Buenos Aires

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Dos años después, la vida de Daniela había recuperado su estabilidad, ya no se sentía una marginada en su círculo por ser madre soltera, lo llevaba con naturalidad e ignoraba lo que decían de ella

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Dos años después, la vida de Daniela había recuperado su estabilidad, ya no se sentía una marginada en su círculo por ser madre soltera, lo llevaba con naturalidad e ignoraba lo que decían de ella. Estaba pronta a graduarse y empezó a trabajar en un juzgado. Su hija crecía sana y feliz, rodeada de sus abuelos y tíos postizos que le hacían todas las mañas; no le hacía falta nada.

Como sus estudios le demandaban menos horas empezó a ir a un gimnasio cerca de su trabajo. Allí conoció a un chico que entrenaba para ser boxeador de peso pluma. Al principio, él le decía piropos y luego la ayudaba con sus ejercicios. Rodrigo no era muy atractivo, pero pasaban mucho tiempo juntos y a Daniela empezó a gustarle. Finalmente él se animó a declararle su amor y empezaron a salir. Pero ella siempre le aclaró que no buscaba nada serio por la situación con sus padres; sentía que les debía respeto a ellos y a sus decisiones por vivir bajo el mismo techo; tenía intención de dejar la casa aún y Rodrigo no era para nada el tipo de chico que ellos aprobarían.

Con Rodrigo se veían esporádicamente, salían a comer, a bailar, y le había presentado a sus amigas. El chico llegó a conocer muy bien a Daniela, sabía que tenía una hija cuyo padre no se hiciera cargo, mas no conocía a la niña. Daniela suponía que presentárselo a su hija representaría que tenían una relación seria  tanto como si se lo presentara a sus padres.

Con el pasar de los meses, Rodrigo empezó a reclamar el lugar que le correspondía en la vida de Daniela, y a presionarla para que blanqueara su relación. Pero Daniela no se sintió cómoda con la situación, ya era bastante la presión proveniente de sus padres, y de sus jefes y de su carrera, como para recibirla también de una relación que debería darle más satisfacciones que problemas. No sabía cómo enfrentarlo, así que le pidió un tiempo para pensarlo. Tiempo que el chico no respetó, y la llamaba a diario para saber en qué tanto pensaba.

Cómo en cada crisis, Daniela pidió consejo a sus amigas.

—No entiendo porqué dudás, si es un chico muy bueno. Está bien, no tiene una gran carrera, pero tampoco te vas a casar con él —le dijo despreocupada, Josefina.

—Justamente porque no tiene un gran trabajo, decíle que no querés compromisos, que querés una relación abierta. Así, si conoces a un chico más interesante, no tiene porqué ponerse celoso —impuso Luciana.

—¡Qué horror! Saben que no me interesa el estatus ni soy una zorra. No me sirven sus consejos —les respondió Daniela indignada.

—Entonces ¿para qué nos llamás si nos considerás inútiles? ¿Por qué no le decís que estás embarazada de otro y así huye? ¡Te funcionó con Julián! —replicó Luciana con sarcasmo.

El humor de Daniela se arruinó en ese momento. Sus amigas no la entendían, no sabían lo que le pasaba emocionalmente, no entendían cuánto la confundía entregar su corazón arriesgándose a que lo rompieran nuevamente. Terminó por pelearse con sus amigas e ignorar todas las misivas de Rodrigo para atrasar la respuesta el mayor tiempo posible. Se tomó vacaciones de su trabajo y estudios para pasar más tiempo con su hija y aprovechó para pensar tranquilamente.

En Algún Lugar del Mundo [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora