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9. Un chico a medianoche

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—¿Tú crees que el policía sea el asesino?

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—¿Tú crees que el policía sea el asesino?

Jaz preguntó con la boca llena de palomitas, aunque tuvo la leve decencia de tapársela con la mano.

Mirando fijamente la televisión de su sala de estar, echada en el suelo al lado de ella, metí los dedos en el cuenco para sacar algunas de esas deliciosas palomitas dulces que hizo luego de las pizzas.

—No, es muy típico —le dije—. Yo creo que debe ser la hermana.  

—¿La hermana? Pero por poco ha salido en la película.

—Justamente por eso.

Mi amiga frunció las cejas oscuras mientras yo masticaba y masticaba. Era imposible tragar antes de haberme metido otro pequeño bocado; las palomitas de Jaz eran irresistibles y absolutamente adictivas.

—¿Qué apostamos? —preguntó.

Yo la miré con una sonrisa malvada.

—¿Estás segura?

—Sí, debe ser el policía, lo tengo claro. ¿Dinero?

—No... ¿Qué tal el tarro de helado que te ha quedado en el congelador?

—¿Cuándo dejarás de espiarme la nevera? —bufó, pero al final ladeó la cabeza de un lado a otro—. Está bien. El helado. Y que conste que yo pensaba devorármelo esta noche.

Sonreí victoriosa. La película no iba nada mal; por suerte había convencido a Jaz de no ver una comedia romántica y escoger un misterio policial que no nos estaba defraudando.

Los padres de Jaz habían salido a cenar, pero sus tres pequeños hermanos estaban arriba haciendo quién sabía qué. Se suponía que debíamos vigilarlos cada tanto, pero sus risas se oían tan tranquilas y relajadas que al final nos quedamos sin volver a subir las escaleras. En definitiva, parecía que ellos eran como mi amiga: serenos y educados.

—Y al final, ¿has hablado con Joan?

Antes Ian y ahora ella. ¿Por qué todos me preguntaban eso?

—No, no voy a hablarle —respondí.

—¿Y él no te ha vuelto a contactar?

—Ni por asomo.

Mastiqué mis palomitas con más fuerza. Por favor, Jaz, no necesitaba regresar a ese tema. Ahora mismo el detective de la película era atractivo y yo estaba bien con concentrarme solamente en eso.

—Tal vez así es mejor —dijo.

Yo fruncí los labios, aunque ella no me veía.

—Tal vez... —murmuré.

No faltaba mucho para el fin de la película. De hecho, el final casi se podía saborear.

Y lo que yo ya podía saborear era ese helado que sobraba en el congelador, porque en definitiva la asesina era la hermana del protagonista.

Una noche de viernes vengativaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora