

—No, ¿en serio? —Escupió con sarcasmo, juntando ambas manos en la mesa. Julian se masajeó las sienes al mismo tiempo que las luces de la cafetería comenzaban a parpadear.

—Estás... alterando el lugar —Comentó Hael, y con un pequeño movimiento de su mano todo se quedó en completa paz de nuevo.

Julian asintió y la observó un rato, sintiéndose un poco reconfortado con su presencia incluso cuando ella lo mirara con incomodidad, alternando sus poderosa mirada hacia él y a las mesas de al lado.

— ¿Cómo es que sabes eso? ¿Qué yo soy... que soy el único que puedo destruirlo? —Tartamudeó como pudo.

—Lo escuché de la boca de Rafael —Confesó—, él se lo decía a Gabriel, quien se molestó mucho en cuanto lo escuchó decirlo. Cuando le plantee la idea a Rafael de ayudarte para que tú luego acabaras con Lucifer él se molestó como no tienes idea; me torturó e intentó hacerme pensar distinto... pero al salir de la sala de tortura les conté a Uriel y Anael quienes dijeron que quizá tenía razón; luego aparecieron Daniel y Ezekiel pero cuando Miguel se enteró que queríamos ayudarte nos persiguió por todo el cielo y no tuvimos otra opción más que escondernos en la tierra. Justo el día en el que Belial se apareció en tu escuela.

— ¿Cómo? ¿Cómo podría matar a Lucifer? —Hael negó con la cabeza.

—No sabemos. Estamos buscando por todos lados, cuando sepamos te lo haremos saber —Aseguró. Julian asintió apesadumbrado.

—Salgamos de aquí —Pidió Julian. Hael inclinó la cabeza hacia un lado, un tanto desorientada.

—Creí que te gustaba este lugar o que querías comer.

—Ya no tengo apetito.

Pidió la comida para llevar, pagó y salieron de ahí de inmediato, sin un rumbo fijo. Julian no conocía bien el pueblo, sin embargo, no le importó perderse, sólo quería alejarse lo más posible de todos. 

—¿A dónde vamos, entonces? —Preguntó ella. Julian se encogió de hombros desinteresado.

Llevaron al parque principal del lugar y se pasearon por todo éste, siguiendo el camino hecho de piedras entre los árboles que crecían alrededor. La mañana estaba fresca y agradable; el viento estaba ligeramente fresco por el otoño, el cual tenía a los árboles teñidos de un precioso color naranja que le daban al lugar un aire casi de fantasía. 

— ¿Por qué, Hael? —Preguntó Julian, interrumpiendo el agradable silencio que se había sumido entre ellos. Ella lo vio con una silenciosa pregunta en los ojos.

—¿Por qué ayudarme? Soy un monstruo, de hecho soy una bestia, la bestia —Enfatizó.

Hael soltó aire por la boca en una especie de suspiro y miró alrededor; contemplando cada pequeño y minucioso detalle.

El Hijo MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora