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La mañana del lunes fue toda una odisea

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La mañana del lunes fue toda una odisea.

Tiara tuvo una pesadilla y fue a mitad de la noche a dormir con papá y mamá. Ellos se excusaron diciendo que tenían trabajo y cosas que hacer hoy y la mandaron conmigo. Así que, en pleno sueño, mi hermana se escabulló en mi habitación e insistió en meterse conmigo en mi pequeña cama de una plaza.

Me levanté con dolor de espalda y un ligero tirón en el cuello, pero parecía que Tiara había logrado dormir algo. Se la pasó todo el desayuno contando la pesadilla y yo casi la maté cuando me enteré de que solo se había tratado de un payaso.

—¡No es el payaso en sí, es cómo me daba miedo en el sueño! —exclamó ella para explicarse.

Mi hermana y yo peleábamos como cualquier par de hermanos, nos respondíamos mal a veces y nos tratábamos como si no nos diéramos importancia... pero la verdad era que sí. Nos queríamos, a nuestro modo, y yo no podía dejarla sola aquella noche.

Así que dormí una siesta para recuperar energías, y para eso tuve que hacer algunos estiramientos y quitarme los leves dolores del cuerpo. Mientras me inclinaba para tocar el suelo con las piernas sin doblar y hacía lentos movimientos de cuello, me puse a pensar en lo que había dicho Brick: había un salón de baile cerca.

Me imaginé yendo allí; por un momento hasta soñé cómo sería. Los nervios seguían estando, como me sucedía con básicamente cada cosa nueva que empezaba en mi vida, pero empezaba a pensar que el chico Foster me había dado una buena idea en verdad.

Y esa tarde, cuando me dirigí a la Cafetería de Media Cuadra a encontrarme con él, tuve el deseo de agradecérselo. 

Eran más o menos las seis y el sol seguía en pie, como en cualquier día de verano. Yo nunca iba a cansarme de ver el atardecer desde la playa, así que disfruté del camino antes de meterme por las grandes puertas abiertas del local. El aroma dulce y caliente me provocó una sensación deliciosa.

Fui cuidadosa y observé primero si Joan estaba atendiendo. Los lunes parecían no tener tanta clientela como los viernes, estaba claro. Pero en la caja solo había una chica, y al instante la reconocí. La amiga de Brick: Chloe.

Me acerqué al mostrador y, sin quitar los ojos de una libreta que tenía en manos, ella preguntó:

—Bienvenida a la Cafetería de Media Cuadra, ¿qué se le ofrece?

—¿Has visto a Brick?

Ella alzó la mirada de golpe, un poco fuera de sí. Cuando me miró, pareció reconocerme y aflojó los músculos contraídos de su cara.

—Oh, hola... Eh...

—Maia. —La ayudé a recordar—. ¿Cómo estás? ¿Sabes si está Brick por aquí?

—Yo sólo atiendo la caja.

Fue una respuesta un tanto ruda, seca. Me obligué a no fruncir el entrecejo e intenté hablar otra vez... pero fue imposible.

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por M E G
@meg-books
Maia acaba de ser engañada por su novio Joan, por lo que buscará veng...
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